Capítulo 61 - "1995"

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N/A: No me maten, no me maten. Lo sé, sabía que tenía que actualizar pero no tuve tiempo porque ya casi entro de nuevo a estudiar, y, además, tuve unos problemas bien feos en lo que tenía que ocuparme. 

Ahora, este capítulo tal vez sea un poco confuso, así que pongan todos sus sentidos al máximo para así  entenderlo un poco. no duden en crear teorías.

3 de noviembre, 1995 (Hace 24 años).

El anillo de matrimonio brillaba a la luz de la luna, esparciendo destellos a cualquier personaje que dirigiese su mirada allí. Tan solo unas horas después de que Gilbert hubiese contraído matrimonio con su queridísima amada. Unas horas antes de que todo lo que apuntaba una feliz vida eterna junto con el amor de su vida, se fuera a la mierda.

L'amour.

Amour, doux amour.

Una nube de humo salió de la boca del señor Gilbert, sabiendo que, con cada calada, sus pulmones recibirían una dosis de nicotina que sería un problema en un futuro. Su ya recién esposa le decía que dejara de fumar, y él lo prometió, pero ¿qué sabría ella de las ansias que le pedía su cuerpo por un solo cigarro? ¿las ganas de tan solo rozar sus labios con la punta de este? ¿O la necesidad de dar una calada en cualquier momento de ansiedad? Ella no lo sabría, nunca lo haría.

El frío invierno estaba congelando las articulaciones de Gilbert, causando en sí un dolor al mover cualquier extremidad: su pierna, su brazo, sus dedos. Al percatarse de que sus guates cubiertos de lana no estaban ayudando a contraer el frío, Gilbert tuvo la grandiosa idea de entrar a un local. Por lo menos allí se podría quedar hasta que comprobara que su nariz aún seguía presente. Menos mal, en esa ciudad era muy común caminar por las calles y encontrar locales públicos: bares.

Todo iba bien hasta que el señor de la entrada tuvo que detenerlo.

-Tarjeta de identificación – dijo en voz monótona el pelinegro.

¡Se acaba de casar! Claramente era mayor de edad.

El castaño, en vez de armar un alboroto, resopló con fuerza – para que el señor de la entrada notara su enojo -, mientras sacaba su billetera casi vacía de su bolsillo trasero. No corría riesgo a ser robado a esa hora de la noche – ni que hubiera mucho que robar-, menos en uno de los mejores barrios de la ciudad.

-Pase.

-Gracias – dijo el castaño entre dientes.

Su abrigo era largo, claro, de moda en ese tiempo. Iba vestido un poco formal para un bar de esos; aunque, seguramente, la gente estaría demasiado borracha como para percibir a un extraño en ese estado. Pero era cálido. Toda su vestimenta le proporcionaba calor para que, por lo menos, sus órganos internos pudieran trabajar correctamente.

Mi mujer va a matarme.

Tener pensamientos con la palabra "mi mujer" era extraño, pero debía acostumbrarse ya que acababan de contraer matrimonio. Le envió un mensaje a la persona que ocupaba sus pensamientos la mayoría del tiempo, haciéndola saber que estaba en un lugar seguro mientras el frío pasara.

Si es que iba a pasar alguna vez...

Gilbert tomó asiento en una banca cerca del barman, el señor que se encargaba de atender y manejar el trago del lugar.

-Un Martini y un White Russian, por favor – dijo el castaño levantando su dedo índice para ordenar.

Tenía tan solo unos dólares que le ayudarían a pagar los tragos, pero, si iba a estar allí un tiempo, valdría la pena.

¿Coincidencia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora