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Te mostré mi cuarto porque querías. Dijiste que mi cama era suave y yo me senté a tu lado. Después me lancé sobre ti, y te subí encima de mí, acariciando tus piernas mientras te besaba, moviendo mis caderas con las tuyas.

Iba a subir tu blusa y me detuviste.

—Despacio. Despacio.

Despacio, despacio. Un susurro a mis oídos bajando mi temperatura.

Me miraste a los ojos, me acariciaste la cara y yo cerré los ojos, porque querida, esa caricia tuya movió todo en mí, y me sorprendí al sentir tus labios sobre los míos moviéndose despacio.

Abrí los ojos, pero ya no me estabas besando, entonces te acerqué a mí de nuevo antes de que te fueras, querida, yo pensé que me dejarías ahogarme en el placer de tenerte, pero tan fácil como vino, se fue.


En la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora