No podía quitarme al Zadoc de encima. En realidad eran 3 los que estaban impidiéndome salir del cubículo y yo era solo una.
Tenía ambas manos puestas sobre su piel escamosa para evitar que intentara morderme con sus afilados dientes. Cada vez que abría la boca salía un hedor nauseabundo de ella y un hilo de baba verde chorreaba entre sus dientes. Tenía ganas de vomitar.
No podría mantener mucho más la situación, mis brazos se acalambrarían en cuestión de minutos y mi fuerza disminuiría. Tenía que quitármelos de encima y comprobar si Gian había hecho lo que me temía.
Los Zadocs empujaron con más fuerza y yo di un paso atrás. Casi sentada sobre el retrete. Sentí que mi pie pisaba un charco, algo espeso. Mire un segundo y era un charco rojo. Sangre.
De Gian.
Contuve las ganas de llorar y alargue mi mano para buscar una de mis flechas. Si podía clavarle una en la cabeza al Zadoc todo sería más fácil.
Cuando por fin la tuve entre mis manos se la incruste en la cabeza y temí por mi vida un segundo, no tenía idea de que flecha había tomado. Podía ser una común, una de fuego o una explosiva.
El Zadoc comenzó a despedir una espuma blanca de la boca; había tomado una flecha toxica.
Aproveché y le di una patada lo suficientemente fuerte para quitármelos a los 3 de encima y tener tiempo a tomar mi espada de fuego. La llama ilumino toda la habitación y con unos movimientos rápidos les corte la cabeza a los 3.
Deje mi espada caer cuando vi el cuerpo de Gian recostad sobre una pared y fui corriendo donde él. Tenía la remera y el chaleco manchados de sangre, acariciaba el cabello rubio de su madre muerta mientras lloraba en silencio.
No era su sangre. Era la de su madre. Había matado a su madre a último momento.
-¿Gian?- Pregunte.
-Maté a mi mamá- Dijo perdido en sus pensamientos.
-Ella no era tu mamá- Dije acariciando su hombro- Hiciste lo que tenías que hacer-
Gian se puso de pie y me miro a los ojos.
-¿Cómo haces? ¿Cómo haces para matar a todos estos bichos que alguna vez fueron personas?- Pregunto con ojos rojos y sangre en toda su ropa.
-Gian...-
-¡No Edeline!- Dijo apartando mi mano- Nosotros matamos a estos seres que alguna vez fueron personas. Tenían familia, seres queridos, amigos. Y nosotros terminamos con ellos como maquinas; fríos y sin sentimientos-
-Gian ellos ya están muertos. Son una mutación, no recuerdan nada de su pasado o quienes fueron. Cuando estás aquí expuesto al peligro debes decidir. O matas o mueres. Es el blanco o el negro-
-Maté a mi mamá a sangre fría- Dijo Gian entre dientes- ¿Qué clase de hijo hace eso?-
-¿Y qué clase de madre le haría daño a su hijo? Gian si no lo hacías tú iba a matarte ella-
-¿Y qué hay de ti?- Pregunto Gian.
-¿De mí?-
-Si. Tú, y todos los Evolucionados iguales a ti. Fueron creados para matar, son asesinos. Hacen que el hecho de matar sea común, como respirar. Dime Edeline ¿Qué es lo que te diferencia de esos monstruos? Ambos matan sin importar la circunstancia. Solo que los Zadocs no saben lo que hacen, y tú si eres consciente de ello- Dijo mientras salía corriendo.
-¡Gian espera!- Grite. Volví para buscar mi espada y también alce las armas que Gian había dejado tirada. Sus dos dagas y su pistola. Si llegaba a encontrarse con un Zadoc solo tendría un cinturón con cuchillos y no estaría especialmente capacitado para pelear con tan poco.
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La Tormenta Azul
Teen Fiction"Voy a protegerte de todo, aunque tú quieras tirarme de un acantilado." . . . . . Todos los derechos reservados, Prohibida su copia o adaptacion Hermosa portada hecha por: Flor Andreis y Tobias Mateo