Una chica de apariencia angelical llega a la mansión y con tan solo poner un pie en ella,ya pone la vida de todos sus residentes patas arriba.
Sigue la historia de Irina Romanov viviendo en la mansión Sakamaki mientras trata de llevar una vida norma...
—¿Y quién de ustedes se cayó más? —pregunté cuando todos habíamos salido de la limusina.
Ya las clases habían terminado y por ende ya estábamos en nuestro hogar, pero en la noche completa aquel tenebroso rostro no dejaba de invadir mi mente ya que no significaba nada bueno. Sin embargo, no podía sacar conclusiones apresurada y actuar ya que no tenía más pistas que aquel sombrío rostro.
—¿Pero es que tú no estás viendo Reiji? Tiene los lentes averiados :v —se burló Ayato haciéndome reír, pero automáticamente pare de hacerlo a sentir la intensa mirada del gafotas sobre mí.
—Creo que alguien quiere un duro castigo —susurró cerca de mi oído poniéndome los pelos de punta.
—No Reiji estaba jugando, me estaba riendo de Ayato cuando se cayó por décima vez—me excuse rápidamente observando como el pelinegro me miraba desaprobatoriamente —Con el látigo no, por favor :c —le rogué casi de rodillas a lo que él solo soltó un suspiro y paso por mi lado.
Todos entramos a la mansión charlando cuando una presencia abrumadora y reconocida choco conmigo, preocupada camine siguiendo la poderosa presencia hasta llegar a la sala en donde se encontraba la dueña de esa aura. Aquel cabello plateado y ojos azules llenos de odio y frialdad, aquella forma de hablar tan refinada...Era ella.
—¿Qué haces TÚ aquí? —pregunté molesta observando a la persona que controlaba a mi raza con puño de hierro.
—Visitar a mi persona favorita —contestó soltando aquella risita que tanto odiaba.
—¿Y desde cuando la gran Astrid Chzo tiene una persona favorita? —interrogue acercándome a ella con los brazos cruzados siendo seguida por los chicos quienes no decían ni una sola palabra.
—Desde el día que me hiciste aquel favor —habló la peliblanca cruzando sus piernas.
—¿Quién eres tú? —preguntó Shu con pereza mientras nos sentábamos en el sillón más largo de la sala.
—Así que no les has contado nada mi bella ave —afirmó Astrid antes de levantarse de su asiento —Mi nombre es Astrid Chzo,soy la emperatriz de βρόχο —se presentó realizando una pequeña reverencia antes de sonreír cálidamente
—Chzo, deja tu hipocresía de una buena vez y dime lo que quieres —exigí harta de ver el papel que se estaba montando.
—Siempre tan fría conmigo, tenemos años sin vernos Irina. ¿No podrías ser más cálida? —yo simplemente me quedé callada— Esta bien, si vine aquí para pedirte un favor. Una nueva guerra se ha desatado y necesito que dirijas a mi ejercito nuevamente a la victoria—
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—Aun piensas que puedes controlar a todos con palabras bonitas —opiné antes de soltar una carcajada —¿De verdad no hay nadie tan competente como yo para que tengas que venir rogándome? —pregunté burlonamente levantándome de mi asiento —Lastimosamente no estoy dispuesta a ayúdarte en la guerra que tu liberaste en busca de tu loca satisfacción por la destrucción y el poder, además de que me parece totalmente ridículo que luego de todo lo que me hiciste pasar seas tan sin vergüenza como para pedir mi ayuda —expliqué mirándola con asco—Así que Chzo resuelvan como puedan, porque a mí no vuelven a ver por allá —luego de decir aquello la sala quedo en total silencio.