Día 59

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Canción: Two of Us - Louis Tomlinson

Un mes.

Un mes desde aquella noche.

Un mes desde aquel beso.

Un mes desde aquellos gritos.

Un mes desde aquel golpe.

Un mes sin mi mejor amiga.

El día después del beso con Veronica amanecí en el hospital, totalmente confundida. Mi madre y mi abuela estaban conmigo. Sus rostros expresaban miedo puro.

—¡Mia! —exclamó mi abuela cuando abrí los ojos, mi madre estaba detrás de ella.

—Abuela... —comencé, pero me toque la frente debido al fuerte dolor de cabeza que tenía, y me di cuenta de que tenía una gran venda en mi cabeza.

—Tranquila, Mia —dijo mi mamá, acariciándome el hombro.

—¿Q-qué fue lo que paso? —Fue lo que salió de mis labios, pero en realidad tenía muchas dudas.

"¿Cómo llegué aquí? ¿Dónde está Vee?".

Y aún más importante, "¿Dónde está su padre?" En la cárcel, esperaba.

Mi abuela miró a mi madre y le dio un asentimiento, queriéndole decir "explícale tú".

—Hija, anoche fuiste atacada.

—¿Qué? —dije.

—La policía aún no sabe quién fue —Yo sí lo sabía—.Te encontraron a ti y a Veronica en una cañada con un gran golpe en la cabeza. Estabas derramando mucha sangre, te dejaron inconsciente, y...

—¿Dónde está Vee? —la interrumpí.

Mi mamá y mi abuela se miraron, nerviosas.

—¡Hablen! —grité.

—Mia —habló mi abuela—, Verónica estaba muy grave, no pudieron hacer nada —Mi alma se destrozó—. Lo lamento, ella murió.

Muerte. Una palabra tan corta, pero que duele más que cualquier otra.

El funeral se realizó tres días después de aquella mañana del hospital. Tyler, a mi lado, no paraba de llorar. La madre de Veronica, que tanto la amaba, se le había roto el alma; con sólo su incesante llanto sabía que prefería que fuese ella la que estuviese en esa tumba. No Vee.

Desde entonces no he tenido ánimos de prácticamente nada, cada día sin Vee ha sido tan monótono. No he hecho nada interesante y apenas sabía que este diario existía. Mi mamá hace poco me había dicho que Veronica quisiera que hubiese seguido con mi vida. No lo dudo. Estoy muy segura de que, si pudiese, saldría de la tumba y me arrastraría a la primera fiesta que encontrase. Pero dolía tanto su muerte, que no sabía cómo continuar.

No había pasado nada fuera de lo común como para ser escrito. Hasta hoy.

En la tarde decidí vestirme con un suéter negro, unos jeans y unas converse para ir a casa de Vee. Aún había algo que debía hacer.

Salí de mi casa, había demasiada humedad, no debí ponerme este suéter porque me estaba asando. Cuando llegué a casa de Vee, fue su madre quien me abrió. Ella es delgada y al igual que su pelo, sus ojos son oscuros, que se llenaron de lágrimas en cuanto me vio. Sin aviso, me dio un cálido abrazo, el cual no rechacé.

Me invitó a tomar una taza de café. Estábamos en el comedor, y hubiese sido placentero de no ser porque su esposo estaba ahí. Albert, porque no merecía que lo llamara papá de Veronica, tomaba café y llevaba una cara que no mostraba ni compasión, ni felicidad; era terroríficamente taciturna.

80 Días de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora