Día 60

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Canción: TouchDaughter

Estaba completamente pasmada y aterrorizada por los acontecimientos de ayer. Pasmada por el beso con Gabriel, un hombre 7 veces mayor que yo; si mi mamá se enterara de algo como esto, me mataría. Y seguía aterrorizada por la amenaza del padre de Vee, ¿Como una chica tan buena podía haber sido hija de una bestia como él?

Intento dejar de darle tantas vueltas al asunto, para poder hacer mis necesidades básicas. Me cepillé los dientes,  me peiné y bajé a la cocina por mi desayuno, aún con mi pijama puesta.

Y ahí estaba Gabriel, viendo la primera temporada de Stranger Things en el televisor de la sala. Llevaba una franela gris, unos jeans negros y unos zapatos deportivos del mismo color. De repente, no tenía hambre, así que me acerqué lentamente a él; en cuanto me vio, me dio un tímido hola y una incómoda sonrisa. Obviamente no se sentía cómodo por lo de ayer,  pero igual quería que todo siguiese normal. Entonces, le pregunté:

—¿Puedo sentarme? —Él asintió, me senté en el sofá con él, después de un rato de silencio decidí hablar otra vez— ¿Qué haces viendo ésta serie acá? No es que me moleste —dije apresurada —, pero me parece curioso. Eso es todo.

—Están reparando el internet en mi casa, y tu mamá no tuvo problema en que usara su televisor. Y, bueno… — habló mirando el televisor

—Ya veo —dije. No podía más. Tenía que hablarlo—. Gabriel, yo...

—Mia, te agradecería que mejor no habláramos sobre lo que pasó ayer —dijo, pero no parecía muy convencido de lo que decía—, ya pasó lo que pasó y no podemos revertirlo—finalizó encogiéndose de hombros.

—Concuerdo con eso —Asentí.

—Intentemos llevarlo con calma, ¿Sí?

—Sí, está bien. —respondí.

Aunque el capítulo que estábamos viendo no tenía nada de romántico, me sentía extrañamente feliz de estar cerca de Gabriel. Cosa que me alegró y me preocupó. Y más cuando inconscientemente nos acercábamos el uno al otro.

—¿Tu abuela sabe que ves estos programas? —le pregunté aun viendo el televisor. El silencio que había entre nosotros comenzaba a ser incomodo; así que pensé que entablar una conversación sería lo mejor.

—Sí y dice que no hay cosa más rara y fea que estas series.

Me reí, porque eso sonaba totalmente a algo que mi abuela también diría.

—Puedes ver esto conmigo siempre —dije volteando a verlo, y cuando lo hice, me di cuenta de que nuestras caras estaban muy cerca. Eso me puso algo nerviosa—, s-si quieres... —continué, titubeando.
¿Qué cosa tenía Gabriel, que ahora lograba ponerme nerviosa?

Estábamos muy cerca y me gustaba esa cercanía. No voy a negarlo. Y al igual que él conmigo, yo lo único que podía mirar eran sus labios.

—Mia… —Salió de sus labios, en un tono casi inaudible.

—Gabriel —dije para que supiera que lo había escuchado.

—¿Recuerdas cuando hablamos en Santa Monica? —me preguntó mirándome fijamente. Yo asentí—, ¿Sabes cuál es la tercera peor cosa de tener 23?

—¿Cuál? —Inquirí. Ansiaba por saber la respuesta.

—Reprimir impulsos.

De todas las cosas que podían salir de su boca, esa fue la última que pensé que saldría. ¿Qué pensaba? Un millón de cosas. Por un lado, Gabriel me atraía como si yo fuera un metal y él un imán; nunca había tenido algo con alguien tan mayor, y eso me confundía. Y por el otro, mi moral se veía perjudicada; sabía que no era correcto, ni estaba bien visto, el estar con una persona que te llevara tantos años de diferencia. Pero decido dejar que mi moral no sea quién controle ésta situación

—No lo hagas —dije

Me miraba atento, como si supiese lo que pasaba por mi mente. Sabía que podía parar lo que estaba pasando, pero algo en mi interior me decía que no lo hiciera.

Me separé solo unos milímetros. Pero antes de que pudiese retroceder otro poco, posé mis labios sobre los de Gabriel. Sabía que lo había tomado un poco de sorpresa, pero él tampoco me detuvo. La forma en que sus labios conectaban con los míos me parecía simplemente hermosa. No sabía que pasaba, ni que sentía, cuando Gabriel empezó a inclinarse cada vez más, haciendo que quedara totalmente acostada en el sofá, con él besándome encima de mí.

Se sentía tan incorrecto; y creo que era eso lo que más me gustaba.

La puerta trasera se abrió, pisadas venían de la cocina. Pensé que era mi fin. Nos separamos rápidamente, no obstante, ya habíamos sido descubierto.

—¿Mia? —Era Tyler. Debí saberlo, yo le di una llave para que pudiese entrar por la puerta de atrás cuando quisiera —, ¿Qué pasa? —preguntó, frunciendo el ceño.

—N-nada – le dije, levantándome totalmente del sofá y arreglándome un poco. Sé que no me cree. Me conoce perfectamente como para saber que estoy mintiendo —
¿Qué haces aquí?

—Pues, quería preguntarte si querías salir a caminar mañana conmigo, ¿Está todo bien? —Sabía muy bien a lo que se refería con esa pregunta. Su mirada iba hacia Gabriel, el cual sabía disimular muy bien. Estaba viendo la televisión como si nada hubiese pasado.

—Sí, claro, mañana, me parece genial —dije con una sonrisa que inspiraba cualquier cosa, menos confianza.

Intento hacer el ambiente menos pesado diciendo:

—¿Ya conoces a Gabriel? —pregunté, y por las miradas que recibí, supe que había tomado por sorpresa a ambos chicos—. Tyler, te presento a Gabriel. Trabaja para mi mamá

—Mucho gusto  —habló Gabriel, levantándose del sofá y extendiendo la mano hacia mi mejor amigo.

—Igualmente —dijo Tyler, pero su mirada delataba que Gabriel no le había dado una muy buena impresión— Me voy, Mia —habló dirigiéndose a mi— Cuídate.

Hizo énfasis en el “cuídate”. Nos dio una última mirada a Gabriel y a mi. Para luego irse por la puerta de atrás. Me quedo paralizada. El silencio que quedó, después del sonido de la puerta trasera al cerrarse, me abrumó. Decidí irme a mi cuarto, sin mirar a Gabriel. Estaba algo avergonzada… Y preocupada. Sigo un poco así, pero no sé si debo estarlo

¿Debería preocuparme?

80 Días de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora