Día 64

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Canción: Teenage Dream — Katy Perry

—¡Te ves bien! —me dijo Tyler, desde mi cama. Me puse una camiseta negra, unos jeans y mis converse negras.

—Lo dices como si fuera a una gala —hablé, mientras me miraba en el espejo.

El día de la heladería, Carlos y yo intercambiamos números, y ayer me había invitado a salir. Me quedé bastante sorprendida, pero igual decidí aceptar su invitación. Por eso hoy, antes de salir con él, me estaba arreglando con Tyler en su habitación.

—Bueno, es su primera cita ¿No crees que es importante?

¿Qué?

Lo que acaba de decir mi mejor amigo, logró impresionarme totalmente. Volteé a verlo, y lo miré curiosa.

—No es una cita —le dije.

—Claro que sí —habló Tyler, asintiendo—. Dijo que pasarían por el cine y es obvio que le gustas.

Por poco estallo en risas.

—Tyler, por favor —Sacudí mi cabeza de un lado al otro—, desde que lo conozco me ha estado molestando ¿Eso significa que le gusto?

—¿No recuerdas a Kendall Sean?

—¿El chico con el que te besaste detrás de las gradas del gimnasio de la escuela hace dos años? —pregunté

—El mismo. Cuando jugábamos quemados solía siempre darle a él.

—Todos solíamos siempre darle a él, porque era un idiota —dije.

—El punto es que sólo lo hacía para llamar su atención. Y lo logré —dijo con aire orgulloso—, semanas después me estaba dando el mejor beso de mi vida.

—Eres incorregible —dije riéndome.

—Lo sé, como sea, necesito un favor tuyo —habló acercándose a mi.

—Lo que sea.

—¿Podría quedarme aquí?

—¿Por? —inquirí.

—Hoy mi mamá traerá sus amigas a la casa, y prefiero morirme a escucharlas haciendo karaoke.

Me reí sólo de recordar la vez que fui al cumpleaños de la mamá de Tyler, y la vi cantando "Girls Just wanna have fun".

—Hoy mamá trabaja, otra vez, hasta tarde. Así que está bien —me encogí de hombros—, puedes quedarte.

Me abrazó, diciendo gracias un millón de veces. En eso sonó el timbre.

—Ya me voy, adiós —dije, despidiéndome de él con un beso en la mejilla.

—Nos vemos, tórtola —Se burló, causando que riera y rodara los ojos.

Cuando bajé las escaleras, le abrí la puerta a Carlos. Llevaba un suéter, muy ajustado, color negro; jeans rotos y unas Adidas negras del mismo color. Ambos estábamos totalmente de negro. Me percaté de que llevaba una canasta en la mano.

—Sé que visto bien ¿Pero era necesario copiarme?

—Hola —le dije, después de reírme por su comentario.

—Tenía pensado hacer un picnic antes de ir al cine —dijo alzando la canasta. Eso lo explicaba—, ¿Te gustaría?

—Por supuesto, vamos.

Caminamos un poco, y decidimos quedarnos en el Lincoln Park. Nos sentamos y decidimos comer allí. Todo lo que había traído Carlos estaba delicioso; desde los sándwiches que había hecho él mismo, hasta las fresas que estaba comiendo en el siguiente momento.

80 Días de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora