Capítulo 7

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No podía contener mis lágrimas, estaba destruyendo cada pequeño trozo que quedaba de mi corazón. Sentía el mundo desvanecerse, igual a mí. Vivir sin Alonso significaba vivir sin oxígeno. Cada segundo con el era el mejor. Había cometido un error, quizás era el más grande y el peor de todos.
Mi vista se nublaba y mis mejillas se mojaban cada vez más.

- Gracias por intentarlo, pero tus lágrimas no solucionan nada, ¿Sabes? tenía preparado el anillo que iba a comprarte, quería casarme contigo, tener hijos, hasta que la muerte nos separara, pero no sucederá. Ahora, vete y sé feliz con una persona que te toleré todo.

Me sentí más haya que destrozada, estaba hecha trizas por todas parte. El día se puso oscuro y la lluvia se liberó de las nubes. Alonso miraba hacía la puerta, tenía su boca abierta para pronunciar algo pero no lo dijo. Salí de la casa, estaba mirándome desde la ventana, él también estaba herido. Pero yo hubiera hecho lo mismo en su lugar.
Me senté en la acera como hace varias horas y me posé a llorar, no sabía que era más triste estar frente a la casa de Alonso o estar llorando mientras la lluvia me acompañaba, la soledad se había vuelto mi mejor amiga. Detrás de mí escuché algo y luego no sentí más gotas de agua sobre mi cuerpo, un paraguas me protegía de la lluvia, Alonso lo mantenía sujetado.

- Te puedo llevar a tu casa, pareces idiota sentada llorando, móntate en mi auto.

Encontré refugio en sus palabras, que me dijera idiota fue lo más reconfortante.

- Gracias por decirme idiota, lo soy. -Dije.

Era idiota, ¿Cómo podía perderlo? si había un hombre en éste mundo que fuera casi perfecto se llamaba Alonso, y no tenía ganas de dejarlo ir, de decirle adiós, de no verlo más, de no saborear sus besos más.

Me senté en el asiento de pasajero y miré a la ventana, el se montó y salimos de su casa. Mis lágrimas no paraban de salir de mis ojos.

- ¿Dónde se supone que debo llevarte?

- Dejadme en el restaurante más cercano. -Respondí.

- ¿Segura? - Asentí -. Bien.

Me llevó a Don Potatoes Bar's.
La lluvia aún seguía escurriendo, miré al lugar y brotó otra lágrima.

- Te amo, y lo haré siempre. -Dije.

Bajé del auto y colocó una cara aún más seria, jamás lo había visto así antes, sentí una punzada en un pedazo de mi corazón, ya estaba roto, pero aún así seguía latiendo; me dirigí al restaurante, dentro había hombres, demasiados hombres. Me acerqué al barman y su nombre lo llevaba puesto en su camisa blanca "Marcus Stevens", era un nombre elegante, igual a él. Unos ojos azules, cabello rubio y labios rosas iluminaban su rostro.

- ¿Necesitas algo, nena? -Preguntó.

- Dame vodka, una botella entera.

- ¿Una dama como tú, tomando y sola? Dejádme adivinar ¿Vos habéis terminado con tu novio?

- Sí, pero él a mí, gracias.

Le pasé ocho dólares y tomé hasta la última gota en pocos tragos. Llamé a Annaís y no respondió, luego quise seguir bebiendo y ver a los clientes jugar póker.
Mi visión se nubló y cuando abrí los ojos estaba en un hospital con un dolor de cabeza muy fuerte, Annaís estaba frente a mí.

- Hola. -Dijo dulcemente.

- Hola ¿Qué ocurrió?

- Te desmayastes en un bar, un tal Marcus te ha traído, desde hace veinticuatro horas.

- Bien.

- Llamé a la señora Blades y no ha asistido.

- No debistes hacerlo.

Por Su AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora