Toc, toc.
O
Pom, pom.
Tal vez:
Bam, bam.
El caso es que la puerta sonaba. Por el ojo te vi, y ya sabes, como de costumbre se aceleró mi corazón. Abrí la puerta y ahí estabas: radiante, hermosa, como siempre eras. Tú me cegabas tanto que no me di cuenta de que tu esposo andaba contigo.
Oh, no sabes todo la situación extraña que pasó después.
—Hola Timothy.
—Señor Enrique, señorita Isabela.
—¿Podemos pasar? —preguntaste, pero Enrique, tu esposo, ya había pasado y se sentó en mi sofá.
Tú te sentaste a su lado. Cerré la puerta confundido y me senté en el otro sillón.
—Timothy, —empezó a hablar con la mirada al piso—, mi esposa y yo hemos estado hablando, siendo honestos el uno con el otro, estábamos tomando decisiones y, después de deliberar, hemos decidido que lo mejor era hablar contigo ya que tú eres uno de los involucrados. Tú sabes, el matrimonio es de dos, alguien está sobrando. Yo no sabía cuál de los dos sobraba, ahora me doy cuenta que eres tú.
Todavía tenía el ceño fruncido, te miré, pero mirabas las manos de Enrique envolverse una y otra vez entre si.
—Sé que Mely es tu hija, y respeto tus derechos sobre la niña. Creo que esa princesita es el único lazo que los une a ustedes dos y que entorpece el matrimonio nuestro. Después de muchas emociones agrías Isabela aceptó darte la tutela de la niña, si tú quieres, como condición de que la dejes en paz. Y si tú no quieres la niña, está bien, porque amo a esa niña como si fuera mía, e Isabela es su madre, y la ama más de lo que tú jamás podrías, así que nos quedaríamos con ella con muchísimo gusto. Quitarlas de nuestras vidas seria miserable.
»Timothy, voy a ir directo al grano: sé que te escabulliste en mi casa aprovechando de mi confianza para volver a buscar de Isabela, sé que la besaste porque las cámaras de seguridad lo dicen todo, sé que no respetaste que era mi esposa como para acostarte con ella en este departamento, todo eso lo sé, y te juro que lo que más quiero es destrozar tú carita bonita hasta que quedes irreconocible, pero Tim, —como te dice ella—, yo la amo demasiado, y estoy haciendo lo que ella me pidió, jugar al pendejo sentado aquí, hablándote así, poniendo una bandera en blanco, para que sepas que esto se acabó ya.
Silencio sepulcral. Creo que el corazón se me estaba saliendo por la boca. Sentía la cara fría, y todo el cuerpo. Estaba al borde de un ataque, ni siquiera sé de qué tipo. Te mire a ti, llorabas en silencio.
—Isabela me ama.
Enrique alzó la vista. Te miró. Y después dijo—: No fue lo que ella dijo.
Respiraste hondo.
—Yo ya tome una decisión Tim.
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En la piel
Short StoryElla es seca y orgullosa. Detrás de esos escudos se esconde una niña frágil que nunca ha amado a nadie. Cuando Tim se enamora a primera vista de Isabela no tiene idea de por qué esta lo rechaza tanto. Tim quiere entender que hay en la piel de Isabel...