Canción: idontwannabeyouanymore - Billie Eilish
Estaba muy confundida ese día. Después de lo de Gabriel y lo de Carlos, sabía que debía decidirme; pero era tan complicado. Ambos me gustaban porque eran completamente distintos. Gabriel, con sus palabras prudentes y sabias, como me gustaba la persona que era con él, salvaje y arriesgada, su pelo claro y sus ojos grises. Y Carlos; con su peculiar humor, su libertad para decir las cosas, como me hacía reír y sentirme cómoda, su pelo oscuro y sus ojos miel. Era como decidir entre el cálido día y la hermosa noche.
En menos de dos semanas debía empezar las clases, y vinieron a mi mente todos los recuerdos de estas vacaciones. Algunos buenos y otros malos. Quería distraer mi mente, así que, entré en el cuarto de mi madre y busqué en su baúl unos álbumes con fotos mías de pequeña. Quería recordar cuando la vida era más fácil; la única preocupación que recordaba tener, para ese entonces, era aprenderme todas las canciones de Hannah Montana.
El baúl era pesado a la hora de abrirlo. Usé mis dos manos para alzar la tapa, y en ese intento, accidentalmente, terminé tirándolo al suelo, cayendo con él todo lo que estaba adentro; libros, álbumes, unos cuadernos, viejos casetes, papeles, un arete...
Y algo me paralizó.
El dorado arete rodaba en el suelo, como si intentara llamar mi atención. Cuando finalmente dejó de rodar y descansó en el suelo, entendí que...
Yo ya había visto ese arete antes.
Lo agarré del suelo y traté de recordar dónde lo había visto. Y recordé.
“Mientras lloraba pateé todo lo que estaba en la habitación, papeles, relojes, un arete, anillos, zapatos...”
Éste era el mismo arete que estaba en la habitación de mi padre cuando murió. A mi lado había unos papeles donde aparecía el nombre de mi papá, y sin pensarlo dos veces los leí.
“En el presente documento se afirma que toda la herencia del Licenciado en contaduría, Ronald Stewart, será entregada a la hora de su muerte a su única hija: Mia Theresa Stewart”
Sabía que era así. Yo había heredado la fortuna de mi padre. Sin embargo, aún no era mayor de edad así que ese dinero los tenía, por el momento, mi abuela.
Pero no entendía por qué mi mamá tenía una copia del testamento de mi padre, si ella ya no tenía nada que ver con él.
A menos que...
No.
—¿Qué estás haciendo Mia? —La voz de mi madre me había asustado, La miré atónita un segundo.
—Sólo buscaba...
—¿Podrías volver a tu cuarto? —me interrumpió; su mirada era fría y el tono con el que se dirigió a mi fue descortés. Mamá nunca me había hablado de esa manera.
—¿Qué es esto mamá? —Decidí preguntar, alzando los papeles del testamento e ignorando su pregunta.
—Nada. Guárdalo todo ahora. —exigió.
—¿Por qué?
—Guardalo —Volvió a exigir, haciendo crecer mis sorpresa. Ésta vez fue una orden
—Quiero que me expliques —dije, agitando los papeles en mi mano.
—Obedece, Mia.
—Si no me dices llamaré a la policía —la amenacé.
Mamá (al igual que yo) quedó asombrada por mi amenaza.
«¿Yo amenazando a mi madre? —me pregunté—¿Qué me pasaba? ¿Qué hice con la otra Mia?»
Ella respiró hondo, exhalo y me miro fríamente. El rostro que en un pasado me regalaba amabilidad, ahora estaba molesto y parecía que sentía… ¿Desprecio?
—Ya sabes que mucho dinero no tengo —dijo—. Trabajo, y trabajo, y aun así no tengo ni la mitad de dinero que tenía tu padre. Una vez recordé que me había puesto en su testamento, así que...
—No... —exclamé, casi en un susurro.
—Entré en su casa y...
Salí corriendo hacia la puerta, pero ella fue más rápida que yo; me agarró fuerte por el brazo y me volteó par que la mirara a la cara.
—¿No querías escuchar? —preguntó, con un tono burlón—¡Lo maté Mia!, ¡lo maté! —repitió, hiriéndome—, con una daga y cuando me regrese se me cayó un arete
—¿Cómo pudiste mamá? —Pregunté llorando, cuando logré zafarme de su agarre —,sabias lo mucho que me iba a doler.
—¿Crees que tú me importas? —preguntó con desespero.
No podía hablar en serio. Esa no era la mujer que me vestía de princesa, la que me compraba películas de Barbie y la que yo tanto amaba.
—¿Qué? —pregunté, aunque fue más un suspiro que una duda.
—¡Me embaracé de ti a los 17 años! —gritó— ¡Me desgraciaste la vida! Por ti perdí a Harrison. Debí haberte abortado —siseó—, pero la perra de mi madre no me dejó.
—¡Basta! —grité llorando.
—La otra razón por la que no te deseché fue porque pensaba que así tendría todo el dinero del imbécil de tu padre. Pero en cuanto nos divorciamos ¡Cambió su puto testamento, el desgraciado! —volvió a gritar.
—¡Te odio, Mamá! —le grité. Pero sabía que me estaba engañando a mí misma.
—Tambien yo —Asintió, mientras se acercaba cada vez más a mí —,pero si te sirve de consuelo... —continuó mientras sacaba un cuchillo de su jean azúl —Ya te reencontrarás con ese maldi...
El sonido de un disparo retumbó en la casa, mi mamá cayó de lado y un hueco rojo se había hecho en su brazo.
—¡Mamá! —grité cuando la ví en el suelo. Y antes de que pudiera hacer cualquier cosa, sentí un fuerte golpe en la cabeza, que hizo que me sumergiera en la oscuridad.
Me sentí como Alicia, cuando cayó en un agujero persiguiendo a un conejo y se adentró en la penumbra de una madriguera. La diferencia es que ella se introdujo en esa oscuridad por voluntad propia, a mí me obligaron a entrar en ésta.
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80 Días de Verano
Teen FictionCada día es un nuevo capítulo... ¿Lo vas a desaprovechar?