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Tu hermana Melise estaba con nosotros, yo no sé si querías demostrar que si la querías, pero estaba con nosotros, y tú le hacías una trenzas, pero no servía, su cabello rojo fuego se desmoronaba y las trenzas se deshacían solas. Solo empapándolas con mucha grasa lograste que se quedaran, y ella te besó ambas mejillas y se marchó.

—Cuando era más pequeña, lloraba por tener mi color —dijiste viendo la puerta, como si te acordaras de eso—, quería ser igual a mí.

—¿Y qué pasó?

—Tiene diez años, ya más o menos sabe que es linda.

En la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora