Ocho llamadas entrantes al coche y Felice no había tenido el coraje para descolgar una sola de ellas.
Lo cierto es que le aterrorizaba la idea.
Observando cómo iban siguiendo al todoterreno gris por la autopista, pegó un respingo cuando sonó de nuevo el teléfono integrado en el vehículo y lo ignoró, sin intenciones de descolgar. Ni soñarlo.
Sabía que su tío estaba en el coche de delante, al igual que había llegado a saber exactamente a dónde necesitaba dirigirse y lo que tenía que hacer. Algunos dirían que meterse en un tiroteo era algo para fuera de series, pero ella no había tenido que hacer prácticamente nada, solo estar dentro del coche y pedirle lo que quería, el vehículo se había ocupado de todo: De llevarle a la dirección, de embestir el otro coche esparciendo a los hombres armados, y de derrapar y dar giros para crear una cortina de humo mientras que la carrocería y los cristales resistían el impacto de las balas.
Había tenido unos pocos instantes para ver cómo Jadeth salía con un cuerpo al hombro y otro bajo el brazo, secundado por otro hombre que ayudaba a un tercero a correr, antes de que el humo y los giros la hicieran marearse y no ver nada. Agarrarse al cinturón de seguridad era casi toda su heroica hazaña. Pero había ayudado, y había estado cuando debía estar y, ¡gracias a ella!, ahora estaban tranquilamente conduciendo de regreso a quien sepa dónde.
Tan fácil que volvió a sonreír, encantada. No había sido tan difícil, después de todo, tan peligroso que decían que era el mundo, con tamaña crueldad y virulencia que la tratarían si trataba de hacer algo, lo mal que le iría a alguien tan débil y frágil como ella y, al final... ¡nada! Al final no solo lograba lo que quería, que era salvar a su tío sino que, además, ¡ayudaba a que los demás salieran vivos!
- Y todo gracias a ti.- Acarició el volante con las manos.- Eres un coche increíble y te estoy muy agradecida. Yo sola no lo habría conseguido. Estoy deseando ver a mi tío...
Y ya estaban llegando: La autopista se había ido transformando en un sendero de tierra sorteado por enormes abedules a ambos lados de ella, en un bosque frondoso que se esparcía hasta el horizonte, tapando la luz del sol y confiriendo al sendero una sombra fresca. Impaciente, se reacomodó en el asiento.
Solo tuvieron que pasar unos pocos minutos antes de que se viera la mansión, era la primera vez que tenía un vistazo de ella desde el exterior sin que hubiera tormenta, a la luz del día: Un gigantesco jardín lleno de matojos, descuidado, se desplegaba a su alrededor caóticamente, no tenía cercado, pero un sendero de grava llevaba hasta la entrada. La fachada era preciosa, de piedra gris, sus puertas inmensas, con aldabillas en forma de leonas y, aunque algunos cristales estaban visiblemente rotos, por el momento no tuvo ninguna visión de cadáveres.
Cuando el todoterreno gris se detuvo ante los escalones tras hacer un giro en la plazoleta donde predominaba una gran fuente apagada, el corazón ya había dejado hacía rato de latirle como loco. Mentiría si dijera que no había pasado miedo o que no había gritado como loca dentro del coche mientras disparaban contra él, pero eso solo quedaría entre ella y el coche. Ahora, la adrenalina pasada la hacía sentirse fuerte y valiente. Y segura, segura de que debía estar allí y de que hoy tendría a su tío gracias a eso.
Había hecho lo correcto.
El motor se apagó suavemente tras que girara en la plazoleta y aparcara detrás del todoterreno gris, y acarició el volante, pensando que era estúpido pero depositando un beso en el cuero.
- Gracias.- Susurró, antes de abrir la puerta para ayudarse de ella, viendo que también estaban bajándose del otro, Jadeth y Douglas o Bram, no lo sabía. Renqueó apartándose, cerrando la puerta y se acercó con ayuda de la mano sobre la carrocería, que estaba todavía un poco tibia por los impactos de bala. Las caras que pusieron no tuvieron precio, pero estaba más impaciente por ver a Kenneth.
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Prisma - El beso del legionario
Storie d'amoreCuando Felice Wanson creía que su atópica vida no podía empeorar más, en ella aparecieron asesinos, dementes que se transformaban en criaturas aterradoras con una ristra de dientes trituradores, entidades purulentas hechas de lo que parecía brea, el...