La Picadora apoyó el hombro en el dintel de la puerta, observando en uno de los salones más opulentos de la mansión, construido con la bastante belleza como para omitir los terrores y deliciosas tinieblas que escondían en su subsuelo, a su alfa. Quintus estaba sentado en una butaca junto a una de las tantas chimeneas que allí siempre estaban encendidas y, por lo habitual, sus llamas eran verdes. Incluso los elementos se corrompían en aquella casa.
Desde el gramófono ubicado en un extremo lejano, salía la sinfonía n.9 de Mahler Gustav, absurdamente pacífica y agradable, lo que significaba que él estaba de buen humor. Vio que sostenía una carpeta en el regazo, cruzado de piernas y balanceando un pie de vez en cuando, enfundando en un zapato resplandeciente y blanco. Con un dedo, Marcus se acariciaba los labios mientras que, apoyado en los antebrazos de la butaca, iba pasando las páginas que contenía la carpeta. Desde allí podía ver que eran impresos y fotografías.
Los ojos de él se levantaron y lo miraron. Una sonrisa a medio cubrir por la mano y volvió a atender a lo que estaba haciendo, pero bajó el brazo para destaparse el rostro.
- ¿Te aburres?- Preguntó divertido.
Le dieron ganas de gruñir, pero se contuvo.
- Sí. Han pasado seis horas. ¿Vas a dejarla ahí abajo mucho más tiempo? Hay que liberar al Corruptor.- Se apartó del marco y echó a andar, internándose en el salón.
Marcus emitió un ruido meditabundo, aunque en el fondo sonó a que estaba ignorándolo.
- Paciencia, Colton.- Pasó una página más y recogió una fotografía, observándola a la verduzca luz de las llamas, antes de voltearla en su dirección y mostrársela: Una ecografía.- La nueva remesa está creciendo bien. Tendremos una camada fuerte este año.
A quién le importa.
- Los estudios afirman...- Continuó Marcus.-... que la inseminación fecunda más que la violación. Házselo saber a tus hombres.
Entornó los ojos y resopló.
- No creo que piensen en preñar cuando están en la faena y lo sabes. La mayoría son poco más que bestias salvajes.- Apoyó el antebrazo en el respaldo de la butaca y recogió la ecografía para observarla con indiferencia. A él esas cosas le daban lo mismo, era un guerrero, no un científico.
- La faena.- El hombre arrugó las cejas.- Qué cortés. Tu trabajo es que no lo sean.
- Y el tuyo es meterles chorradas en la cabeza.- Rebatió, molesto.- Yo curto a guerreros, tú eres el de la política, la labia y las peroratas del fin del mundo, la corrupción y la liberación del alma oprimida. Me pides que los destroce para que cale mejor el mensaje, y ahora que el mensaje ha calado, me pides que los reforme. Aclárate.
- Destrózalos.- Marcus sonrió y lo miró divertido.- Y contrólalos.
¿Te piensas que me sobra el tiempo? Contrólalos tú, que eres el alfa.
- Siguen tu ejemplo.- Dejó caer la ecografía en la carpeta.- Creen que imitándote conseguirán tu aprobación. Tú quieres crías bajo los métodos que sean, y las tuyas prefieres crearlas a la vieja usanza. Ellos hacen lo mismo. ¿Vas a usar al Oráculo?
- Cuando se vuelva un estorbo y no sirva para nada más, tendrá su función, como todas las demás.- Hizo una corta pausa, pasando otra página.- Hazla subir. Ha tenido tiempo más que suficiente para empezar a indagar en su pasado.
- Al fin.- Gruñó.- ¿La llevo a las piedras?
- No te apresures, Colton.- Marcus sonrió.- No puede escapar, no puede negar la verdad y tampoco podrá huir del destino.
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Prisma - El beso del legionario
RomanceCuando Felice Wanson creía que su atópica vida no podía empeorar más, en ella aparecieron asesinos, dementes que se transformaban en criaturas aterradoras con una ristra de dientes trituradores, entidades purulentas hechas de lo que parecía brea, el...