Y se sintió mucho mejor cuando él comenzó a acariciarle la espalda, sintiendo la anticipación de lo que sería tener sus manos sobre su pecho. Siguió acariciándole unos segundos más y después hizo lo que tanto deseaba Luna, traer una mano suya al frente para descubrir un seno lleno por el deseo. No llevaba sujetador, el tipo de top que llevaba no lo hubiese permitido y Luna se alegró de ello. Una mezcla de suspiro y gemido se escapó de su garganta con las incitantes y expertas caricias de ese hombre. No pudo evitar que el beso se llenase aún de más pasión.
No paró de acariciarla y, no contento con ello, atrapó su pezón entre los dedos, convirtiéndolo en un nudo tan erecto que Luna se quedó deseando más, mucho más. Él parecía estar sintiendo lo mismo, porque soltó un gemido en su interior y abandonó un segundo su pecho para tomarla por la cintura y sentarla sobre la barra, todo mientras con la boca profundizaba aún más en el apasionado beso e insistía más con la lengua.
Encontró el bajo de la falda y se lo subió, para poder colocarse entre sus piernas. No perdió el tiempo yendo en busca de sus pechos, los dos, y haciendo que Luna se volviera loca de deseo. Pero justo cuando estaba reuniendo el coraje para sacarle la camisa de los pantalones, pensando en cómo iba a subirlo con ella a la barra y en cómo sería hacer el amor allí con él, un pensamiento apareció en su cabeza, sin previo aviso.
De repente se encontró pensando en la conversación que habían tenido y en las dos bodas de las que había huido, reflexionó sobre los dos hombres que había dejado plantados y sobre esas dos ocasiones en las que había dejado detrás tanto dolor y caos. Y, a pesar de que Matteo había hecho que se sintiera mejor por ello durante unos minutos, pensó de repente que no podía dejar que aquello fuera más lejos. No podía dejar que ninguno de los dos se implicara más de lo que ya lo habían hecho. Así que, en vez de sacarle la camisa, deslizó las manos de la espalda al pecho y empujó para apartarlo.
—Soy peligrosa, ¿Recuerdas? —le dijo ella sin aliento.
—Me gusta vivir de forma peligrosa —repuso él mientras le besaba el cuello, la clavícula y el hombro.
Intentó ignorar el placer que le estaba haciendo sentir y se esforzó por seguir pensando en los dos hombres a los que había hecho tanto daño. Tenía que tener en mente que debía parar aquello antes de que uno de los dos arriesgara más de lo que ya habían hecho.
—No, de verdad —dijo ella apartándolo.
Él se dio cuenta de pronto de que ella hablaba en serio. Dejó que sus manos cayeran hasta las caderas de Luna y dejó de besarla, mirándola a los ojos.
—Justo cuando empezaba a pensar en cuántas leyes de sanidad pública iba a infringir al usar la barra para algo distinto a servir bebidas... —le dijo él.
Luna se dio cuenta de que los dos habían estado pensando en lo mismo. Eso hizo que le resultara más difícil aún contenerse.
—Bueno, no quiero ser la responsable de que te multen o cierren el restaurante —bromeó ella.
A pesar de que no le había dado una buena razón para detener lo que estaban haciendo, él hizo lo que ella quería. Se separó de ella, la tomó por la cintura y dejó donde estaba antes, pero sin apartar las manos de sus caderas y sin dejar de mirarla a los ojos, como si estuviera esperando una explicación.
—No sabes lo que haces conmigo... —le dijo Matteo.
«Ni tú lo que haces conmigo», pensó ella.
Pero tenía que quitarse eso de la cabeza, alejarse de él y de las tentaciones que él representaba.
—Mañana es un gran día —le dijo ella como si eso fuera razón suficiente.
—Eso he oído —repuso él.
No dejaba de mirarla, como si estuviera buscando algo en su interior. Y lo hacía con tal intensidad y calor que ella se preguntó si iba a besarla de nuevo. Tenía que evitarlo porque no creía que fuera capaz de negarse una segunda vez. Por fortuna, él no lo intentó y apartó sus manos de sus caderas después de unos segundos.
Tomó la de Luna y de la mano fueron apagando las velas que quedaban. Sin soltarla, atravesaron la cocina y salieron al callejón, subiendo escaleras arriba. Ella se preguntó si se separarían entonces o si acabaría ocurriendo lo que su cuerpo tanto deseaba. Pero él no insistió. Cuando llegaron al rellano, él se giró para mirarla y acarició con su pulgar el reverso de la mano de Luna.
—Supongo que es hora de decir adiós, entonces —le dijo con voz profunda.
—Supongo que sí.
—Buenas noches.
—Buenas noches.
Pero ninguno de los dos se movió, él siguió acariciándole la mano y los dos observaron los movimientos de su pulgar. Después, Matteo levantó la mano de Luna hasta su boca y le plantó un largo y tierno beso. Uno que le hizo desear a Luna que fuera en sus labios, no en su mano. Ella pudo resistirse y contuvo el aliento.
Después de unos segundos, él la miró y soltó por fin su mano. Luna supo que había llegado el momento de retirarse, antes de que sucumbiera a sus deseos y se lanzara de nuevo en sus brazos.
—Buenas noches —repitió ella yendo hasta su puerta y entrando.
Pero cuando se giró para mirarlo una última vez, vio que él seguía mirándola con intensidad.
—¿Sabes qué? Si yo hubiera sido Don Limpieza o Don Superestrella, no hubiera renunciado a ti tan fácilmente, sin luchar.
Ella no pudo evitar sonreír antes de cerrar la puerta. Entonces se apoyó sobre ella, intentando controlar sus deseos y pensando en lo que acababa de decirle.
Pensaba que, aunque decía que no hubiera renunciado a ella sin luchar, había sido inteligente que esa noche hubiera aceptado lo que ella le había pedido sin discutir. Porque, si no lo hubiera hecho, Luna sabía que en ese instante estarían desnudos sobre la barra del bar, con sus miembros entrelazados y rompiendo todas las leyes posibles de sanidad en lugares públicos.
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Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]
FanfictionQuizá encontrara el amor de su vida en la boda de su mejor amiga... ❥ Fecha de publicación: 19.05.19 ❥ Fecha de finalización: 11.08.19 ❥ Editada: 10.04.22 ❥ Historia adaptada. ❥ Todos los derechos y créditos reservados a su autora original.