Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ Vᴇɪɴᴛɪᴄɪɴᴄᴏ.

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—La luna siempre estuvo sola. Cada noche, aquellos que la miraban sentían de inmediato su tristeza y soledad.— Dievs toma el mentón de Ethan y lo eleva con suavidad.

—No está.—
Susurra buscándola y sólo encontrando infinitas luces blancas decorando la inmensa oscuridad.

—Encontró a su compañero.— Dievs sonríe, aunque por la oscuridad, el Omega no pueda verlo.
—Ella necesita verlo, no importa si es un segundo o un día entero. Ella está feliz de ver, aunque sea un momento, a su amado.

Ethan sigue observando las estrellas, no puede ver nada más a su alrededor.

Oliver juega con cachorros de lobos no muy lejos de allí, la manada se mostró muy amable y prometieron cuidar al niño.

—Ethan, ¿recuerdas lo que dije del océano?

El Omega asiente, luego se golpea mentalmente al creer que Dievs no es capaz de verlo.

—Si, lo recuerdo.

Dievs sonríe por sus acciones y muecas. Gira el cuerpo del menor mientras le cubre los ojos y baja la cabeza hasta dejar sus labios cerca de la oreja contraria.

—Así como aquellas almas rotas buscaron ayuda en el océano para tener una nueva vida, aquellas que sufrieron por no encontrar a su otra mitad y también las que fueron rechazadas, buscaron consuelo en la luna y ella les ofreció un lugar a su lado. Una eterna compañía.— quita la mano, dejando que Ethan vea.

Las estrellas parecen brillar más, alumbrando débilmente su alrededor. Gracias a esa luz, el Omega puede ver dónde se encuentran.

Están en un gran claro rodeado de árboles que forman un círculo.

Ethan gira su rostro un poco y ve a su Alfa observar hacia el cielo, sus ojos brillan por el reflejo de las estrellas.
Luce extremadamente guapo e Ethan no retiene su suspiro, que es escuchado perfectamente por Dievs.

—Son guías al igual que la luna. Si algún día te pierdes, ellas te mostrarán el camino de regreso a mí. No importa si es de día o de noche, siempre estarán para guiarte y la luna te protegerá en tu camino, ella y su compañero.— Dievs eleva su mano sujetando también la de su Omega.
—Ellas, la luna, el océano y todas las criaturas que habitan este mundo serán tus protectores, confía en ellos.

Un pequeño escalofrío recorre el cuerpo del Omega y gira por completo su cuerpo, quedando frente al mayor.

—Yo sólo te quiero a ti como mi protector.

—Te protegeré ante todo, Ethan, pero necesito estar seguro de que estarás a salvo.— su voz se suaviza, pasa los brazos por la cintura del menor y lo aprieta contra su cuerpo.
—De mí.— susurra muy bajito contra el cuello ajeno, no siendo escuchado por Ethan.

—Dievs, ¿estás bien?— pregunta preocupado por la actitud del Alfa.
Estaba feliz hace un momento y ahora parece llevar una enorme carga.

—Promete que confiarás sólo en ellos.— pide con desespero.
—Sólo en ellos, Ethan, en nadie más.— su voz sale ronca dejando escapar un pequeño gruñido. No quería usar la voz de mando con él.

—Lo prometo.— susurra con suavidad tratando de calmar al mayor.
Trata de separarse para ver el rostro del Alfa, preguntarle si está bien y que ocurre, pero éste sólo aprieta más su agarre.

—Te amo, Ethan. Tenlo presente siempre.— su tono se vuelve claro, ocultando el nudo que se formó en su garganta.

Ethan queda congelado ante sus palabras. Su Alfa se escucha muy seguro, sincero y triste.
¿Por qué le decía aquello con tanto dolor?

Dᴇsᴛɪɴᴏ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora