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Las puertas de mi departamento estaban abiertas desde las tres de la madrugada hasta las cuatro, en ese intervalo de tiempo tú llegabas y te acurrucabas a mi lado y me contabas de tu vida de casada, de las cosas buenas y las malas, de las cosas que me llenaban de celos y después lo curaban. De la pequeña Mely, de tu duda, porque no sabías que hacer. Y yo te escuchaba, paciente, rogando que me dejaras besarte, porque no me conformaba con solo abrazarte.


En la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora