Día 12

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En la tarde estaba sentada en el sofá de la sala con palomitas de maíz en mis piernas, mientras hacía un maratón de mi programa favorito, American Horror Story. No había querido escribir ya que no había pasado nada fuera de lo común hasta hoy.

—Todos los monstruos son humanos —citó alguien una de las frases más icónicas del programa, me volteé para ver quién era. Gabriel.

—¿Te gusta? —le pregunté sorprendida, señalando a la televisión.

—Claro, es mi programa favorito.

Estaba sorprendida, no sé por qué, pero lo estaba.

—El mío también —dije asintiendo—, voy por el capítulo ocho de Asylum, es mi temporada favorita.

—¡La mía igual! —exclamó—. No entiendo a la gente que dice que es una mala temporada.

—Yo tampoco, seguro lo dicen porque no han visto Freak Show; no sé tú, pero yo la detesté.

—Igual yo —rió— Pero es la última temporada donde Jessica Lange tuvo un papel principal, y la serie no volvió a ser la misma desde que ella se fue.

—Concuerdo —hablé sonriendo. Me parecía lindo hablar con él, no sólo de American Horror Story, Gabriel me parecía agradable—. La verdad no tengo mucha gente con la cual hablar de ella, mis dos mejores amigos dicen que no tiene sentido.

—Bueno, si quieres hablar con alguien aquí estoy —Sonrió, en serio que sonreía muy lindo—excepto ahora, tu mamá me mandó a hacer algo en el jardín.

—No te preocupes —dije—, adelante.

Me regaló una sonrisa de boca cerrada y lo vi irse ¿Por qué se me hacía tan interesante?

****

Más tarde; Veronica, Tyler y yo habíamos hablado para ir a Santa Mónica a pasar el rato. Amaba Santa Mónica, los mejores atardeceres los podías ver allá y ver a todo tipo de gente.

Tyler se tuvo que ir temprano ya que tuvo que ayudar a su mamá con algunas tareas en su casa. Por lo tanto, Veronica y yo estábamos escuchando a un grupo local que sonaban bastante bien, cuando la comenzaron a llamar.

—¡Agh! —exclamó rodando los ojos al ver de quién era la llamada —, es papá; quiere que regrese.

—¿Por qué? —inquirí—, el atardecer fue hace menos de una hora; no es tan tarde.

—Porque unos amigos suyos le hablaron de un secuestro que ocurrió aquí hace 11 meses, y ya cree que me van a raptar o algo así —me explicó mientras su teléfono seguía sonando—, le voy a trancar.

—¡No! —La detuve.

—No te quiero dejar sola.

—Y yo no quiero que te metas en problemas con tu papá por mi culpa.

Pareció pensarlo un momento.

—¿Estás segura? ¿Qué vas a hacer? —preguntó.

—Llamaré a mamá para que venga por mí, no te preocupes.

Suspiró para luego asentir. Llamó a su papa y llego dos minutos después de la llamada, aparentemente sabía que Veronica le iba a contestar.

Me senté un rato en sola en la playa mientras comía un helado. En realidad no quería que se fuera, pero ser odiada por el papá de Veronica no era una opción tampoco. Era algo estricto.

—¿Mia? —preguntó alguien a mis espaldas. Gabriel se encontraba vestido con una camisa sin mangas negra y unas bermudas del mismo color, mientras que sus zapatos deportivos eran color gris.

—Hola Gabriel —le sonreí. Desvié la mirada rápido para que no se diera cuenta de que estaba viendo sus brazos.

—¿Estás sola? —me preguntó con el ceño fruncido.

—N-no —titubeé—, digo sí; es decir, no —¿Por qué estaba nerviosa?—. Vine con unos amigos, pero tuvieron que irse por compromisos, ya mamá viene por mí.

—¿Te molesta si me siento contigo?

—Para nada —Espero no haberme visto tan emocionada como lo estaba.

—Adivino —Fue lo primero que dijo cuándo se sentó a mi lado—, se fueron por sus papás.

—Así es, desearía tener tu edad; trabajas, estás por tener un título universitario y eres independiente.

—Ésta edad está muy sobrevalorada —dijo Gabriel—. No diré que hay más libertades y beneficios, pero cada etapa tiene sus pros y sus contras.

—¿Cuáles son los contras de tener 23?

—Primero, trabajar es una mierda.

No pude contenerme, estallé en risas. No le había escuchado ninguna grosería, y sonaba chistoso viniendo de sus labios.

—Y en segunda —continuó Gabriel, cuando terminó de reír conmigo—, a veces sientes mucha presión por tantas responsabilidades. A veces sólo quieres dejarlo todo para siempre y vivir saliendo, haciendo estupideces y conociendo a un montón de gente nueva; tener dieciséis te da esa oportunidad

—Eso último siempre se me ha dificultado, soy algo timida.

—¿De veras? —Parecía extrañado por ese dato de mí

—Conozco a un montón de gente, por mis amigos; pero ellos dos son todo lo que necesito -mi semblante se empezó a poner algo triste —. Sinceramente, no sé muy bien cómo hablarle a gente nueva, Veronica y Tyler siempre me han ayudado en eso.

No sabía porque me estaba sincerando tanto, pero no me sentía mal por ello. El estar al lado de Gabriel se sentía muy bien, su presencia me provocaba cosas que no sé muy bien cómo explicar. Pero algo me decía que era... ¿Confiable?

—No te sientas mal por eso —dijo—. No es necesario estar rodeado de gente para estar bien, en realidad, las personas apestan.

Sonreí de boca cerrada, me parecía lindo que tratara de animarme.

—Y... —comencé—, ¿Cuál es la tercera peor cosa de tener 23?

Se quedó pensándolo un rato, parecía que estaba meditando su respuesta.

De repente mi celular sonó. Lo saqué de mi bolsillo y vi quién era.

—Es mamá, dice que está en una esquina de la playa.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó dispuesto a levantarse.

Lo pensé con rapidez, y la verdad no creía que a mamá le gustaría verme con su empleado (Eso se lee muy extraño).

—No, puedo ir sola, gracias —dije cuando me levanté

Me despedí de Gabriel y luego fui hacia el auto de mamá.

Cada día que pasa, siento que Gabriel me cae mejor.

80 Días de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora