Capítulo 12.

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Llevaba más de media hora tratando de memorizar cada palabra, y lo había conseguido con sólo cinco de ellas. Eran demasiadas y era tarde, la información aún seguía rondando en mi cabeza y me golpeaba una oleada de confusión.
Siempre había visto la magia como algo maravilloso pero imposible, siempre había oído hablar de sectas y personas que quieren controlar el mundo pero jamás lo creí real o que pasaría muy pronto.

Decidí que debía tomar un descanso después de haber repasado alguna palabras, me dediqué a observar la habitación, las paredes eran blancas, las obras de Van Gogh le daban vida, me había parecido un gesto bastante lindo de parte de Jonah haber conseguido aquella pintura, debió haber sido un trabajo duro, no es tan fácil como pedir una pizza, o quizás eran los beneficios que Septem tenía.
La habitación estaba cerrada completamente, sin ventanas, a un lado del estante de libros había un pequeño escritorio con útiles de pintura y algunos lienzos, y encima de los lienzos estaba la túnica oscura que había visto la primera vez que vine aquí.

Me encaminé a la puerta y la abrí encontrándome con el pasillo vacío, caminé sigilosamente hasta la primera puerta que era la de Zach, seguro él también debía estar sufriendo con las setecientas palabras y quizá hablar del tema me haría bien, la puerta no se encontraba cerrada completamente así que aproveché eso para darle un sustito a mi mejor amigo.

—¡Así te quería agarrar puer...

Mi gritona voz se fue apagando cuando me percaté de que efectivamente había asustado a Zach, pero no estaba solo. Su rostro había quedado a centímetros del de Jack, cuando se percataron de mí existencia se separaron un poco.

—¡Ustedes iban...! ¡Ustedes estaban...! ¡Ay por Dios! —grité como una niña emocionada.

—Wes...

—¡Son muy lindos!

—Wes...

—¡Sigan en lo suyo, yo me volteo! —me di la vuelta sin salir.

—¡Wes, calmate! —Zach alzó un poco la voz, obligándome a verlo.

—Es mejor que me vaya, debo seguir practicando eso que te enseñé —mencionó el enrulado mientras salía por la puerta.

—Gracias, Wes. Me lo asustaste —dijo el de mejillas rosadas con cierta diversión.

Llegué hasta su cama y me senté junto a él.

—Perdón, me emocioné y no sabía que él estaba aquí —me disculpé. Zach soltó una pequeña risa que me hizo reír a mi también. — Necesitas contarme.

—¿Sobre qué? —se desorden ó el cabello desviando la mirada. Lo miré mal. —Bueno, es que no hay mucho que decir.

—Casi se besan, eso es mucho que decir. Alguien sí hizo de su habitación un lugar de comodidad —dije para molestarlo.

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