Capítulo XII: Entonces seré el último.

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En el camino de vuelta a casa, Jimin volvió en el auto que conducía Taehyung, seguido por Jungkook en otro coche.

Unos segundos antes de llegar a la mansión, su celular vibró y para su sorpresa, era Jungkook.

BOSS:

Jimin, cuando entren en la mansión, hazlo por la cochera.
Tengo un pequeño regalo para ti.
Bienvenido a Gangcheol Mae, honey.

Cuando ingresaron en el gigantesco garage, Jimin tuvo que contenerse para no morirse allí mismo de un infarto.

Un impresionante Lamborghini Huracan del color de la sangre estaba estacionado allí.
Cuando se giró a ver a Jungkook, el simplemente le arrojó unas llaves que tenían sus iniciales.

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Hace unos minutos que Jimin no podía dejar de admirar su reflejo en el espejo.

Nunca en la vida se había sentido tan bonito.

Siempre algo en su rostro o en su cuerpo le disgustaba, así que nunca se había sentido al cien por ciento seguro de sí mismo. Pero ahí, en ese momento, en esa habitación, se sentía completamente hermoso.

Algo había terminado de encajar en su interior, como la pieza que había estado buscando desde hace tiempo, lo supo en cuanto vió por primera vez ese precioso color, supo que se convertiría en su color preferido y cuando lo vió en el auto qué Jungkook le había comprado lo confirmó.

Unos suaves golpes en su puerta lo hicieron salir del baño y cuando atendió era nada menos que Taehyung, en su habitual atuendo para estar dentro de la mansión, una holgada camisa de Jungkook.

—Cariño, acompáñame.

Jimin sonrió al escucharlo, estaba listo.

Jimin siguió a Taehyung , quien no había soltado su mano, durante el largo trayecto hasta sus habitaciones.

Estaba nervioso, sí, pero sobre todo ansioso. Había estado deseando esto desde hace mucho tiempo y todo lo que había visto ese día lo había hecho desearlo aún más.

Cuando llegaron a la habitación, esta tenía una sola luz prendida, la cual le daba un toque más íntimo.

Jimin tuvo que tragar saliva por la impresión qué le dio ver así a Jungkook.

El joven estaba sentado en la cama y lo único que cubría su piel era un boxer negro y ajustado.
Su largo y ondulado cabello caía libremente sobre su rostro, ensombreciendolo.
Sus trabajados músculos se contraían al ritmo de sus respiraciones mientras se curaba una herida en los abdominales.

Era un dios, parecía una visión idílica.

Al verlo, Taehyung le soltó la mano y se acercó a él.

—Oh, querido, no sabes curarte a tí mismo. —Taehyung corrió sus manos, se arrodilló entre sus piernas y comenzó a encargarse de la herida. — Y sabes que me gusta hacerlo a mí.

Jungkook le sonrió mientras acariciaba su rosado cabello, el cual estaba asi totalmente desteñido.

—Lo siento bebé, es que estaba sangrando mucho e iba a manchar tus bonitas sábanas nuevas. —Le dijo el joven heredero mientras levantaba la vista, encontrándose con los ojos del rubio.

—Oh, Jimin. No sabía que vendrías, debí suponer que Taehyung no iba a buscar chocolate a la cocina. —El menor golpeó juguetonamente el trasero de Taehyung, quien sólo río en respuesta. —¿Te han gustado tus regalos?

The Hills 📍 GANG AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora