Capítulo 8

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Me llevó a el apartamento de Annaís, no podía creer nada. Parecía una fantasía grande difícil de procesar, me sentía sola y perdida.

El conductor aparcó en el edificio, le di su dinero y bajé.

Subí rápidamente y cerré la puerta con cuidado. Entré y me encerré en la habitación, necesitaba descansar de una noche que no debía existir ni siquiera en mis imaginaciones pero sucedió, y cada segundo de sacrificio impactaba la vida. Quería ser real con Annaís, conmigo misma, con todos.

No pensé que Alonso me diera un bofetada. Yo me olvido de él y él de mí, fin de todo.

La puerta abriéndose interrumpió mis pensamientos. Annaís estaba apoyada en el marco.

- ¿Necesitas algo? -Pregunté frunciendo el ceño.

- Solo quería saber si te gustaría hacer ejercicio conmigo, son todas las mañanas.

- Bien, déjame ponerme la sudadera y salimos.

Me coloqué una sudadera y salí. Había dormido menos de tres horas, lo suficiente para cansarse rápido. Solo hacía ejercicio para acompañarle, no lo necesitaba, me sentía bien con lo que tenía; muchas chicas me envidiarían por mi cuerpo.

Corrimos toda la manzana tres vueltas. Nunca había hecho algo así.

- Creo que estás algo cansada. - Dijo.

- Lo estoy, ya sabes, es la primera vez que hago esto desde hace mucho.

Nos volteamos y al lado izquierdo había una pequeña cárcel, en ese momento mi mente recordó la imagen que había captado de Alonso cuando se lo habían llevado.

- ¿Te sucede Algo?

- No, estoy bien. Solo cansada.

- ¿Qué le sucedió a tu nariz? eso no estaba así anoche.

- Nada, solo me golpeé con la pared cuando me levanté.

Seguimos totrando hasta llegar a el apartamento. Llegamos y busqué una curita, la nariz me dolía, pero todo estaría bien. Es como cuando los niños se golpean, no es nada, no se compara con el dolor de un corazón herido.

Mi teléfono sonó, era la señora Hiller.

- Hola, cariño. Alonso no está en la casa ¿Sabes dónde puede estar?

- Eh, anoche se lo han llevado a la cárcel con Michael.

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Necesito cortar, estoy en una reunión importante, visítelo.

- Oh, lo siento. Gracias.

¿Alonso no le había contado lo sucedido? eso es algo bueno o tal vez no la había visto o pensaba perdonarme, pero ahora es diferente él me debía una gran disculpa.

Me acosté en la cama y reflexioné in poco. ¿Por qué le hizo eso a Michael? la respuesta es obvia. ¿Por qué a las tres de la madrugada? es obvia también, está loco.

¿Cuánto tiempo estará encerrado entre rejas? No debí acusarlo de nada.

Me giré a un lado de la cama, para deshacer mis preguntas y olvidarme de los problemas, dormí.

Me desperté con hambre, decidí ir a buscar trabajo, quería tener un apartamento solo para mí y compartir con Annaís, me incomodaba de que no supiera la verdad. Iba a salir del apartamento y Annaís me nombró.

- Cami ¿A dónde vas? ¿Sabías que Alonso y Michael se pelearon y están en la cárcel?

- A buscar trabajo. Oh, no, para nada, que mal, ojalá puedan salir, Vuelvo pronto.

Cerré la puerta y bajé. El aire fresco movía las hojas caídas de el otoño haciendo pequeños círculos en el suelo, me acurruqué con mis brazos y caminé por las aceras, tratando de encontrar un lugar donde me necesitaran. Pasé por un restaurante, Johnson's, había un gran cártel marcado con las palabras: "se busca mesera, sin o con experiencia". ¡Bingo! mi oportunidad.

Me adentré en el cálido lugar parecía ser para personas de clase media, los que tienen lo necesario para vivir, ni más, ni menos.

Todo era de ladrillos rojos y al final del lugar tenía una chimenea, también cuadros abstractos, que cualquiera llamaría arte pero para mí era sólo garabatos. Me acerqué a una mujer rubia, alta y con uniforme azul y blanco.

- ¿Qué deseas, pequeña? -Preguntó.

- Estoy buscando trabajo, lo necesito y he visto el cártel fuera del lugar...

- ¿Has tenido experiencia en esto?

- Nunca.

- Bien, empiezas la próxima semana y es mejor que practiques, éste lugar se llena demasiado.

- Gracias, en serio ¡Gracias!

La señora sonrío satisfecha de poder encontrar algo al igual que yo. Me apresuré al apartamento, podía esperar un mes más para poder irme de ahí, Sophia me estaba llamando.

- Hola, ¡he conseguido trabajo!

- ¿Qué? bien por ti. A Alonso y Michael los han soltado, o se arrepintieron o la señora Hiller pagó la fianza.

- No, ¿En serio?

- ¿Crees que jugaría con eso?

- No, pero...bien, gracias. -Colgué.

Eso significaría que Alonso me buscaría para que todo solo fuera un pasado. Cuando más intentas olvidar a una persona más oportunidades tienes para estar cerca de ella. Todo era confuso. Caminé más rápido para llegar a casa, pero vi el Cadillac con la matrícula de Alonso a un costado. Me topé con su cara y caminé natural, había visto eso en películas. Mientras más rápido corrías el asesino sabría que eres tú a quién está buscando.

- ¡Oye, espera! -Gritó Alonso.

Aparcó el auto en un hotel y me siguió.

Corrí al edificio que estaba como a veinte pasos más, me metí en el aparcamiento y me tomó por el antebrazo para voltearme a su mirada, era inútil intentar zafarme. Era más fuerte que yo. Lo miré a los ojos, sus ojos cafés puro que extrañaba, mi reflejo en ellos, estaba a unos centímetros de mí, sentí su aroma a perfume de hombre, parpadeé un par de veces. Estaba muy cerca de él, sus labios rosados estaban frente a mí, intentando pronunciar alguna frase con sentimiento, sin poder.

- Camila. -Susurró.

- Alonso, suéltame...tú...yo...

Se llevó sus manos al cabello como si estuviera frustrado, era el momento para irme.

- Camila, ¡Basta! discúlpame, sé que...

- Que fuiste un idiota, que me ha abandonado cuando más lo necesito, luego te metes en líos y me lanzas una bofetada en la nariz aturdiéndome.

- Sí, un estúpido. Debes entender que no soporto imaginarme a ti ebria, acostándote con mi mejor amigo, no lo has hecho tan así... siquiera conmigo.

- ¿Le crees más a Esteban que a tú novia? digo, ex-novia. No me acosté con él, Esteban entró y...

- ¿Y qué? ¿Interrumpió? y si no hubiera entrado apuesto a que seguirías revolcándote con él, como buena que eres en eso ¿verdad?

- Vete a la mierda, gilipollas. Y olvídate quien soy imbécil.

Le golpeé la cara, más exacta, en la mandíbula, la cual movía para saber si estaba ahí y para acomodarla.

Las lágrimas cayeron como gotas de lluvia. Corrí al apartamento. Alonso no me siguió, me aseguré de eso. Entré al apartamento.

Por Su AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora