Parte 25 - Rescate

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El señor Magnus, así era como lo había llamado Gordon, le había traído una silla que había depositado junto al espejo y allí era donde Felice se había estado sentando la última media hora, observando cómo Gordon se sacaba la chaqueta y se arremangaba la camisa hasta los codos, trabajando conjuntamente con aquel anciano sobre el cuerpo de ese hombre llamado Ryan que era cuasi translúcido. Cuasi, porque a veces su silueta era visible debido a la luz.

Él había dicho que era para salvarle la vida que había acabado de esa manera, y no pudo por menos que preguntarse cuándo había sido eso y por qué por ella. ¿Tendría algo que ver con la sensación de que alguien la seguía? Como en el pasillo de la comisaría. ¿Habría sido aquel llamado Ryan?

- Pásame el cuchillo.- Demandaba en ese momento Gordon al anciano que, de una caja de madera parecida a la que él había usado cuando había estado tratándola a ella, repleta de cosas tan extrañas y estrafalarias como lo había estado la otra, sacó un cuchillo y se lo cedió al hombre. No esperaba que se cortara la palma, sin más, pero Gordon lo hizo y dejó caer un grueso chorro de sangre en un cuenco donde ya había machacado varios tipos de hierbas.

Nunca había visto ejercer atención sanitaria de aquella manera. Parecía algo primitivo o anticuado, como las artes sanatorias de las tribus o de épocas pasadas. Sin embargo, la sangre había dejado de manar y ahora Gordon estaba devolviendo el cuchillo, viendo incrédula cómo la herida de su mano no dejaba caer ni una sola gota de sangre más, la herida estaba abierta, pero parecía como si estuviera... cerrando. Y él ya estaba utilizando una varilla para mezclar las hierbas y la sangre, añadiéndole algo que parecía agua. Esperaba que la utilizara como cataplasma, pero lo que resultó del menjunje era demasiado líquido para ello y contuvo una mueca al ver que parecía pretender dárselo de beber al paciente.

- Ryan, bebe.- Gordon maldijo entre dientes.- Se ha desmayado. Dame la jeringuilla y los tubos.

Esperaba que sobreviviera. Viéndolos a los dos tan ocupados, miró de reojo hacia el espejo y estuvo segura de que el paso todavía estaba abierto. Había una contraseña para cerrarlo. De aquel dirigió un vistazo de vigilancia a donde estaban trabajando en el paciente, que hacía minutos que había dejado de gañir y balbucear. No iba a tener más oportunidades como aquella, así que, mientras estaban conectando tubos entre sí y a algo parecido a un embudo, se levantó con ayuda de la silla cuidadosamente y estiró un brazo hacia el marco del espejo.

Aferrándose a la madera y sin dejar de mirarlos, fue reculando pausadamente hasta que la imagen de ellos se transformó en un dormitorio vacío, emergiendo por el otro lado del espejo. Cuando eso ocurrió, se apartó rápidamente, casi cayendo al suelo y susurró con urgencia.

- La princesa besó al sapo y le salió rana.- Estiró la mano y, aliviada, dio con la superficie sólida y fría.

Se... se había escapado. ¡Lo había conseguido! Emitió un ruido de euforia que, rápidamente, acalló para ayudarse de las paredes e ir cojeando deprisa y descalza, hasta la entrada al dormitorio. Creyó que lo más difícil iba a ser las escaleras, pero agarrándose con ambos brazos a la balaustrada y doblando la pierna herida, fue bajando escaño a escaño sobre la sana y resultó más rápido y menos doloroso de lo que esperaba.

Sabía que ir descalza llamaría la atención, pero ahora mismo solo le preocupaba una cosa: Salvar a su tío.

Abandonar la casa y salir al porche fue lo más gratificante que había hecho en mucho tiempo, y agarrándose el muslo por encima de la falda, se fue ayudando de todo lo que tenía al alcance para forzar lo mínimo la pierna y apurarse tanto como era capaz, a fin de bajar los escalones y recorrer el sendero de piedra que rasguñó contra las suelas de sus pies. Se aferró a la verja, con una sensación de vértigo y fuego instalada en el muslo, tomando un par de bocanadas del aire.

Prisma - El beso del legionarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora