𝑑𝑖́𝑎 𝟣𝟢

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Pisadas, quejidos, el olor metálico de la sangre llenaba sus sentidos por completo

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Pisadas, quejidos, el olor metálico de la sangre llenaba sus sentidos por completo. Sentía un extraño escalofrío recorrer todo su cuerpo.

¿Cuánto había pasado? ¿Años, meses?

Su mente estaba divagando entre tantos recuerdos, donde era casi costumbre sentir la sangre sobre su ropa. Donde pocos minutos después podía ver como finalmente esa pequeña alma crujía hasta convertirse en polvo.

¿Qué más daba? Eran seres inferiores. No valían la pena.

Aquel cuerpo arrastrándose cual cucaracha le causaba nauseas. Tan desagradable.

Tan débil.

—Sí que eres un dolor en el trasero, niña. Te advertí que te fueras desde el primer momento que decidiste enfrentarme. Tienes agallas, eso lo reconozco.

Simplemente en respuesta escuchó los alaridos y gemidos débiles de aquella humana. Su ropa estaba completamente destrozada, sucia y manchada de un líquido rojo que quedaba impregnado por el suelo de la plaza. Sus rodillas parecían severamente lastimadas, apenas podía respirar adecuadamente.

Los iris oscuros del esqueleto se elevaron del cuerpo, observando un número que se encontraba arriba.

12/52.

—Me sorprende la cantidad de love que has recolectado. Por un momento pensé que ibas a ser más astuta. —siguió buscando con su mirada algún punto en específico. Aburrido, llevó una mano hacia su boca limpiando su colmillo de oro. —Ya terminemos esto.

Sus pisadas alertaron a la castaña, la cual dio un grito más elevado que los anteriores. En un intento vano, tratando de alejarse lo más posible de aquel ser.

Aquello no lo detuvo, aplastó una de sus piernas sin pudor. Nuevamente un gemido inundo el silencio del lugar, haciendo eco.

—Ya muérete de una vez. —estaba cansado, era como una plaga que nunca terminaría. Elevó una de sus manos mientras aparecía un hueso afilado a sus espaldas, listo para ser encajado en la espalda de la joven.

Sin embargo, el golpe nunca llegó.

El hueso fue hecho polvo en cuestión de segundos.

Fell volteó con una clara molestia, observando su otro yo que se encontraba a escasos metros de su posición.

—Vaya, no te veo en días y te encuentro en esto. Heh, ¿no pierdes el tiempo, supongo? —el comentario solo logró tensar aún la dentadura del de Underfell. Girándose hacía su otra versión con claro desagradado.

—¡¿Qué mierda?! ¿Qué es lo que se supone que haces? —en un parpadeo, el iris de Sans se volvió a iluminar. El cuerpo de la castaña se levantó del suelo, quedando detrás de él. La encerró en una clase de jaula hecha de huesos y dio unos pasos hacia el de ropajes oscuros.

—Eso se supone que es lo que te tengo que preguntar a ti. —su semblante serio y para nada simpático de lo usual le causaba inevitablemente nervios. —¿Sabes qué es lo que sucedería si se enteraran que un monstruo mató a una humana? —hizo una pausa, notando como Red apretaba sus manos formando un puño.

—¡¿Y qué más da?! ¿Crees que está plaga no ha matado a más de uno de nosotros? No lo dudo. Piérdete.

—Nope, no me iré de aquí.

—¡Maldición! ¡¿Por qué tenías que ser TÚ el qué esté aquí justo en este momento?!

—Ah, ¿te molesta mi presencia, rojito?

—¡Cierra la puta boca, no eres más que una absurda copia!

—Heheh, amigo. Creo que estás diciendo la verdad, pero para ti.

—¡¡AGHH!! —ante tal grito de frustración, el de ropajes azules no pudo evitar salir a relucir su sonrisa característica.

Sin embargo, Fell es alguien perseverante y terco.

—Muévete de mi camino.

Con tal amenaza, Sans se encogió de hombros mientras miraba el cielo en un gesto despreocupado.

—Quítame si es lo que quieres.

No transcurrió mucho tiempo, ambos se encontraban en un contacto visual de manera intensa. El más testarudo no tardó mucho en invocar varios gaster blasters a sus espaldas. Estaba listo, no le importaba si tenía que matar a uno de su especie para dar justicia en aquel mundo podrido en el cual vivía. No iba a ser la primera vez.

El comediante no se movió de su lugar, esperaba lo que venía. Sé conocía, sabía muy bien que cuando algo se le metía a la cabeza no iba a detenerse. Y más cuando era sobre alguna injusticia sobre su gente.

—¡ALTO! —sin embargo, una voz chillona y conocida los hizo parar en el último segundo. Aquel pequeño con pañuelo de color azul agua lo identificaron inmediatamente. Se acercó, en modo de una muy adorable pared entre ambos individuos. —C-chicos... Ah, u-un momento. —se apoyó de sus rodillas, mientras recobraba el aliento. Aunque podía utilizar magia, no era muy diestro en ello y era más factible la vieja confiable.

—¿Blue? ¿Qué haces aquí? —pregunto el más vago, mientras su cuerpo se relajaba.

—Yo... —suspiro. —Supuse que esto pasaría, por eso estoy aquí.

—Espera... ¿Qué? ¡¿TÚ LO LLAMASTE?!

—F-fell... Lo siento, no tuve opción. Sabía bien que desde que te vi venir a esta dirección no iban a pasar cosas gratas.

Aquello lo dejo mudo, ahora él suspiraba mientras bajaba la guardia.

—Heh, estuviste en lo correcto. Estábamos a punto de...

—Sí, lo sé. —interrumpió el más bajo, con más que claro desánimo. —Pensé que, a pesar de no convivir por tanto tiempo éramos amigos. Y... ¡Los amigos no se lastimarían!

—Blue. —insistió el comediante.

—Lo sé Sans, el mundo en el cual vivimos no es perfecto, pero... Tenía fe que Fell iba a escucharte.

Esta vez fue el del universo original que mantuvo silencio mirando hacía el suelo.

—Él ha cambiado y lo sabes, no era como al comienzo y eso me alegraba.

—Blue, las personas no cambian de un día para otro.

Silencio. El de iris rojos chasqueo la lengua.

—Como sea, en pocos minutos no tardara en venir la policía.

—Mierda. —se quejó Red.

—Oh sí. Estás en problemas, copia.

—Cállate comediante de cuarta.

—¡Ya hagan silencio los dos!

Hicieron caso al más bajo, pero una pregunta los aterró:

—Chicos, ¿qué era lo que se suponía que había en esa jaula?

—Chicos, ¿qué era lo que se suponía que había en esa jaula?

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30 días de OTP! ¦  𝑘𝑢𝑠𝑡𝑎𝑟𝑑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora