¿Por qué insistía demasiado? no quería vivir con él, solo eso ¿No puede entenderlo? lo de Alonso fue muy difícil, no se puede olvidar a la persona que te hizo encontrar los sentimientos del amor, y te sentir cosquillas en el estómago. Sé que las intenciones de Joe puedan ser mala, pero eso me confunde aún más, porque lo odio, y demasiado, además no quisiera vivir con alguien que odio, yo solo lo quería como un cliente.
Busqué el refresco y los demás pedidos, era la rutina diaria, le lancé su refresco.
- Oye ¿Qué te pasa? ¿Puedes tener más cuidado, estúpida?
- No me digas estúpida, si tú eres peor ¿Por qué insistes tanto? en serio no necesito favores de nadie, menos de un idiota como tú, solo eres un cliente que atiendo ¿Lo entiendes?
- Sé que solo soy tu cliente - Dijo con una cara de decepción -, solo quería ayudarte.
- ¡No necesito tu ayuda! acabo de terminar con mi novio, mi madre siquiera me habla, no puedo pagar mi vida ¿Crees que necesito tu ayuda? Estoy respirando.
- Camila, tienes diecinueve años, es demasiado para ti. Sé que detrás de tu enfado y eso que te da, hay una tristeza que te acompaña, que lloras todos las noches ¿en serio crees que no se nota? disculpadme, pero solo quería ser tu amigo, no un cliente.
- ¡No lo necesito! sé que tienes a todas esas chicas babeadas y encantadas, pero conmigo no tienes oportunidad. De cliente no pasas ¿Bien?
Corrí a despedirme de Emely de algún modo el tiempo extra me había ayudado a abandonar el lugar temprano.
Salí del restaurante y tomé un taxi, en el cual mis lágrimas se escapaban de lo profundo de mí, el pulso se me aceleraba cada vez que mis lágrimas se caían por mis mejillas y por el vestido.
El señor del taxi apagó la música y me dejó en el hotel, me devolvió el dinero que le había dejado, le sonreí, esa sonrisa falsa que esconde todos los sentimientos. Caminé hasta mi habitación, dejé la puerta abierta y me lancé a el suelo de rodillas a llorar, gritaba con cada lágrima y me cubría la cabeza con la almohada, no me había dado cuenta de las palabras que le había dicho a Joe, era todo verdad, estaba teniendo una vida horrible y él solo intentaba ayudarme, me sentía aún peor, extrañaba a Alonso, a Annaís, incluso a mí, a la que era, a la que le dolía las mejillas por sonreír y no por llorar, a la que gritaba por alegría y no por nostalgia. No encontraba la manera de saber, cómo podía sonreír con un dolor que aparta toda la felicidad de mí.
Sentí una mano por mi espalda, me giré y era Joe, inhalé y continúe llorando. No le esperaba, estaba de rodillas igual que yo, le abracé sin saber el porqué, ni cuando, solo necesitaba un abrazo, lloré en su hombro más fuerte, era difícil aceptar la realidad, había perdido todo lo que era importante para mí.
Joe era la única persona que quedaba, aunque fuera un idiota que ni siquiera conocía del todo, lo odiaba por ser el gilipollas de siempre; se había convertido en algo más que un cliente, un amigo. Intenté recuperar mis fuerzas para levantarme, pero fue imposible. Las lágrimas salían por si solas, sin yo quererlas.
- Camila... lo siento. -Dijo dándome palmaditas en la espalda.
Me levantó del suelo, secó mis lágrimas con las yemas de sus dedos y me miró fijamente por un tiempo, se notaba preocupado. Me senté y bajé la cabeza.
- No quería lastimar el trozo de tu corazón, no sabía nada de lo que eras, nunca pensé ponerte así. Quería ayudarte, quería ser tu amigo, porque eres como...estúpida para que tu me pidas eso ¿no? confía en mí.
Aunque suene raro, eso me parecía bonito, no le había dejado que me explicara, que me ayudara, ese era uno de mis tantos problemas, las opiniones no las tomaba en cuenta, y solo hacía lo que me conviniera.
- Ese es el problema, siempre me dicen lo mismo, piden confianza, pero ya no confío siquiera en mi sombra. -Susurré.
Se acercó, me envolvió en sus brazos y me oprimió contra su camiseta, otra lágrima se escapó.
- Irás conmigo a mi casa, aunque no hago obras caritativas siempre, ¿Bien? -No le contesté.
Continuó arreglando mis cosas, incluso las bragas y los sujetadores, ni siquiera eso me daba importancia. Los colocaba en la maleta, sonreía y fruncía el ceño al ver los diseños. Estaba sentada, no quería moverme, tampoco hablar.
Joe terminó de preparar todo, después de una hora, la misma que seguía llorando irreconciliablemente, ya no quería llorar, pero simplemente salían, me dolía la cara, llorar no era lo mío, las gotas de lágrimas eran como el dolor fluyendo, y vaya que estaba lastimada. Joe movió sus manos a mis hombros y me agitó.
- ¡Di algo! no te quedarás llorando por un pasado sin futuro, sonríe, ¡sé fuerte!
Acercó sus pulgares a las esquinas de mis labios y las alzó, haciendo que sonriera.
- Así también te ves estúpida, pero una estúpida bella, ahora levántate y dirígete al ascensor.
Permanecí sentada y dudé. Caminé al ascensor, el llevaba las cinco maletas sin ninguna dificultad. El ascensor bajaba y me miraba fijamente.
- Las lágrimas no solucionan nada, son lágrimas. -Dijo.
Me sequé las lágrimas y lo ayudé con las maletas, sacó de su bolsillo dinero y le dio una gran cantidad a la secretaria, me exalté.
- Gracias, ya la señorita no debe nada, mucho gusto, guapo. -Dijo la secretaria insinuándole. Él le guiñó un ojo.
Salimos del hotel y tomamos un autobús, al llegar cogió mis cinco maletas y las llevó hasta la habitación.
Me senté en una esquina pequeña de su cama y cubrí mi cara con las rodillas y mis brazos. Joe acariciaba mi cabello suavemente, me tranquilizaba.
- ¿Vas a decir alguna palabra? -Preguntó.
Negué. Lo único que deseaba era dormir. Lo supo al verme bostezar.
- ¿Tienes sueño? -Asentí -, es mejor que duermas, estaré viendo televisión si necesitas algo.
Me acomodé en su cama y tomé las sábanas. Dormí, eso ayudaba siempre a olvidar todo, mi cerebro descansaba de estar tan impactado. La nostalgia recorría mis entrañas, se escondían en cada lágrima, en cada rincón que parecieran estar vacío, estaba lleno de odio, por perder a lo mejor de mí.
Me desperté en la noche, estaba fría y oscura. Caminé a fuera de la habitación y Joe estaba dormido en el sofá, al parecer era nuevo, no sabía en que trabajaba, parecía tener mucho dinero. El televisor lo tenía encendido, lo apagué y sus ojos se abrieron rápidamente. Parpadeó muchas veces al verme y me observé, mi vestido estaba a medio muslo, intenté bajarlo.
- ¿Por qué estás despierta? -Preguntó.
Me dirigí a la cocina y tomé un vaso con leche.
- He olvido que no me hablabas. Descansa.
Fui a la cama, él me seguía.
Me acosté y me colocó la sábana. Sonrió y se despidió.
- Buenas noches, Camila.
Me giré a un lado y dormí instantáneamente, el peso del sueño era grande.
Sentí sus pasos fuera de la habitación y cerré los ojos más fuerte.
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Por Su Amor
RandomCamila y Alonso han tenido un amor de cuento de hadas, con el pasar de dos años juntos, aún siguen teniendo una química inmarcesible, son inseparables, pues parece que su amor es más grande que todo lo que les rodea. Los problemas que han afrontado...