➻ quince

1.7K 142 5
                                    

—Creo que después de criarlas a ustedes, necesitaban desahogarse de alguna forma.

—Sí, creo que les dimos muchos disgustos.

—¿Quién era la peor?

—No le digas a nadie que lo he admitido, porque yo siempre lo niego, pero creo que era yo, a pesar de ser la mayor.

Matteo la miró con incredulidad.

—¿Tú?

—Yo.

—¿No te han dicho que se supone que los mayores tienen que dar buen ejemplo?

—Eso me decía todo el mundo. Una y otra vez. Pero supongo que no lo suficiente.

—¿Y qué es lo que hacías?

—Cuando era muy pequeña hice algo horrible, me comí unos insectos.

—¿Tus primeros pasos en el mundo gastronómico?

—A lo mejor era eso. También me daba por subirme a los árboles, y después me caía. Pegaba a mis hermanas. Una vez convencí a la más pequeña para que metiera la cabeza entre las barras de una mecedora. Después no pudimos sacarla y hubo que partir la silla en dos. Ya sabes, las típicas travesuras.

—¿Y cuando fuiste mayor?

—Aún me gustaba escalar, pero entonces era para salir por la ventana de mi cuarto mientras todos dormían. Quedaba con mis amigos y dábamos una vuelta por ahí, a esos paseos me recuerda éste.

—¿Qué más? —preguntó Matteo divirtiéndose con la conversación.

—Mis padres no me dejaban llevar maquillaje hasta los dieciséis. Yo creía que era muy tarde así que me maquillaba antes de entrar en el instituto y después me lo quitaba. Hasta que me pillaron. Y también tuve un novio con moto.

—¡Una moto! —exclamó él fingiendo horror.

—Y cuando mis hermanas me delataban, yo me vengaba luego.

—¿Cómo?

—Cortándoles un mechón de pelo mientras dormían y pintándoles la nariz con rotuladores permanentes...

—¡Estabas muy loca!

—Sí —asintió ella.

—¿Hay más?

—Una vez las encerré en el sótano para poder tener una fiesta en casa cuando no estaban mis padres. O empujaba el coche de mi padre por la rampa de casa hasta la calle para que el ruido del motor no lo despertara. O cortaba la costura de los pantalones de mis hermanas por detrás para que se le abriera mientras estaban en una cita. O...

—Eras mala —la interrumpió él con una gran sonrisa.

—Pasé mucho tiempo castigada, pero también recibí de mis hermanas...

—Las enseñaste bien.

—Vaya, nunca consigo que nadie se apiade de mí —repuso ella fingiendo tristeza.

—Ahora que me has contado todo eso, no me extraña que tus padres se dediquen a los bailes de salón, será como terapia para ellos —le dijo Matteo.

—Eso dice mi madre, he llegado a pensar que no debería tener hijos, por si acaso.

Ya habían llegado al callejón y ninguno de los dos dijo nada hasta que llegaron a la escalera. Era muy tarde y tenían claro que aquello era el fin de la velada, ese hecho parecía haberlos callado o entristecido de pronto, porque estaban disfrutando mucho de la conversación y la compañía mutua. Al menos así se sentía Luna. De mala gana, subieron las escaleras.

—Bueno, gracias por acompañarme a casa —le dijo ella cuando llegaron al rellano.

—Claro —repuso Matteo.

Parecía algo distraído.

—No me enteré de quién había ganado el partido de esta noche —comentó ella apoyándose en su puerta.

—Ganamos, pero sólo por un punto, no somos lo mismo sin Gastón.

A Luna no se le ocurría nada que decir. Además, estaban cerca el uno del otro, bajo la luz de la luna y, viendo la cara de Matteo, no podía pensar en algo tan aburrido como los deportes.

—Bueno, lo siguiente es la fiesta de despedida de soltero —le dijo él—. Y como nosotros nos hemos colado en su fiesta, ustedes podríaño aparecer en la nuestra de mañana por la noche.

—¿Es una invitación?

—Si lo admitiera me echarían del grupo —dijo él con voz más suave y profunda que antes—. Sólo digo que nos lo merecemos por colarnos en su reunión.

—Pues sí.

—Y como voy a pasar todo el día en Billings con Gastón, quiere comprarle un regalo a Nina, sería la única manera de verte.

Ella se preguntó si habría querido decir que quería verla. Porque así era como le había sonado. Luna también quería verlo, pero no iba a poder ser.

—Nina y yo hemos quedado en dedicar la noche de mañana a una sesión de belleza conjunta en su casa, mientras cuidamos de las gemelas. Ya sabes, limpiezas faciales, manicuras, pedicuras, todo eso. No creo que nos apetezca aparecer en una despedida de soltero. Además, si lo hiciéramos, ¿No correría el peligro de que interrumpiéramos algún espectáculo, como una chica saliendo de una tarta?

Matteo sonrió de nuevo.

—Podrías ir tú con el sujetador de bailarina vikinga que llevabas antes...

—¿Bailarina vikinga?

—A eso me recordaba —dijo él—. La verdad es que me lo paso muy bien contigo.

—Bueno, no creo que me eches mucho de menos cuando estés en medio de una despedida de soltero.

—No sé, puede que sí. Pero, además de lo de mañana, ¿No necesitas hacer algo en las tartas?

—No hasta el jueves por la noche.

—¡Vaya! Parece que no se me arregla.

—Lo siento.

Los dos se quedaron sin nada que decir, pero ninguno se movió para entrar en sus respectivos apartamentos. Siguieron simplemente allí, mirándose a los ojos. Aunque había terminado las dos noches anteriores pensando que él iba a besarla y después desilusionada al ver que no ocurría y aunque no quería dejarse caer en esa trampa de nuevo, no pudo evitarlo.

Y justo entonces, Matteo la sorprendió al acercarse de repente y besarla con gran ternura y brevedad en los labios. Demasiada brevedad. Se quedó mirándolo a los ojos sin saber qué decir.

—Eso era para darte las gracias por salvarme de las garras de Yamila Sánchez —le dijo él para explicar el beso.

No supo qué contestar. Levantó la barbilla y se preguntó si en ese beso no habría nada más que gratitud. Si era verdad, no había razón para quedarse a esperar que hubiera más.

—Bueno, que te lo pases bien mañana comprando y después en la fiesta.

Matteo asintió y se acercó a su propia puerta mientras ella abría la suya. Los dos se despidieron y entraron en sus pisos. Ya fuera un beso sólo de gratitud o algo más, Luna pudo sentir durante mucho rato la presión sobre sus labios. Su corazón también seguía palpitando con fuerza.

Nunca le había pasado algo así, nunca había tenido esa reacción a un simple beso, ya fuera sólo de gratitud o no.

Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora