I miss you.

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Veo a la chica pecosa de la cafetería extenderme el café y lo tomo junto con las donas. Mi teléfono comienza a sonar en mi bolsillo y hago una mueca, ella parece entender mi dilema y toma de nuevo el café para colocarlo en la barra.

—Gracias...

—Juls —sonrío y asiento.

—Gracias, Juls —saco mi teléfono del bolsillo de mi falda y lo enciendo.

«Faltan doce horas para tu cita, ¿cómo te preparas?». Envía Ashley y ruedo los ojos.

«Deja de interrumpir mi trabajo por estupideces». Respondo rápidamente y tomo de nuevo el café entre mis manos.

—Adiós, Juls y..., jamás dejes que tus amigas se metan en tu vida —digo en tono cansado y ella sonríe. Me dirijo al gran edificio donde continúa mi tortura y suspiro.

No sé en qué momento se me ocurrió decirle que sí. De ante mano sé que ésta noche podrían pasar demasiadas cosas, cosas de las cuales ni sé si estar preparada. El tipo con el que saldré es mi jefe, un hombre que me tiré luego de conocer en un bar, el protagonista de mis sueños eróticos y el hombre con más poder sobre mis hormonas. Claramente una cita con él debe ser como ir al matadero, lo peor es que iría al matadero con gusto.

En la adolescencia y actualmente siempre he sido la amiga que piensa demasiado las cosas. No soy de las que actúa y ya, de las que se deja llevar y ya. Nunca he visto correcto actuar impulsivamente, pero ahora, ahora yo soy la impulsividad hecha persona. Primero lo del bar y ahora lo de la cita, donde acepte como si nada. Mi mayor problema ahora es no querer cancelarla, es simplemente querer dejarme llevar, aunque ese «dejarme llevar», me pueda salir bien caro.

Me siento tonta y torpe por cada paso que doy, el tener que ver a Dereck aquí y saber que tendremos una cita hoy no ayuda a controlar en nada mis nervios, tampoco mis ganas de echarme a correr. Sin embargo, he tratado de conservar la calma y hacer mis deberes como si él solo fuera lo que es, mi jefe.

Mi sexy jefe.

Concéntrate, Ellizabeth.

Me regaño a mí misma por todo pensamiento indecoroso y camino firmemente hasta la oficina del jefe, toco la puerta y al escucharlo decirme que puedo pasar, lo hago. Está sentado de espaldas con la vista a la ventana y me aprovecho de eso para caminar rápidamente al escritorio y dejar las cosas allí.

—Amo esta vista —dice y me tomo el atrevimiento de observar también por la ventana.

—Es preciosa, una de las mejores vistas de la ciudad —lo escucho reír y se levanta de la silla. Camina más cerca a la ventana y señala la vista.

—Me gusta imaginar qué pasa ahora con todas esas personas. Quizá un enamorado pidiéndole matrimonio a la mujer de sus sueños por allí, una lesbiana diciéndole a sus padres que no son lo que ellos creían por allá, un hombre extrañamente atraído de una forma inexplicable por una mujer por acá —muerdo mi labio y él se da la vuelta, se dirige al escritorio y toma el café para darle un sorbo.

—Un hombre desolado con ganas de morir junto a su amada fallecida por un cáncer terminal por allí, una mujer llorando en la esquina de su habitación al enterarse que su prometido la engañaba con su mejor amiga por allá, una mujer confundida por los extraños sentimientos que puede tener por un hombre tan poderoso y puede que mentiroso por acá —él frunce el ceño y me encojo de hombros.

—Todos son escenarios tristes y sobre lo último...

—También hay mucha tristeza en el mundo, y uno nunca sabe con quien se junta —asiente lentamente—. ¿Algo más?

Club + 18 [Diosa#1] EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora