—Quizás podamos... —repuso ella preparándose para que la besara de nuevo.
Y a pesar de que era muy consciente de todo lo que pasaba y de que estaba disfrutando como nunca de la presión de los labios de Matteo en su boca, se convenció de que quizás esa noche no fueran a ir más allá tampoco, aunque dentro de su corazón así lo deseara. Porque sabía que si no ocurría lo inevitable se pasaría el resto de su vida pensando si habría sido tan bueno como había soñado.
Se sentía demasiado atraída por ese hombre como para dejarlo pasar. No quería tener que pensar en cómo habría sido, quería que ocurriese. Así que elevó sus manos hasta el cuello de Matteo y profundizó en el beso, dejando que sus lenguas chocaran y jugaran en sus bocas. Pero, justo cuando ella pensaba que le estaba dando más que pistas suficientes, Matteo dejó de besarla y apoyó su frente en la de ella.
—Dime qué es lo que quieres —le dijo.
Quizás sus señales no habían sido tan claras como pensaba.
—¿Que qué quiero?
—No quiero terminar como anoche.
—¿Frustrado y confuso?
—Más o menos. Y preguntándome si me pasé de la raya...
—No lo hiciste —le aseguró ella de inmediato.
—Entonces, ¿Qué es lo que quieres? —le preguntó de nuevo.
Luna sabía que era su última oportunidad para echarse atrás. Pero no iba a hacerlo.
—¿Ir adentro? —le sugirió ella.
—¿En serio?
—En serio.
Luna notó que sonreía.
—¿A tu apartamento o al mío? —le preguntó él.
—Los dos son tuyos —le recordó ella—. Pero como nunca he estado en el que vives y no sé si guardas esposas, cadenas o látigos, será mejor que vayamos al mío.
Él levantó la cara y sonrió.
—Ni siquiera tengo colmillos de pega, así que mucho menos esposas, cadenas o látigos. Pero en cuanto a lo de la colonia nudista, eso sí que me gusta.
Ella también sonrió, pensando en lo cómoda que se sentía siempre con él, incluso cuando estaban a punto de hacer lo que estaban a punto de hacer. Lo bastante cómoda como para tomarlo de la mano y llevarlo hasta su puerta, abrirla y entrar con él. Pero allí se cambiaron los papeles y ella dejó de ser la guía.
En cuanto entraron, Matteo la obligó a girarse y la besó con una pasión y hambre extremas, nada que ver con los tiernos besos del rellano. Luna le respondió con el mismo ardor. Ahora que ya había tomado la decisión y no había vuelta atrás, se dejó llevar por el fuego que sentía en su interior. Lo deseaba tanto que iba a tener que controlarse para no arrancarle la ropa, pero no lo suficiente como para no desabotonarle la camisa y deslizar sus manos sobre los sedosos y fuertes pectorales de Matteo.
Ella sólo anhelaba que él le hiciese lo mismo, que la tocara como ella estaba haciendo, que le quitara el vestido de una vez. Pero él parecía querer ir más despacio. Mientras la seguía besando sujetaba sus hombros, acariciándola con ternura. Pero Luna quería sentir sus manos en otras partes de su cuerpo, partes que deseaban su contacto con urgencia. Por fin, animado por la pasión con la que lo besaba Luna, Matteo le bajó con un solo movimiento los tirantes del vestido. Ella gimió, intentando hacerle entender que iba por el buen camino.
Matteo no se hizo de rogar y comenzó a bajarle la cremallera de la espalda. El vestido, de una pieza y sedoso, cayó a los pies de Luna en cuanto la cremallera cedió, dejándola vestida únicamente con medias que le llegaban hasta medio muslo y un tanga de encaje. Pero ella no sintió vergüenza, nada en absoluto. Sólo quería desnudarlo a él también. Le quitó la camisa y la tiró al suelo. Antes de que ella tuviera que hacer nada más, Matteo se quitó los zapatos y los pantalones.
A Luna le pudo entonces la curiosidad. Se preguntó si aún llevaría algo o si estaría completamente desnudo. Estaba frente a ella y podía mirarlo. O tocarlo. La curiosidad la hizo audaz y deslizó las manos por su ancha espalda, hasta la cintura y después más abajo hasta las caderas y muslos. No, no llevaba nada de nada, sólo había piel, suave piel sobre los músculos más firmes que había tocado en su vida.
Él la abrazó con más fuerza y, sin dejar de besarla, la llevó hasta la cama, tumbándose sin tener que separarse ni un momento de su boca. Pero una vez allí, Matteo dejó de besarla, para mirarla primero a los ojos y después dejar que su vista recorriera el cuerpo de Luna. No dijo nada, sólo gimió al verla, se incorporó y comenzó a quitarle las medias con cuidado.
A ella no le importó, estaba deseando librarse de las pocas prendas que aún la cubrían. Además, desde donde estaba podía contemplarlo desnudo por primera vez. Y era una visión que nunca iba a olvidar, pensó en ese instante que un hombre como Matteo nunca debería llevar ropa. Era una obra de arte. Alto, de anchos hombros y estrecha cintura, su estómago estaba cubierto de músculos y sus bíceps y muslos parecían modelados por las manos de un escultor. Y su virilidad se erigía larga y dura entre sus piernas.
Cuando la desnudó, volvió a echarse a su lado, besándola de nuevo y acariciando su pelo. Había aún más pasión y hambre en ese instante, tanto que él no pudo mantener la mano quieta sobre su pelo durante mucho más tiempo. Comenzó a acariciarle y llegó a su trasero, atrayéndola con fuerza hasta la parte de su anatomía que demostraba cuánto la deseaba. Luna también acarició su espalda, deteniéndose después en la parte más baja, la que había atraído tanto su atención en los últimos días.
Pero Luna necesitaba que dedicara tiempo a otras zonas. Sus pechos hinchados y sus erectos pezones se hundían contra el torso de Matteo, reclamando atención. Esa vez, Matteo no vaciló un instante, cubrió uno de sus senos con la mano. Ella aún se acercó más a él. Matteo dejó de besarla para recorrer con su boca la barbilla, la mandíbula, la oreja y el cuello. Ella también besó su cuello, pero cuando él bajó hasta su pecho, Luna se rindió por completo, dejando que su cabeza cayera sobre el colchón y abandonándose al placer del momento.
Unos maravillosos y cálidos labios cubrieron su pecho y la lengua de Matteo jugó sensualmente con sus pezones mientras con la mano que tenía libre bajaba hasta el lugar entre sus piernas que estaba empezando a despertarse. Con cuidado, Matteo acarició con sus dedos la parte más íntima de su anatomía, buscando y hallando el centro mismo de su placer. Ella estaba casi al borde del precipicio.
Cuando Luna pensaba que no iba a poder aguantarse ni un minuto más, él se dio cuenta y se colocó sobre ella, sustituyendo la mano por su propio cuerpo. Se metió entre sus muslos, que se abrieron con generosidad para hacerle hueco. Luna apenas podía respirar, tal era la fuerza de su deseo.
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Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]
FanfictionQuizá encontrara el amor de su vida en la boda de su mejor amiga... ❥ Fecha de publicación: 19.05.19 ❥ Fecha de finalización: 11.08.19 ❥ Editada: 10.04.22 ❥ Historia adaptada. ❥ Todos los derechos y créditos reservados a su autora original.