XIII: Macchiato

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Caminaba sin rumbo en la tormenta de nieve, otra vez sentía las ganas de tomar mis maletas e irme, sentía una opresión en el pecho.

La idea cada vez me convencía más, pero recordé a Katherine. No me iría sin saber qué le sucedió. Sentía que con todo lo que he hecho hasta el momento no llegaría a nada, cada cosa que hice no llegaba a nada hasta que me fui de aquí. Pero para llegar a mi hermana tenía que quedarme sin importar qué.

En una cafetería me refugié, la gente me veía con disgusto, pues al abrir la puerta parte de la nieve entró conmigo. Un poco de miradas no me molestaba, sólo necesitaba algo que me ayudara a despejarme, me senté en la barra y pedí un café macchiato, la voz de la persona que me atendió me resultaba familiar. Vi a la empleada, era Courtney Miller, mi mejor amiga antes de que partiera.

-¡Vaya! No me esperaba volver a verte después de lo del aeropuerto.- Murmuró mientras tomaba mi orden.

-Era tiempo de regresar, supongo.- Respondí.

-¿Y qué tal tu regreso, lo estás pasando bien?-

-Para nada, acabo de darme un golpe jodido con la realidad.- Me extendió mi café, lo tomo con una mano y le pido una dona.

-¿Qué sucedió?- Me pregunta tranquilamente.

-Mi abuelo murió y como últimas palabras hacia mí me dijo que no puedo huir para siempre y que no haga promesas que no voy a cumplir.- El primer sorbo del café calienta mi cuerpo, me hace sentir aliviado, la leche le da un tono más suave.

-Creo que por fin te das cuenta de eso, Ken. Es una lástima que no hayas podido ver a tu abuelo, creo que esa noche no te despediste de nadie más que yo.- Los ojos verdes de Courtney me miraban fijamente hasta que otro cliente la llamó.

Mientras se alejaba la observé, se había puesto más hermosa. Aún conservaba su cabello castaño y corto, se veía feliz atendiendo el café de sus padres, conservaba esa postura tan fresca y esa sonrisa tan dulce...

Bebí un sorbo de café, ahora sentía ese matiz amargo, amargo como mis recuerdos. ¿Por qué no me di cuenta que era la cafetería de los Miller? En ese momento me sentía incómodo, Courtney parecía no tener problemas al verme, pero su mirada estaba inquieta, casi forzada a verse tranquila.

No pude hablar más con Courtney en ese momento, se acercó a mí y me pidió que la esperara hasta que cerrara el negocio.

Me senté en una mesa que daba hacia la ventana, la ventisca seguía muy fuerte. A pesar de mi incomodidad no podía irme, además le había prometido a mi amiga que la esperaría. Mi café se acabó rápido.

Las horas pasaron y la nieve cesó, muchos clientes se marcharon rápidamente, otros más llegaban. Hasta que dieron las 10 pm. Hora de cerrar.

Me acerqué a Courtney y me ofrecí a ayudarle a limpiar la barra, al menos le aligeraría un poco el trabajo.

-¿Cómo está tu hermana?- La pregunta me heló la sangre.

-Desaparecida, ¿No lo sabías?- Respondí.

Mi amiga se vio impresionada.

-Qué extraño, ella nunca haría algo así.-

-En un año, o en menos tiempo, las personas pueden cambiar demasiado.- Menciono.

-Eso lo sé, tú cambiaste en una noche.- Hizo una pausa- Y fue por mi culpa, ¿no es así?-

-Claro que no, tú sabes bien que no fue a causa tuya.- Sonrío al recordar.- De hecho fuiste de gran ayuda.-

-No quería que te fueras, ni siquiera lo creía posible, ¿sabes? Fue un golpe tan fuerte...- Las lágrimas de sus ojos ya no pudieron contenerse- Y aquí estás, un año después tan tranquilo como si no fuera nada extraordinario.-

-Courtney, no esperaba encontrarte esa noche en el aeropuerto.- Mi amiga se sienta en la barra, me ve y su rostro se ve confuso y molesto.

-¿Querías que no hiciera nada? Me parecía muy sospechoso verte salir en la noche con una mochila. Te veías sospechoso y decidido.-

-Olvidé que vives del otro lado de la calle de la casa de mi abuelo, realmente tampoco quería hacerte sentir mal.-

-Estaba tirando la basura cuando te vi y fingiste que no me viste, sabía que algo no estaba bien y tuve que pedirle a un taxista que siguiera a otro taxi para saber a dónde ibas... Y aquí estás.-

-Courtney, yo...-

-¿Por qué lo hiciste?- Me pregunta mi amiga, bajándose de la barra y viéndome directamente a los ojos. Un silencio inundó el local que ahora estaba completamente sólo y apagado, a excepción de la luz encima de nuestras cabezas.

-Lo siento.-

Querido KennethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora