Día 62

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Canción: This — Ed Sheeran

Hoy acompañé a mi mamá a ver a una amiga en Venice Beach. Mientras ella hablaba con su amiga en un local, me permitió ir a comprar un helado. La heladería no estaba tan llena. Las paredes, donde se posaban cuadros de helados que vendían en aquel lugar, estaba pintada de un color verde manzana y el piso era blanco.

Mientras hacía la fila, comencé a pensar en Gabriel y en la conversación que había tenido con Tyler en el centro comercial. ¿De verdad estaba muy loca por querer estar con un hombre 7 veces mayor que yo? Está bien, sí parece una locura. Toda mi vida había tratado de mantener mi moral intacta y… ¿Ahora qué? Era decidirme entre mis deseos y lo que sabía que estaba bien.

Cuando llegó mi turno de comprar en la heladería, pedí un helado de chocolate, el problema fue que no me alcanzaba el dinero.

—Déselo—dijo una voz que venía de mi izquierda—, yo pago el resto —Para mi sorpresa, era Carlos. Estaba sentado en una de las sillas que había en el local, cuando se paró para entregar el resto del dinero al cajero —Hola, Mia.

Era la primera vez que lo veía en todo un mes; no lo había visto desde aquel día en donde nos encontramos en esa tienda de libros, y me disculpé con él por haberlo besado para celar a Julio. Carlos llevaba el mismo bronceado de la última vez que lo vi. Traía puesto una camiseta blanca, con una cazadora encima. Sus jeans, al igual que sus zapatos, eran color azabache.

—Hola, Carlos. —le dije cuando estaba a mi lado— Y… Gracias.

—De nada.

—Por cierto, ¿Ahora también apareces de la nada? Cada día me sorprendes más, Carlos.

—O quizás he estado aquí desde hace un rato —comenzó—, pero no te diste cuenta de mi presencia porque siempre estás en la luna.

—Muy gracioso.

Me estaba a empezando a gustar provocarlo, decirle cosas con la intención de ver qué comentario sarcástico me decía. Me reí acordándome de su comentario. Carlos pidió un helado, y luego de que se lo dieron, salimos y nos sentamos en la acera con vista a la playa.

—Gracias, otra vez, por haber pagado el resto de mi helado—le dije.

—No hay de qué —habló, quitándose su cazadora debido al calor que había. Me percaté de sus brazos cuando la retiro totalmente. Sin duda estaba más en forma—. Por cierto —dijo, regresándome a la tierra—, lamento mucho lo de Veronica.

Odiaba que me dijeran eso. No me gustaba que sintieran lástima de mi, y en realidad, creo que ni siquiera la sienten cuando me lo dicen. A veces creo que lo dicen más por educación que por otra cosa. Pero cuando Carlos me lo dijo. Lo sentí diferente. Porque lo vi a los ojos, y sí parecía que lo hacía porque enserio lamentaba lo que me había pasado.

Creo que eso me gustaba de Carlos. Todo lo que hacía  parecía que era con total sinceridad.

—Gracias —le dije.

—¿Cómo ha estado desde entonces?

—Ha sido duro y aún duele —le confesé—, pero creo que aún debo aprender vivir con ello.

—Lo siento, en serio —dijo.

—Sabes, sé que esta fuera de lugar —comencé—. Pero aún me siento mal por lo de la fiesta en casa de Tyler

—No lo hagas —Sacudió su cabeza de un lado al otro—. Me sentí mal ese día, pero por otro lado, te entiendo.

—¿De verdad? — Inquirí, frunciendo el ceño.

—Sí. A veces la desesperación por estar con una persona, nos vuelve locos ¿Sabes? 

«Sí —pensé—, sí lo sé»

—Eso suena algo personal —dije. Carlos nunca me había contado algo sobre su pasado y me intrigaba.

—Lo es —asintió.

—¿Podría saber?

Sonrío ante mi curiosidad.

—Bueno —empezó diciendo—. hace mucho, yo estuve con una chica. Yo pensaba que todo iba bien entre nosotros y un día simplemente la vi besándose con otro tipo

Me sentí mal. Porque sé lo que eso duele.

—Lamento eso —dije.

—Y semanas después —continuó—, estuve con una chica sólo para tratar de olvidar a la otra, pero no funcionó. Y para evitar esa farsa, terminé con ella también.

—Sé lo que duele ver a quien te gusta con otra persona —le confesé.

—Quizás ésta sea la parte donde te diga que lamento que hayas terminado con Julio —habló—. Pero estaría mintiendo.

Quedé algo confundida por lo que acababa de decir.

—No te merece —continuó, como si estuviese totalmente convencido de lo que decía—. Es un idiota, y tú una buena chica. Mereces algo mejor

Me sentí totalmente halagada por lo que dijo. Ya estaba entrando en razón en que Julio no me merecía. Y nunca me había merecido.

—Gracias —Sonreí—. Y esa chica no te merece tampoco, debió dolerte mucho lo que ella te hizo —Salió de mis labios.

—Dolió —Asintió—. Aún duele, pero no dejo que mi tristeza tenga control total sobre mí. 

—Eso es muy sabio —le dije con una sonrisa.

—Tu sonrisa es bonita —me dijo, regalándome una sonrisa de vuelta.

“La tuya lo es aún más” quise decir. Pero lo que salió de mi boca fue…

—Agradécele a los brackets —Y me encogí de hombros.
¿Por qué la tierra nunca te traga cuando la necesitas? Al menos, conseguí que Carlos riera. Así que lo acompañé también. —¿Recuerdas que antes de ellos tenía dientes de conejo?

—Aun así, tu sonrisa ya me parecía hermosa —dijo, provocando que me sonrojara.

—Gracias —Miré hacia otro lado para que no viese el rojo en mi rostro.

—Ey, Mia ¿Qué es eso? —dijo señalando a mi izquierda, cuando voltee, no había nada. Regresé mi mirada hacia él,  y Carlos acercó su helado en mi rostro, llenando mi mejilla de puro helado. Él estallo en carcajadas mientras yo le hacía lo mismo. Y en eso, el atardecer llegó mientras Carlos Rosa y yo comenzábamos una improvisada guerra de helados.

Luego mi mamá me llamó y  regresamos a su casa. Creo que hoy fue un muy buen día.

80 Días de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora