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¿Principio del fin? pt I

Resúmenes.

Opal llegó al mundo de Eldarya, perdida tras recién comprarse un apartamento en la ciudad, lista para llevarse a su adorada hermana a vivir con ella. Hermana a la que, por cierto, había perdido desde que su padre les arruinó la vida. Con el tiempo se encariña con los miembros de la guardia, especialmente Ezarel, y cuando mejor cree que van las cosas, es brutalmente traicionada con una poción para borrarla de su mundo: su peor miedo se hacía realidad, y todo por lo que luchaba ahora ya no podría ser.
Por la ira y el sufrimiento, acaba perdiendo el control. Leiftan empieza a utilizarla a su merced y la secuestra para terminarla de quebrar, acabando por devolverla en dos semanas.
Al momento en que Opal descubre lo que le ocurrió, acaba accediendo a colaborar con Leiftan para, de alguna forma, poder volver a Annie incluso si eso significaba vivir en las calles. Tras recibir algo de amor de Ezarel, y apoyo de otra humana que se encontró, finalmente lleva a cabo el ritual que asesinaría al Oráculo... y a las almas conectadas a este. 

— Opal, ¿qué has hecho? — La voz temblorosa de Ezarel ha sonado a mis espaldas, mirándome con ojos atónitos.

Él, como siempre, era incapaz de ver al Oráculo frente a sus narices. Y de no ser porque más aturdida estaba yo, podría haber jurado que lo vi al borde de las lágrimas, temblando quizás como yo.

— Annie.— Respondí con la misma voz temblorosa y mejillas ya empapadas, confundida entre la perdida de sangre y el hecho de haber visto a mi hermana, la razón por la que traicionaba a toda esta gente sin importarme que acabasen muertos, desangrándose ante mis ojos.— La he matado.

Y el mundo se paró de repente ante mis ojos.

Escuché las puertas de la sala de cristal abrirse de golpe, con fuerza, y la primera en entrar fue Miiko seguida por los líderes. Entre ellos, Leiftan.

Mi mirada se fijo en él, especialmente. Y aunque sabía perfectamente que no iba a decirme nada públicamente, su mirada se había fijado en mí por milésimas de segundo con aires orgullosos.

Lo lograste, podría jurar que pensaba en eso.

Y admito que sus dotes de actor dejarían sorprendidos a todos, que incluso en ese momento él no parecía mostrar culpa, ni aturdimiento, ni mucho menos alegría. Se veía tan preocupado como los demás miembros de la guardia.

Ezarel, en quien mi mirada se fijo por instinto, ahora corría en cámara lenta hacía mí, acompañado por Nevra y Valkyon, mientras a Miiko podía verla con el rabillo del ojo arrodillándose junto al cristal para contener aquellas luces azuladas que salían del gran cristal, por pequeñas brechas que se hacían cada vez más.

Como si, de alguna manera, mi sangre derramada estuviese aumentando la energía de algún ser contenido adentro, y este rompiese el interior del cristal desesperado.

Hubiese sido un espéctaculo si lo hubiese visto con detenimiento, sin dudas... pero yo seguía viendo a los chicos correr hacia mí.

Y esta vez, tal como la primera vez que estuve aquí, no escuchaba nada en español. Todo estaba en el idioma de esta gente.

Aquel idioma desconocido para mi mente, pero tan familiar para mis oídos. A fin de cuentas, así hablaban siempre que no querían que me enterase.

Nevra fue el primero en tumbarme al piso, con gran facilidad. Y es que yo tampoco puse objeción alguna.

El próximo fue Ezarel, que una vez Nevra me tenía con el brazo en la espalda y el rostro contra el suelo me inyecto en la nuca algún tipo de aceite. Y pude sentirlo, quizás por la adrenalina del momento.

O quizás el ritual me había dejado sensible.

Pero pude sentirlo. Sentir como el pulso del elfo temblaba sobre mi nuca, y el aceite entraba lentamente a mi cuerpo, quemando horriblemente mi interior. ¿Así se sentían las vacunas? Lo cierto era que yo siempre fui una bombita de enfermedades, con buena salud por mi propio pie pero jamás vacunada, así que no sabía lo que era una vacuna de rutina, pero si se sentían así... ya entiendo el pánico de mucha gente.

Y cuando finalmente todo se veía más borroso y lento de lo que ya sentía, los brazos de Valkyon fueron los que me levantaron cual saco de patatas sobre su hombro. El caos estaba desatado, pero yo no era capaz de pertenecer a su mundo.

Yo estaba en mi propia penuria personal.

Acababa de firmar la sentencia de muerte de millones, entre esos, mi propia hermana. La razón por la que hice todo esto. Con mis propias manos la había matado, en el pobre intento de volverla a ver.

Y antes de quedarme dormida, de perder la consciencia antes de despertarme en una jaula con 0 esperanzas de que Leiftan cumpliese su parte del trato, la voz de Ezarel volviendo a hablar Español fue lo único que pude escuchar.

Pero no fue hasta la sexta, quizás décimo octava vez, que logré entender lo que decía.— ¿Por qué? — Sus palabras salían resentidas, devastadas. Nevra le tomaba por el hombro como intentando calmarle mientras Valkyon se alejaba conmigo en su hombro en dirección a la puerta.

Y Ezarel seguía preguntando lo mismo. "¿Por qué?"  una y otra vez.

Hasta que estuve a punto de cruzar la puerta que pude abrir mis labios, lento y balbuceante, con el cabello de Valkyon acariciando mi costado.— Annie.— Musité, firme por primera vez en mucho tiempo. Como si, después de todo, hubiese valido la pena el intento.

A semejante precio.

Y no ha habido día en que me haya despreciado más que en ese momento. Ni cuando ayudé a encubrir un homicidio, ni cuando creí matar a tantas personas, ni mucho menos cuando ataqué a Ezarel.

Ahora, que sentía que haber matado a Annie valía la pena por cumplir mi capricho de volver a verla.

¿Desde cuando era yo tan egoísta? ¿Tan estúpida de no entender las prioridades?

Antes de darme cuenta, sin ser consciente siquiera de en qué momento, caí dormida y rendida entre el apogeo de, bueno, el fin del mundo.



Inútil tus cojones. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora