ˏˋ°•*⁀➷ || ❝¿𝐟𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬𝐦𝐚𝐬? 𝐜𝐥𝐚𝐫𝐨. 𝐲𝐨 𝐬é 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐟𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬𝐦𝐚𝐬 ❞
────Gia y su madre están escapando. Escapan de su esposo loco y escapan de la mala vida. Cuando todo parece malo aparece una oferta indiscutiblemente perf...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
。+.。゚:;。+゚+。::゚。:.゚。+。。+.。゚:;。+゚+。::゚。:.゚。+。
capítulo dos "cambio de aires "
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El vecindario estaba alejado de la civilización y estaba rodeado de, un no muy grande pero si frondoso, bosque. Tenía la suerte (¿era suerte?) de que mi casa embrujada colindara con él. No era muy extenso y tampoco era como que me podía perder dentro de él (hubiese sido una manera de morir interesante, del tipo de las que la gente escribe libros), era solo el contorno del barrio y sentía que sería un malgasto de una oportunidad el no entrar a ver (y perderme a morir). Era algo nuevo para mí que solo había podido apreciar aquella vez que fuimos a Canadá cuando tenía diez años. Lugares así, tan verdes y llenos de vida, no eran paisaje común en Arizona, donde todo era de ese color arena y el calor era el único clima viable.
Comencé a caminar hacia el bosque, pasando al lado de los columpios oxidados y con el constante crujido causado por las hojas. Cuando llegué al límite donde la casa colindaba con é jardín verde, un camino de rocas se adentraba al bosque verdoso. Sonreí de lado, yo sabía que había un camino por allí. Es decir, podía ir por el camino normal, por la calle, pero ¿Qué era lo divertido en eso? ¿Cuales eran las probabilidades de morir?
Seguí caminando por el sendero y no tardé más de dos minutos en darme cuenta de que estaba perdida. Perdida de verdad, porque cuando quise mirar a la calle, que era visible desde dentro, ya no encontré nada más que ramitas y altos árboles entrelazándose en un muro de hojas. Sin dejar de caminar comencé a poner nerviosa y el sentimiento constante de unos ojos clavados dentro de mí no me hacía sentir de lo más cómoda. Como siempre, mi trasero cobarde se dió cuenta que no era tan valiente como para no importarle morir.