Capítulo 26: ¿Tú y él?

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Ethan.

Dormía bajo un lecho detrás de mi hogar, despreocupado de lo que fuera a pasar ahora. Andric escogió la misma carrera que yo y decidimos mudarnos juntos sabiendo las consecuencias de mi elección. Curin había elegido el extranjero, y antes de eso tuvo una pelea con Saint, pues dijo cosas acerca de los Wilson que no debió mencionar.

Pero así funcionaban las relaciones, muy pocas eran para siempre. Tardaban mucho en construirse pero se desplomaban con un suspiro, igual que una casa de naipes impulsada por la leve corriente de aire.

Mis padres pasaron toda una tarde gritando olas de maldiciones deseándome lo peor por mi poca consideración. Si quieres ser alguien en el futuro entonces debes tomar esta carrera, pero yo quería ser en un futuro alguien que hiciera lo que más amaba. Crear historias era como alcohol, nunca era suficiente pero eso mismo podría causarme daños. Un sueño de embriaguez que me perseguía desde la infancia.

Las hojas caían sobre mi rostro y el follaje cubría mis brazos. Me mantuve bajo la penumbra de las ramas, tomando grandes bocanadas de aire para no perder la calma que tanto me costaba tener. No sabía a donde ir; me habían echado de casa pero yo solo me mantenía en el patio trasero cortando dientes de león y esperando a que tomaran mis cosas y las tiraran.

Las señales del fuego fueron dadas por las nubes de humo que salían por la chimenea, y no era invierno. Me sentí terriblemente mal, aun sin saber qué era lo que quemaban. Reparé en mis pies, mirando a lo lejos con pavor. Comencé a sudar, a pesar de todavía no haber corrido hasta casa.

Crucé la puerta trasera, azotándola con fuerza e ímpetu.

—Mira al muchachito. Se dignó a entrar y dejar de flojear —la dureza con la que lo decía dolía, porque el reflejo en sus ojos parecía decirle que solo me estaba dando una lección por mi bien—. Arréglate ese cabello, Hazel. Lo tienes terrible.

Mis ojos daban vueltas. Me negué a mirar la chimenea, solo posaba el rabillo del ojo en los objetos a mi alrededor. El gran sillón donde el hombre de la casa hacía sus cuentas, las pinturas con constelaciones, y la mirada avergonzada de mi madre. Siempre tímida, detrás del gran hombre.

Los padres se volvían duros porque nos querían, pero terminaban siendo crueles porque el amor se había dispersado. Los tratamos como esclavos muchos años, y cuando nosotros podíamos ser trabajadores, éramos echados al mundo real.

El olor era más intenso. Estuve pasmado, viendo los escritos que había estado escribiendo por años aunque mi padre dijera no tenía el talento. Los bocetos que había hecho cuando estuve aburrido, las hojas donde había derramado tinta, y las notas que había hecho para el ingreso a la universidad ese año.

No dije nada. Me callé.

Y en un arranque de ira, tomé solo mi mochila y me dirigí a la casa de mi mejor amigo y vecino: Andric. La única persona en la que podía confiar y nunca había hecho nada para lastimarme.

Parpadeé un par de veces, percatándome de que me había quedado dormido en uno de los ensayos generales de la obra. Sus ojos morados me veían inocentemente.

—Solo, solito Ethan. ¡Te has quedado dormido en vez de apreciar mi actuación! Me ha costado mucho. —Su tomó era entre pucheros y sarcasmo. Se apoyó contra el asiento trasero.

—Agh, metiche. Necesito dormir lo suficiente, deja de quejarte —murmuré irritado, elevando la mano con esfuerzo para mostrarle lo cansado que me encontraba—. Ven, te dejaré en casa. Es peligroso volver por las tardes.

—No te preocupes. Iré con alguien más.

¿Qué?

Mantuve la boca abierta. Mi posición era extraña, pues me estaba agachando para recoger unos papeles antes de detenerme de golpe. Necesitaba procesarlo.

El narrador que se enamoró de la protagonista. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora