Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ Cᴜᴀᴛʀᴏ.

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Suspiro otra vez, cansado de escuchar siempre las mismas palabras por parte de los clientes. No es mi culpa que mi aroma les desagrade.

—Apestas, ¿los Omegas no deben de oler bien?— el hombre se retira dando grandes pasos y cubriendo su nariz.

No debo tomar sus palabras en serio o terminaré deprimido y no quiero eso.
Mi jefe me mira interrogativo desde su asiento y levanto los hombros, restando importancia al asunto. No vale la pena siquiera explicarle lo de todos los días. Al menos, esta vez el cliente si terminó la compra.

Trabajo en un mini-mercado como cajero. Carl es mi jefe, un Alfa de edad avanzada, amigo de Ana.
Me ofreció el empleo gracias a la Omega que habló muy bien de mí. Con el tiempo, Carl me fue tomando confianza.

Llevo trabajando aquí dos años y lo hago muy bien de no ser por los clientes, en la mayoría Alfas, que vienen y se quejan diciéndo lo desagradable que es mi aroma y que deberían despedirme.

Esos tontos, no me importa lo que digan. Para mí es una bendición que piensen así, pero algunas veces me duele mucho su rechazo porque no sólo los Alfas lo hacen. Los Omegas, incluso algunos betas, muestran señales de rechazo en cuanto se acercan.

¿Por qué? No lo entiendo, no es normal nada de eso. Sin embargo, puede estar relacionado con el incidente de hace unos años.

Tengo un ligero trauma desde aquella vez que un Alfa me violó. No puedo estar más de un minuto al lado de un Alfa a solas, ya que comienzo a temblar y el miedo se apodera de mi cuerpo.

Ana me ayudó estos años a sobrellevarlo, pero cuando murió, hace tres meses, mis ataques han vuelto y trato de alejarme lo más que puedo de lugares solitarios. Aunque no tengo que preocuparme mucho, mi aroma comenzó a cambiar después de tener a mi bebé. Varios Alfas que intentan acercarse, se alejan quejándose por lo bajo.

Sonrío un poco al recordar a Oliver, mi pequeño bebé. Nació producto de aquella violación.
Y a pesar de todo lo sucedido, lo tuve igual, amándolo desde que me enteré.

Oliver se volvió mi razón de vivir.
Es muy tranquilo e inteligente. Su cabello es castaño oscuro, tiene ojos de color negro y la piel suave y clara.
Un niño precioso, mi pequeño y lindo bebé.

Durante estos tres meses ha estado viniendo conmigo al trabajo hasta su hora de entrada a la guardería. Todos los días lo llevo y también salgo deprisa para llegar a tiempo y esperarlo fuera del establecimiento.

A Carl no le molesta, es más, siempre juega con Oliver y algunas veces se ofrece a llevarlo a la guardería.

—Se te hace tarde, niño.— la voz de Carl me saca de mis pensamientos y miro la hora en el reloj pegado a la pared.

Faltan diez minutos para la salida de Oliver. Si no me apresuro, llegaré tarde y la directora comenzará a regañarme.

Me coloco el abrigo, agarro mi mochila, me despido de mi jefe y salgo corriendo aún con el uniforme puesto. Por suerte, la guardería queda a pocas cuadras del mini-mercado.

Espero llegar a tiempo.

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Freno en la entrada del lugar y coloco las manos sobre mis rodillas tratando de recuperar el aliento. Corrí las cinco cuadras y, a pesar del frío, gotas de sudor bajan por mi frente.

Dᴇsᴛɪɴᴏ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora