Parte 8 - Especial

71 25 4
                                    

Felice se echó con la mano el pelo hacia atrás, con las sienes y el cuello empapados en sudor, el pulso marcando fuerte y la respiración entrecortada. Y retrocedió observando su obra: Lo había atado a una silla, pero le había llevado tanto tiempo que al final estuvo asustada de que se despertara. Por lo que sabía, no le había dado una dosis demasiado grande y no había riesgo de sobredosis, eran las pastillas que le habían dado preventivamente en el hospital, pero le preocupaba no estar demasiado segura de lo que estaba haciendo. Y, al final, mientras lo veía beber el café y hablar hasta razonablemente, se había sentido culpable.

¿Y si había excedido su reacción? ¿Y si él tenía alguna afección física que pudiera potenciarse por culpa de la medicación, o se tomaba algún medicamento, o era alérgico? Levantando una mano para mordisquear sin arrancar o deformar la uña pulgar, lo observó inquieta y se acercó para dejar de pellizcarse la uña, colocando dos dedos debajo de su nariz.

Respiraba.

Aunque lo había comprobado en varias ocasiones, apretó el pulso en su cuello y consultó con el reloj de la cocina. Vale, era estable, creía. Había prestado atención en las clases de primeros auxilios.

Una vez segura de que estaba vivo y que lo seguiría estando en los próximos minutos, se apartó de nuevo varios pasos y se frotó nerviosamente las manos, sin estar demasiado convencida de cuál era el siguiente paso. Bien, ya lo había capturado, ¿y ahora, qué? Por supuesto, averiguar quién era realmente.

¡No!, antes de eso, tenía que conseguir que su tío Kenneth estuviera fuera de la casa al menos una hora más, o dos, porque si venía ahora y la encontraba en el comedor con un hombre atado a una silla, iba a poner el grito en el cielo. Lo que debería de estar haciendo ella, de hecho. Recogió el teléfono y dudó entre sus opciones, mirando al llamado Gordon: Podía llamar a la policía, o directamente al agente Coleman. También podía llamar a su tío, con las opciones de contarle lo ocurrido o entretenerlo.

Lo mirase por donde lo mirase no tenía forma de justificar por qué había drogado a un hombre cuando no habían signos de violencia. Podía enseñar su identificación falsa, pero entonces pondrían en tela de juicio el por qué le había abierto la puerta y lo había dejado entrar en la casa. Cuanto más lo pensaba, su plan inicial de llamar al agente Coleman, se iba volviendo horriblemente en su contra. Así que no le quedaba más opción que hacer la llamada y tomar un solo camino: Llamar a su tío Kenneth para distraerlo.

Lo demás lo iría pensando sobre la marcha.

Estuvo cinco minutos respirando y calmando el temblor de las manos, pensando en cuál iba a ser su argumento y, cuando creyó que era conciso y convincente, marcó y se llevó el teléfono a la oreja, sin dejar de observar la enorme y cabizbaja figura masculina apresada en la silla, que parecía desbordarse por ella, encorvado hacia delante hasta donde las cintas adhesivas que hacían de ligaduras le permitían y con el pelo negro de cortina ante su cara. Respiraba como un león dormido.

Respondieron al otro lado y contuvo la respiración.

- ¿Fel? ¿Va todo bien? Ya estoy de camino, tardo nada.

- Tío Ken, sí todo bien.- Retuvo las ganas de gritar que no volviera bajo ninguna circunstancia y se mordió la uña, empezando a pasearse, sin quitar el ojo de encima a su captura.- Ha venido el agente del gobierno a casa.

- ¿Le has abierto?

- No. No le he abierto. Parecía enfadado, ha dicho que quiere que vayas inmediatamente a la comisaría, para hablar con él. Que era importante. Ha mencionado algo sobre... una secta satánica llamada La Mano.

Prisma - El beso del legionarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora