14. respondiste.

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14. respondiste.

—Tú ves lo que quieres Isabela. —Te desafié—. Existen miles de súper modelos de color, actores, gente famosa, gente importante, existen miles de personajes en cuentos e historias que son de color, y la propaganda de la nueva bebida tiene a una mujer de color en él. ¡Por que no te fijas en eso!

—Es un poco difícil. —respondiste mientras te rascabas la nariz.

—¿Y qué hay de los asiáticos, árabes, y los hispanos, eh?, ¿solo piensas en ti?

Te alzaste de hombros, me encariñé de ese gesto tuyo.

—Cada uno sufre por el privilegio de los blancos de una manera distinta. No importa el lugar, si tu piel no es lo suficientemente blanca para hacerte pasar por un blanco, eres objetivo vulnerable para el mundo.

—¿Hacerse pasar por blanco? —Yo te pregunté, y sabia la respuesta, pero querida, me encantaban tus respuestas largas, todo lo que decías lo decías con el alma.

—Son esa gente mezclada, esa gente que viene de una familia en donde la abuela era europea pero el abuelo era un ex esclavo africano, y se enamoraron, y tuvieron hijos medio claros que si no se exponían al sol podían lucir blancos aunque sus facciones los delataran un poco. Mientras más se mezclaban con personas más claras que ellos, los niños nacían casi blancos, y ellos, por temor al rechazo que habían sufrido de pequeños, evitaban mencionar que sus hijos tenían sangre negra en sus venas, cosa que se delata porque, por ejemplo, los niños tienen un tío más prieto que el carbón, y ellos solo nacieron blancos, o rosaditos, por una cuestión de genes y "suerte", —Encerraste en comillas con tus dedos—, aunque detrás de la oreja, en los pliegues, se demuestre diferente.

Yo me senté más cerca de ti, y me incliné un poco.

—Tengo una tía que era morenita, —Me inventé—, mira detrás de mi oreja.

Tú no me hiciste caso, y te levantaste.

—¿Me ves cara de estúpida Tim? Tú no tienes nada negro en tu sangre.

—¿Cómo podrías saberlo? Aunque sea en la quinta o sexta generación, mis ancestros, por allá lejos. —Me reí—. Soy una persona de color, tan igual a ti. —Agarré tu brazo para que te sentaras a mi lado, y después tu mano, y la junté a la mía.

Las diferentes tonalidades eran obviamente notorias, porque mi piel era tan blanca que las venas se veían llenas de sangre azul, y yo quería de alguna forma cambiar eso para que me aceptaras. Era increíble, ¿Cómo iba a ser que tú me hicieras sentir mal sobre mis orígenes o mi color de piel?

—Eres blanco puro. —Comentaste con mi mano enlazada a la tuya, mis nudillos rojos y los tuyos más oscuros que tu color de piel, tenías unas manos delicadas, dignas de una niña consentida que no hace quehaceres y que tiene todo lo que quiere.

Entonces, yo estaba acariciando tu mano con mis dedos y la apartaste bruscamente.

Estoy seguro que sentiste lo mismo que yo, ¿esa electricidad, verdad?

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En la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora