14º

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No hago más que mover la cuchara de madera en el caldo que estoy preparando, escucho a mi cachorro correr de un lado a otro desde la cocina hasta el salón. 

Esta mañana, cuando le he despertado, le he dicho que Jeon hoy vendría a comer y se a emocionado tanto... la sonrisa con la que se ha despertado aún no desaparece y tampoco creo haberle visto con tanta energía desde... desde hace seis años; aparto la vista del caldo para ver a Byong correr, me apoyo en la encimera.

Intento sonreír, por si acaso decide mirarme a mí y dejar de mirar por las ventanas. No quiero que vea lo mucho que me afecta saber que no estoy siendo lo buena madre que debería, lo mucho que me duele no estar con él, jugando, ayudándole con los deberes... incluso para poder regañarle o consolarle cuando llora.

Paso una de mis manos por mi pelo, intento desestresarme un poco, quitarme de encima esa sensación de abatimiento y dolor. 

Es posible que la ausencia de mi lobo esté provocándome tantos malestares y malos pensamientos, yo debería haber muerto cuando mi Alfa falleció, pero no fue así y, ahora, a cada momento, no hago más que luchar día a día para poder sonreír para mi hijo y amigos.

Intento ser igual que hace años, cuando era una Omega, yo me consideraba bastante alegre y vivaracha. Me gustaba bromear y hablar con amigos y desconocidos... pero... bueno, supongo que no todo puede ser como lo era antes por mucho que lo intente.

Dejo escapar un pequeño suspiro de entre mis labios y me giro para comenzar a cortar tanto la carne como la verdura que quiero preparar y, por alguna razón, me ilusiona el poder cocinar para JeonGguk, sobre todo después de que ayer me contase sobre su falta de comida casera durante los últimos tiempos. 

—Mamá, mamá.— aparto la mirada de la verdura que estaba terminando de cortar y observo a mi cachorro.—¡Kookie acaba de salir de su casa! — asiento y le sonrío antes de volver a cortar y picar. Se supone que Jeon no vendría hasta dentro de una hora más o menos.—¡Tenía un ramo en las manos!— me tenso bastante.

Estos últimos días no tuve la sensación de que Jeon estuviese cortejándome, pensaba que al final se había arrepentido. 

El timbre suena unos minutos después y me quedo estática, intento respirar con calma.

—Cachorro, ¿puedes ir a abrir?— mi hijo asiente sonriente antes de salir de la cocina, miro la carne y la verdura ya troceadas sobre la tabla de madera y suspiro. Hecho las verduras en una sartén.

No tardo demasiado en escuchar la puerta abrirse y oír la voz de Jeon saludando a mi cachorro, ne fijo en que el fuego no esté demasiado alto y salgo de la cocina después de haberme lavado las manos en el fregadero.

Camino hasta el salón, la verdad es que estoy algo nerviosa, mis manos tiemblan un poco y, cuando veo al Alfa cogiendo a mi cachorro y alzándolo en el aire, con una sola mano, mi pecho se oprime con un calor que hace tiempo que no sentía. La imagen me parece tan preciosa y tan perfecta que no soy capaz de apartar mis ojos de ambos hombres. 

Jeon está sonriendo, igual que mi hijo. Están hablando de algo, pero no logro enterarme de lo que dicen, incluso si estoy a unos cuantos pasos; sólo puedo saber que hablan porque están moviendo sus labios, no puedo centrarme en nada que no sea esa imagen, que además de la sensación de calor me trae un recuerdo preciosamente doloroso.

Soy tu Gamma. //JungKook\\Donde viven las historias. Descúbrelo ahora