.23.

775 58 101
                                        

En esta ocasión tengo varios avisos importantes sobre el futuro de la novela, y una pequeña ayudita para aquellas que quieren adelantarse lo más posible a esta. Si están interesadas, lleguen hasta el puto final. Vagas.

Abro los ojos con pesadez, aún sintiendo el cansancio de la noche anterior.

Probablemente porque terminé durmiendo a eso de las dos de la mañana por culpa de mi señora consciencia. ¿Por qué tengo una, para empezar? Ni siquiera la necesito, ¡me estorba!.

Giré la cabeza en busca de pruebas de que lo que pasó anoche no fue otro sueño fantasioso, como si el hecho de sentirlo contra mi cuerpo no fuese suficiente. Le miro mientras aún duerme, placido y tranquilo.

Sin poder evitarlo me doy el lujo de acariciar su mejilla, ver su rostro tranquilo al dormir; de repente se ve más renovado, como si aquella "reconciliación" le hubiese devuelto todas las fuerzas. 

He tenido que repetirme que debo tener prioridades con tal de no dudar de mis acciones. ¡Vamos, Opal! ¡Es ahora o nunca! ¡Annie te necesita!.

Suspiro para levantarme con lentitud, quitando el brazo de Ezarel de encima mío con cuidado de no despertarlo. Habíamos dormido toda la noche de cucharita, probablemente la mejor siesta de todas.

Una vez de pie, su mano me sujeta de la muñeca inpidiendome alejarme de la cama.— Es de muy mala educación irte sin dar los buenos días, si quiera.—Dice con voz ronca por el sueño, sin dignarse a siquiera levantarse, aún cubierto hasta el torso con las sábanas de su cama.

  — Buenos días.— Le sonreí como pude. Desde lo más profundo hasta lo más externo de mi ser, empiezo a sentirme mal por hacerle esto.

Tal vez lo merece, sí, pero no quiero ser yo la culpable de esto. Ni siquiera quisiera tener que ver con todo esto, quizás fue cruel buscar mi felicidad sin importarme lo que vendrá después o lo que significará para todos aquí, pero... No puedo perder esto.

Esa es la única excusa que tengo para justificarme a mí misma, ¿Un intento pobre por calmar mi culpa? Sí, definitivamente.

  — Te ves hermosa.— Dice con simpleza, mirandome a los ojos. No logro evitar ruborizarme y sonreír ante el comentario del elfo.

Claro que sí estoy hermosa, pervertido de mierda, sigo desnuda.

— Idiota.— Aparto el brazo que me rodeaba en un abrazo ligero y le doy un almohadazo, yendo directo a las cortinas para vestirme como si fuese a una misión, con el traje negro que Karenn me regaló un tiempo atrás.

— Eso no decías anoche.— Bromea él, y antes de permitirme contestar con algún comentario cortante y borde, como de costumbre, se sentó al borde de la cama permitiendome admirar su cuerpo.

Y joder, ¿Quién iba a creer que un alquimista con cara larga y goloso como el demonio tendría un cuerpo así? Yo no.

Pero vale, que se me olvida que también maneja el arco y la espada, y normal que tenga semejante cuerpo.

Oh, bueno, le agregaría un poquito de carne. Ya veo porqué come tanto, ¡El pobre debe pasar hambre!

  — Veme en el laboratorio de alquimia en cuanto puedas.—Se levanta y camina a coger su ropa para luego vestirse, con total naturalidad.

Yo me dedico a seguirle con la mirada, la paranoia vuelve a invadir cada fibra de mi ser. ¿Sospecha? No, suena más a que ya me atrapó. ¿Querrá hablar de eso en privado? ¿Y si ya todos saben y en el laboratorio estarán todos reunidos? Sí, puede ser. 

Leiftan va a matarme.

No debí.

Mierda.

  — ¿No puede ser ya? — Pregunto intentando sonar tranquila, o por lo menos intentando no evidenciar el estrés.

Inútil tus cojones. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora