Día 17

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Las campanas de la iglesia sonaron, anunciando el mediodía, mientras yo entraba a la librería. Hoy, mamá me dio algo de dinero para poder comprar un libro en una librería que queda cerca de mi calle. La tienda de libros era blanca y muy grande, llena de múltiples estanterías muy altas llenas de libros de distintos colores, tamaños, idiomas y autores.

El problema fue que era mi primera vez en esa librería y estaba algo perdida, llevaba ya quince minutos en ese lugar y aún no encontraba el libro que quería. "¿Te ayudo?" me preguntó una voz a mi izquierda mientras estaba en frente de uno de los estantes; cuando me voltee, vi que era Carlos, sentí mis mejillas ponerse color rubí.

Aun sentía mucha  vergüenza por lo de ayer y no me había disculpado.

—¿Te ayudo? —me preguntó otra vez, alzando las cejas.

—Sólo estoy buscando un libro —le dije, encogiéndome de hombros.

—¿Cuál? —Frunció el ceño.

—"El Diario de Ana Frank"

—No lo conseguirás aquí —me dijo moviendo la cabeza de lado a lado.

—¿Por qué no?  —inquirí.

—Porque estás en la sección de "Educación Sexual" —dijo señalando arriba en el estante donde había un letrero que decía, en efecto, "Educación Sexual".

Eso explicaba porqué en frente de mi estaba un libro que se titulaba "¿De dónde vienen los bebés?". Me sonrojé un poco, otra vez, por lo cual él se rió.

—Ven conmigo, está en la sección de "Novela Juvenil" —me dijo, dirigiéndose hasta el otro extremo de la librería; yo iba detrás suyo, siguiéndolo.

Esta tarde, Carlos llevaba puesto un pasamontañas negro, que combinaba con el resto de su ropa, que también era oscura. Nunca lo he visto con un color claro como naranja, amarillo o celeste; y hasta ahora me cuesta mucho imaginármelo vestido así.

Me di cuenta de que su piel estaba unos tonos más bronceada, debía haber estado saliendo mucho durante estos días; quiero acotar que en serio envidio a esas personas que logran el bronceado tan deseado que te ofrece el sol de Los Ángeles, y de California en general, porque yo nunca dejaba de ser más blanca que Casper y Bella Swan juntos.

El pasamontañas negro de Carlos seguía llamando mi atención, ya que ese color hacía que sus ojos se viesen más brillantes; les daba un toque de dorado aún más intenso y parecía que en ningún otro lugar de la galaxia iba a encontrar otros igual.

—Aquí tienes —me dijo, entregándome el libro y sacándome de mis pensamientos; El Diario de Ana Frank era más delgado de lo que pensé, era de un color verde menta y llevaba una ilustración muy chistosa de ella y, los que parecen ser su familia, en la portada.

—Gracias, Carlos —le dije con una sonrisa de boca cerrada.
Sabía que debía disculparme.

Nunca he sido fanática de pedir disculpas, a pesar de que, por culpa de mi torpeza, a lo largo de mi vida haya tenido que pedir muchas; pero sabía que era lo correcto. Así que respire hondo y continué diciendo:

—Y lamento mucho lo de la fiesta de Tyler, solo quería molestar a Julio; sé que eso no es excusa porque te utilicé, cuando no eres un objeto. Fui totalmente egoísta y no debí hacerlo, discúlpame, en serio.

Dio un largo suspiro e infló sus cachetes, acción que, ahora que lo recuerdo, se vio muy tierna en él.

—Está bien —dijo al fin—, te perdono.

—¿De veras? — pregunté.

—Sí —Dijo, asintiendo y con una sonrisa de boca cerrada que hizo que se le marcara un hoyuelo.

—Me alegra, gracias y te prometo que no volverá a pasar nada así. —le aseguré.

—Está bien, no te preocupes —asintió—, confío en ti.

El alivio que me dio saber eso, es indescriptible. Luego de eso, decidí que tal vez debíamos cambiar del tema.

—¿Ya lo leíste? —le pregunté señalando el libro.

—Claro.

—¿Es bueno? —inquirí.

—Por supuesto; mi parte favorita es cuando Ana cuenta como se besa con su amiga —dijo guiñándome un ojo.

Rodeé los ojos sonriendo, mientras él también sonreía.

—Gracias, otra vez, por lo del libro —le dije a modo de despedida —. Hubiese estado tres horas buscándolo, de no ser por ti.

—Cuando quieras, Mia —Contestó con una amigable sonrisa.

Se veía lindo cuando lo hacía, creo que me gustaba verlo sonreír.

80 Días de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora