- ... otra cosa que quería decirte.- La voz se filtró a través de la oscuridad, mientras que Felice arrugaba las cejas y tragaba, sintiendo que algo le aprisionaba por el pecho, sentada. Percibía una vibración en el cuerpo, como cuando estabas dentro de un coche. Sí, sonaba de la misma manera.- Han herido a Ryan, los emboscaron, a él y a Magnus. Fue él quien nos llamó por teléfono.
Jadeth, era la voz de él.
- ¿Qué clase de herida?- Con un tono bronco y oscuro, reconoció la de Gordon. Y los recuerdos comenzaron a filtrarse a través de su conciencia, arrancándole de la maraña de inconsciencia el aturdimiento y empujándola hacia la realidad con prisa y fuerza.
- Creo que tendrías que ir rápido a atenderle, nadie más puede verle. Si Magnus no ha llamado para meternos prisa, es porque de momento debe de haber controlado la situación. Pero ya sabes.- Un par de golpes en un techo y, cada vez, estaba más convencida de que estaba dentro de un coche y que lo que le aprisionaba el pecho era un cinturón de seguridad.
- Bien, vosotros buscad al hombre. E idme informando, movilizaré al resto de los miembros de La Orden y pediré autorización para actuación de extracción.
- ¿Por un humano?- Jadeth sonó incrédulo. ¿Estarían hablando de su tío?- Ya entiendo. Nos vemos, ya te iré diciendo. Ándate con ojo y vigila la yugular, los corderos también hincan el diente.
De alguna manera se sentía observada, así que, en pánico, se mantuvo tan inmóvil como suponía antes de despertarse y trató de regular la respiración para emular que estaba todavía inconsciente. Lo último que recordaba era que se había... ¿desmayado? No era propio de ella, aunque tampoco había estado jamás ante una criatura tan aterradora. Gordon no era humano. Suponer que era más de lo que decía ser no era en absoluto lo mismo que confirmarlo, y mucho menos si eso implicaba averiguar más de lo que esperaba saber.
¿Qué era? Ojos sobrenaturales, voz potente, capacidad para aumentar de musculatura y algo parecido a unas alas. No sabía el color de ellas, habían sido una suerte de sombra plumosa a sus espaldas, o quizás eran negras. ¿Eso quería decir que era un demonio? Los demonios de las ilustraciones e historias, al menos, se los representaba de esa manera.
Debería de haber prestado más atención en la clase evangélica cuando sus padres estaban vivos y estaba en el colegio privado, pero lo cierto es que siempre le había aburrido todo aquello. ¿De qué servía aprender de algo que no podía verse, cuando eran hipótesis de hombres no siempre cuerdos? Por las cuales se había matado más que por ninguna otra causa. Y, ahora, tal vez estaba en un coche con un demonio apabullante que no tenía ningún reparo en enseñarle su verdadera faz.
Hubo un ronroneo de motor y, después, el coche empezó a moverse. No escuchaba tormenta, así que el aguacero debía de haber amainado. Lo que sí que oyó fue una ventanilla subirse y el susurro de unas manos acariciando un volante y, tal vez, las marchas. Le habría encantado que fuera Jadeth el que estuviera al volante, pero lastimosamente estaba bastante más que segura de que no era el caso y que, quien ocupaba el asiento de piloto, no era menos que el ser más aterrador que hubiera visto en su vida. Con la excepción de que ahora mismo ya no se sentía tan segura a su lado.
Poco a poco, empezó a tranquilizarse, en el transcurso de los minutos, mientras que el coche se movía rápido pero suave y sentía algún bamboleo que casi la obligaba a ponerse rígida en el asiento para no acabar dándose contra la ventanilla o contra... él. Bien, mientras la supusiera inconsciente, lo que tenía que hacer era recapitular y saber cómo iba a sobrellevar lo que sabía.
Primero, su tío estaba capturado por el enemigo, que le había pedido que encontrara al rubio de la cocina al cual había supuesto muerto tras que Jadeth le disparara, pero no, aparentemente seguía vivo. Pero no podía porque no sabía dónde estaba y, ahora, Gordon la llevaba en coche a alguna parte, tal vez a atender a aquel Ryan. ¿Qué nadie podía ver? No estaba segura de qué significaba eso. Aun así solamente tenía un día para actuar y no sabía cuánto tiempo llevaba inconsciente, tiempo que iba en su contra.
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Prisma - El beso del legionario
RomansCuando Felice Wanson creía que su atópica vida no podía empeorar más, en ella aparecieron asesinos, dementes que se transformaban en criaturas aterradoras con una ristra de dientes trituradores, entidades purulentas hechas de lo que parecía brea, el...