«Era un día de gran gozo para todo habitante de Korim, las campanas anunciaban la coronación de su nueva reina, una joven hermosa se destacaba por encima de las demás, con un gran vestido y un porte sin igual, todos la amaban, todos le alababan, todos la admiraban... Esa chica debía ser yo, y sin embargo era ella, esa maldita intrusa que me quitó todo hasta quedarse con mi vida pero no iba a permitir que me quitara lo que me fue prometido desde que nací. La deslumbrante pieza de oro se alzaba sobre su cabello pelirrojo más no lo iba a permitir. Entré dispuesta a pelear por lo que me correspondía a toda costa, con un arma en la mano iba a recuperar lo que me pertenecía.
—Oye, maldita, ¡Dame mi cor...!»
...
Asegúrate de estacionarte bien, la última vez te estacionaste a un lado de la entrada, debes hacerlo justo donde pueda bajar por mitad de la entradaPodía sonar un poco mal, incluso algo cruel pero realmente debía ser muy estricta hasta en los mínimos detalles... Tenía una reputación que mantener en la escuela, no por mí sino por toda la familia real que siempre debía imponer clase en cada lugar al que llegara y una mala entrada podría arruinar el cuidado que puse desde mi uniforme perfectamente acomodado hasta el peinado que la estilista se tardó una hora en hacerme.
—¿Lo ves? No era tan complicado.
Dije una vez se había estacionado perfectamente con una sonrisa tomé mi bolso y bajé delicadamente sintiendo como la mayoría de miradas se posaban sobre mí, estando así desde que la limusina se estacionó mientras que el área y perímetro ya se encontraban llenos de agentes para mi supuesta seguridad aunque la verdad es que mamá simplemente es una exagerada.
—Hola linda, déjame llevar tu bolso
Mencionó Alec, mi prometido acercándose, como siempre encantador levantando los suspiros de todas la chicas, nuestros padres habían arreglado un matrimonio incluso antes de que naciéramos, aunque la verdad lo veía más como un hermano pero de veía tan feliz que hacía lo posible por simplemente actuar como si estuviera enamorada de él, tampoco es como si me gustara alguien más.
—¡Damay! Mujer, hasta que llegas.
Sentí unos delgados brazos rondeandome el cuello mientras me abrazaba una pequeña inquieta de melena rubia, mi mejor amiga, Alison; una chica que me ha acompañado desde que tengo memoria, es hermana menor de Alec así que por esos asuntos siempre nos llamamos cuñadas aunque ella sea la única que sepa como realmente me siento respecto a su hermano.
—Si tampoco llegué tan tarde cuñis.
—Venga chicas, no comiencen a discutir que tememos que ir a clases.
Continuamos platicando y bromeando de camino a los salones de clase ya que todos teníamos salones distintos pero eso no era un problema siendo la futura heredera al trono ya que en todos lados tenía amigos aunque algunos me daba la sensación de que fingian un poco de más, y otros que incluso sabiendo de mi compromiso prenatal con Alexander seguían intentando llegar a mi corazón pero ninguno me gustaba en realidad.
Pronto llegó el momento de entregar las tareas, como siempre obtenía la nota máxima ya que los profesores tienen una forma un tanto peculiar de calificar, toman el mejor trabajo y le dan la mejor nota, de ahí toman el resto de los trabajos los van calificando.
—Damay ¿Comprendes que no todos podemos tener el día entero para hacer la tarea? Apiadate un poco y se tantito menos pulcra.
Me llamaba uno de mis compañeros de clase entre bromeando y un poco molesto por lo que decidí ser más diplomática y de paso practicar algo de negociación que necesitaría más adelante para gobernar.
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¡Dame mi corona!
Teen Fiction"Le ofrecí mi amistad pero no le bastó, quería mi vida" Damay es el tipo de chica que parece tener la vida resuelta, claro, siendo la heredera al trono es algo de esperarse pero las cosas no siempre son lo que parecen, ha sido educada desde muy chic...