Aún no puedo creer lo que acaba de pasar. Quise escribir lo de ayer rápido para contar lo de hoy, pero creo que me dejé llevar.
Primero, quiero informar que hoy cuando me desperté, hablé con Candace por Whatsapp. Estaba bien. Me dijo que sus amigos la estaban visitando frecuentemente para ver como se sentía, estaba intentando retomar su vida, y que se estaba mejorando de los moretones, cosa que me alegró mucho.
Gracias a Dios, Buda y cualquier otro ser omnipotente, no tenía resaca cuando me desperté, no había quedado residuos de lo que había ingerido la noche anterior. Estaba perfectamente bien. Mientras que Vee… Bueno, era otra historia.
Vee se quedó a dormir en mi casa, le presté una de mis pijamas y durmió a mi lado. Puesto que, si sus padres la hubiesen visto en el estado en el que se encontraba, probablemente la hubiesen llevado a un reformatorio. O a una escuela de monjas.
—Mia, ¿Ya terminaste los panqueques? —preguntó casi en un susurro. Estaba acostada en mi cama, debido a que le dolía la cabeza. La resaca que tiene debe ser mortal.
—Sí, ya deben estar —le respondí—, vuelvo enseguida.
—¿Le podrías poner crema batida, por favor? —pidió, con los ojos cerrados.
—Está bien —dije, entre risas.
Bajé y efectivamente ya estaban listos. Los saqué del sartén y antes de echarles a los panqueques, comí yo primero crema batida directamente del frasco.
La cocina de mamá no era enorme, pero para que sólo viviera ella ahí (y yo algunas veces), era más que suficiente; las paredes eran blancas, los gabinetes eran plateados, y encima del lavaplatos había una ventana que mostraba el pequeño patio, la cual hacía ver el lugar más espacioso y dejaba entrar la luz del salón. Aunque la casa de mamá nunca me ha parecido fea, si he creído que es muy pequeña; lo que me pone triste, ya que trabaja bastante, así que creo que merece más.
Me percaté de que en la encimera de la cocina se encontraba un periódico; en él, se hallaba redactada la noticia del secuestro de Candace. Vee y yo sabíamos que eso iba a pasar, pero los oficiales nos aseguraron que, por nuestra seguridad, no darían nuestros nombres a ningún medio de comunicación.“Joven de quince años, sobreviviente del infierno de 'La Magda'” Era el título de la noticia, seguido por un texto donde explicaban los sucesos de ese día; decían también que, “La Magda”, era el nombre de la red de trata de blancas más grande de Estados Unidos.
Ni Vee, ni yo quisimos saber mucho al respecto, por miedo a sentirnos involucradas, pero supimos que la búsqueda de los proxenetas líderes de ese negocio, se había vuelto bastante complicada. La verdad no entendía muy bien que era la “trata de blancas”, nos habían dado clases al respecto, pero ya no las recordaba muy bien.
Escuché unos pasos detrás de mí y pensé que era mamá, pero no. Era Gabriel. Traía puesta una sencilla camiseta blanca de algodón, unos vaqueros y unos zapatos deportivos negros; mientras yo traía puesta una camiseta blanca sin mangas, con un estampado del logo de Green Day, y unos leggins negros.
—Hola —saludó, se cruzó de hombros y se apoyó en el umbral de la cocina.
—Hola —dije yo.
—¿Cómo les fue ayer?
—Increible —respondí—, Vee terminó vomitando afuera del lugar.
—¡Wow! —exclamó Gabriel alzando las cejas— debió ser épico.
—Así fue, debí grabarlo y subirlo a Youtube.
Esto último hizo que él se riera.
—¿Tu mamá sospecha? —Preguntó.
—No, le dije que fuimos a una fiesta con Tyler y que se volvió algo loca. Se molestó porque no le dije nada —me encogí de hombros—, pero no fue gran cosa.
En realidad, mamá si me había dado un sermón sobre que tenía que avisarle a dónde iba y esa clase de cosas, pero no quería preocupar a Gabriel en lo absoluto.
—Bien hecho —me dijo Gabriel, asintiendo.
—Gracias.
Me voltee para preparar los panqueques, cuando Gabriel me volvió a hablar.
—Pensé que te habías ido con ese chico—dijo serio.
No sabía si lo estaba imaginando. ¿Gabriel Motters me había estado espiando? Obviamente se refería a Alejandro, el chico con el que bailé ayer bajo los efectos del alcohol en el club, y con quien casi me beso mientras bailábamos en medio del lugar.
—No, no me fui con él —negué— ¿Me viste con él?
—Me preocupé, quería ver si te habías ido y te vi con ese chico; perdona—Hizo una mueca, como si hubiese dicho una estupidez—. Soy un imbécil, lo lamento.
—No, está bien—lo detuve— Es lindo que te preocupes.
Cambió su semblante serio por una sonrisa. Y yo volví a comer crema batida del frasco.
—Si tu madre te ve haciendo eso te asesina —dijo Gabriel entre risas.
—Lo sé —le dije riéndome—, ¿Se nota mucho? —pregunté, ya que sentía un poco de crema en mi mejilla.
—Sí —dijo acercándose—, tienes algo aquí.
Gabriel, sorprendiéndome totalmente, con su suave dedo agarra un poco de crema que había quedado en mi labio superior. El toque de su índice en mi labio causó una chispa en mi interior. Acto seguido, mete su dedo en su boca, causando que todo dentro de mí se estremezca y rezo por no estar sonrojándose. Si hubiese caído un meteorito, hubiese pasado un tsunami, o si los extraterrestres hubieran llegado para dominar la tierra, no me hubiera dado cuenta. Ya que mi atención estaba totalmente enfocada en la persona en frente de mi.
—Listo, no tienes nada —me dijo con una sonrisa que si no era de picardía, no sé de qué era. Sus ojos azules recorrieron mi cuerpo, al mismo tiempo que sostenía su la sonrisa que cargaba.
—Adiós, Mia —se despidió, su voz sonó más gruesa que de costumbre.
—Adiós, Gabriel —hablé, aunque sonó más como un suspiro.
En cuanto salió por la puerta, terminé de hacer el desayuno y subí la comida de Vee junto con la mía a mi cuarto.
Y aquí estoy escribiendo, aún impactada por lo que acaba de pasar.
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80 Días de Verano
Teen FictionCada día es un nuevo capítulo... ¿Lo vas a desaprovechar?