Día 77

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Canción: Be Still - The Fray

Día 77
Había soñado que un ángel que venía a rescatarme, que había hecho una especie de abertura en el cielo para poder bajar a la tierra con mayor facilidad. Cuando llegó hacía mí, me cargó y luego, con sus enormes alas comenzó a volar; miré hacia la mansión de los Magda, se veía diminuta desde aquella altura. Mientras el ángel me llevaba al cielo, me tomé el tiempo de ver su rostro, siempre me habían dicho que los ángeles eran perfectos y de caras hermosas y cuando vi al ángel... Me di cuenta que llevaba el rostro de Carlos. Así que era cierto.

Porque a mis ojos él era perfecto.

Cuando desperté, vi un techo blanco encima de mí; la habitación donde me encontraba contaba con paredes de color gris pálido, olía a amoníaco, sentí un frío abrazador e inmediatamente supe que estaba en el hospital. Por la ventana que estaba en frente de mí, noté que ya estaba oscuro, las estrellas brillaban, y las ventanas de los edificios de la zona alumbraban, por lo que calculé que eran aproximadamente las nueve de la noche.

A mi derecha, se hallaba una máquina de la cual salían unos tubos que conectaban con mis brazos; yo traía una bata blanca encima, y sentía algo pegado a mi pierna. A mi izquierda, tenía a mi abuela, Sarah. Se veía un poco más pálida y más vieja que la última vez que nos vimos, sus ojos estaban aguados y pude ver círculos oscuros debajo de ellos.

—¡Mia! —exclamó, sonriendo y acariciando mi pelo—, gracias a dios despiertas ¿Cómo te sientes?

—Un poco débil —respondí con una mueca en mi cara— ¿Cómo llegue aquí?

—El padre de Carlos utilizó su radar para encontrar su carro —me explicó—. En el momento en que llegaron a la mansión, sabían que era de algo relacionado a los Magda; cuando te encontraron estabas tirada en el césped del jardín. Estamos en Maine, Oregon —Eso explicaba por qué no reconocía éste hospital de ningún lado. Ya no estábamos en California—. Llamaron a la ambulancia, y los trajeron a ti y a Carlos al hospital más cercanos.

“Carlos”. Pensé en él y comencé a preocuparme.

—¿Dónde está Carlos? —pregunté.

—Aún dormido —dijo mi abuela—, pues, le colocaron una anestesia. Afortunadamente, lograron quitarle la bala, y su daño fue leve; igual que el tuyo. De momento, él traerá un vendaje en su abdomen y tu tendrás un vendaje en la herida de tu pierna —Ahora entendía el material que sentía en mi pantorrilla izquierda.

—¿Él no era el niño que te molestaba en primaria? —preguntó mi abuela con el ceño fruncido.

—Sí —dije, mientras mis mejillas se ruborizaban.

—Fue muy valiente de su parte haber ido por ti.

—Sí —Asentí—, lo fue.

Carlos estaba bien, la sensación de paz y esperanza que recorrió mi cuerpo no se comparaba con nada. Él estaba bien. Yo estaba bien. Estábamos bien.

—Te extrañé tanto, abuela

—Y yo a ti, mi vida —Sonrió, pero una lagrima salió de uno de sus ojos—. No puedo creer que dejé que te pasara esto, debí estar contigo, debí...

—No, abuela, no digas eso —la interrumpí, no quería que creyera que esto era su culpa, porque no era así—. Estás conmigo ahora, eso me basta y me sobra.

Me dio otra suave sonrisa y acarició mi mejilla

—Sobre la investigación... —comencé a decir. No me había dado cuenta de lo terrible que iba a ser explicarle a mi abuela eso—Mi mamá...

80 Días de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora