Capítulo V: Las colinas.

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Jimin no podía creer lo que estaba sucediendo, ya que después de su show un hombre de traje completamente negro había llegado a su camarín para informarle que había sido invitado a la residencia Jeon, aquella famosa e impenetrable mansión en las colinas.

Luego de discutir un poco con Hoseok al respecto, no le quedó opción más que aceptar la invitación, porque sabía que de igual manera nadie en su sano juicio rechazaría una invitación de esa familia.

Y ahora Jimin realmente no podía creer que estaba en un maldito Mercedes Benz blindado, dirigiéndose directamente a las colinas.

Es que nadie, realmente nadie iba a las colinas, si no era para morir.

La mansión de la familia Jeon se encontraba en el punto más alto de Seúl, por encima de todo y de todos. 

En el lugar que realmente les correspondía, en la cima.

Jimin se estaba reprochando mentalmente el no haber notado que el heredero de basicamente todo el país se encontraba en el público para el cual el había cantado esa noche, entonces se encontraba sintiéndose totalmente ridículo.
Es que realmente, era más importante que te viera Jeon Jungkook y poder conseguir su aprobación que si en el publico se encontrara el Presidente mismo.

Es que todos en Corea conocían su nombre, todos los que apreciaban aunque sea un poco su propia vida conocían el apellido Jeon y aprendían a muy corta edad el no meterse en nada que tuviera que ver con Gangcheol Mae.

Ellos tenían control sobre todo y todos, sobre cada aspecto del país. Los medios, la policía, los políticos. Todo pertenecía a Gangcheol Mae.

Y ahora Jimin se estaba dirigiendo justo a su guarida, a la boca del lobo.

El joven rubio no pudo contenerse de tomar su celular y prender la cámara delantera, observando su reflejo. Se veía bastante bien, considerando sus nervios. 

Sólo esperaba ser suficiente.

No conocía el rostro del Señor Jeon, pero todos en Corea hablaban de su belleza sobrehumana, de la que cualquier Dios sentiría celos.

Luego de unos minutos, sus pensamientos se vieron interrumpidos ya que el auto comenzó a bajar la velocidad y cuando Jimin se acercó a la ventana pudo observar cómo la enorme mansión se erguía orgullosa.

Cuando se bajó del auto, el joven se dirigió hacia la prominente mansión intentando relajar sus músculos, aún sin mucho éxito ya que los nervios le estaban jugando una mala pasada.

Jimin ya se encontraba frente a la gran puerta de roble, indeciso sobre que hacer de ahora en adelante.

La mansión era impresionante, magnifica, tanto que el sólo hecho de verla desde afuera lo había intimidado enormemente.

Sin dudarlo más y temiendo llegar tarde, tocó el timbre dorado mientras se arropaba a sí mismo con sus brazos, rodeando su pecho, para combatir el frio que sentía.

El aire estaba helado y él no llevaba más que una fina camisa de seda blanca.

Jimin escuchó sorprendido unos cuantos ladridos y luego la puerta se abrió de par en par, dejando ver a un joven un poco más alto que él y de piel morena, que parecía cercano a su edad pero que sus ojos reflejaban una oscuridad que nunca había conocido hasta ese momento.

El moreno lo observó de arriba abajo, con una mirada indescifrable, antes de volver a mirarlo a los ojos fríamente.

—Park Jimin, ¿no? —El misterioso joven se hizo a un lado, invitando a pasar. —Adelante, te debes estar congelando.

The Hills 📍 GANG AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora