6: Semana Dos

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Llevaba solo un poco más de una semana y ya podía apreciar el cambio en sí mismo. Su cansancio y fatiga era notorio, y es que luego de una jornada laboral como maestro llegaba a —su ahora— casa, a su entrenamiento de "defensa personal" cosa que era estresante.

El pelinegro lo disfrutaba ver sufrir y lloriquear por ser liberado o porque ya no soporta más el dolor. Ese entrenamiento de "defensa personal" era más una tortura y es que el tipo ese le decía que no tenía que aprender a defenderse de manera técnica sino, al estilo "barrio" que esas personas que lo atacarán, no lo harán de manera limpia, que sus ataques serán a la bruto, por ende le está enseñando "defensa personal" al estilo "calle", como solía llamarlo.

Lo bueno de esos "entrenamientos" era que habían llegado a su fin y... una nueva etapa iniciaba con esta segunda semana. Al menos ya sabía dar un golpe y que la otra persona lo sintiera, un golpe que seguro lo recordarían. Como había disfrutado el poder devolver un golpe al pelinegro y saber defenderse aunque sea un poco, esa satisfacción fue la mejor de haber aprendido algo básico.

—El maquillaje funciona ¿eh?  —Se giró un poco asustadizo ante la voz del rubio que entraba a su pieza.

—Algo es algo, al menos lo cubre.  —Sonrió el castaño.

Y es que para no alarmar a ningún otro docente se maquillaba tapando los rastros de moretes que habían impactado en su rostro. Todo eso había sido una grandiosa idea del rubio que tenía frente a él. Le agradecía que se comportara de manera agradable con él y que tratara de hacerlo sentir en confianza, esta última semana habían estado un poco más apegados, el rubio se había encargado de dar cuidado a sus moretes y heridas en partes de su cuerpo, sin duda el pelinegro se había pasado, pero era... ¿lo mejor?

—Pero...  ¿te digo algo?  —La sonrisa del rubio era con malicia mientras se sentaba en el borde de la cama junto a él. El castaño solo asintió expectante—.  El maquillarte te sienta muy bien, te hace relucir aún más ese bello rostro que tienes, mira que si no me gustara alguien seguro me traerías babeando por ti. 

Las mejillas del castaño se tiñeron de un rosa leve ante las palabras dichas por el rubio ¿él le había dicho eso? a caso...  ¿es gay? ¿bi? no tenía problemas con ello, es más, se sentía alagado de que le dijera "lindo" aunque le avergonzaba en gran manera, era alguien que no trataba de cuidar su apariencia y creía que la gente mentía al decir tales cosas. No se creía "lindo" pero aceptaba los alagos.

Su abuela le había enseñado que la belleza se ve en el interior, que "bello" cualquiera puede ser, pero que la verdadera belleza está en lo que la persona es y demuestra, ahí se nota la verdadera belleza.

Las personas juzgan por lo que ven, separando si eres "bonito"o no; pero la belleza es relativa dependiendo de la misma persona, porque sencillamente lo bello para él puede ser que para otra persona no lo sea. 

Así que el juzgar la belleza con solo mirar no iba con él.

—Debería entonces...  ¿usar más seguido? 

—Por supuesto, tal vez consigas puntos por ello, aunque... no, ella no es así.

—¿Ella?  —Preguntó confuso, a caso ¿quería vincularlo con alguien?

—Olvídalo, sigue siendo como eres. Si te gusta, maquíllate; pero si es solo lo que tu deseas.

—No te estoy entendiendo...  pero...  está bien. ¡Como sea! ¿viste el derechazo que le di al tipo ese? ¡Ahhh..!  fue estupendo ver como su rostro se ensombreció.

—Me alegra que lo hayas disfrutado.  —Expresó una tercera voz.

En verdad maldecía ese mal hábito del rubio. La privacidad lo era todo ¿que le costaba por lo menos cerrar la puerta? nada.

LilithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora