Capítulo 33.

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Jonah.

Los pasillos de Stillwater estaban completamente desiertos, algunas ventanas seguían abiertas lo que ocasionaba que el frío viento entrara por ellas.

Las luces del lugar eran tenues ya que pasaban de las dos de la mañana, así que las luces en los pasillos no eran tan necesarias cuando todos dormían, excepto mi rubio amigo y yo.

—¿A dónde mierda vamos y por qué no pudimos haberlo hecho cuando hubiera mejor luz? —reclamó.

—Esto es urgente.

Ninguno de los dos dijo nada más y nos dedicamos a caminar hasta el salón de música. Era seguro estar ahí, ya que últimamente ningún miembro de Septem dormía ahí.
Llegamos y sin ningún problema entramos, todo estaba tal cual se había quedado el día que hicimos conexión con nuestros animales, no habíamos venido desde entonces pero la próxima sesión ya estaba programada.

—¿Qué hacemos aquí, Jonah?

—Necesito que me hagas un favor, amigo.

Corbyn bufó. Caminamos detrás de él escenario hasta llegar a las vacías habitaciones del pasillo, no detuve mi caminar sino hasta que llegamos a la habitación de Wes.

—No creo que esto sea una buena idea —dijo Corbyn cuando llevé mi mano al picaporte. —Nos arrancará cada parte de nuestro cuerpo si llega a enterarse de que entramos ahí.

—¿Quieres callarte? —pedí abriendo la puerta.

El olor a cítricos me invadió, haciéndome sentir un poco nostálgico pero aparté esa sensación, aún no la había perdido, ella seguía aquí e iba a encontrar una manera de traerla de vuelta, costara lo costara.
Corbyn encendió la luz de la habitación, se quedó en el marco de puerta.
Me dediqué a observar la habitación que con tanto esfuerzo me había dedicado a decorarla, no era momento para arrepentirme de no haber sido sincero con ella desde un principio pero no podía evitar sentirme mal por todo lo que estaba pasando.

Mi vista terminó en aquel girasol que aún conservaba, me atrapé con una sonrisa en mi rostro al recordar la cara que mi Wes había puesto cuando se la di y le demostré que la magia era real.
Llegué hasta la flor y la tomé, olía fresca, como si fuera recién cortada.

—Corbyn, ven aquí —pedí.

El rubio llegó detrás de mí, observandome.

—Hay algunas cosas que he hecho mal, y esto lo compensará. —me aclaré la garganta. — Eres la única persona en la que confío ahora y necesito de tu ayuda. He estado guardando esto por mucho tiempo porque sé que es muy poderoso y puede causar mucho caos. Necesito que me hagas el favor más grande de la vida.

—Estás asustandome, Marais.

—Hay un par de personas en Europa, les debo la vida y ellas a mí, es muy pronto para decirte quienes son pero son muy importantes en todo esto que está pasando. Acércate.

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