4. Cavando su propia tumba.

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Capítulo cuatro

Cavando su propia tumba

Olivia

Austin se zambulle en la piscina justo después de que le den la bienvenida oficial a la fraternidad

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Austin se zambulle en la piscina justo después de que le den la bienvenida oficial a la fraternidad. Lo observo salir del agua y se pasa las manos por el rostro para poder ver mejor.

Vaya, es muy apuesto.

Veo que Andrew nada hasta dar con él para decirle algo pero Austin niega con una sonrisa e, inmediatamente, un moreno comienza a comerle la boca al chico de segundo año sin importarle la corta conversación con el gemelo.

Aus ignora la situación, sale de la piscina con la ropa completamente empapada y se encamina hacia a mí. A paso de pingüino, se quita la camisa pasándola por encima de su cabeza y la escurre dejando caer el agua.

Dios, qué abdominales...

¿Es normal? ¿por qué es tan bello?

Tiene los brazos marcados pero no de una forma exagerada. Es altísimo para mi estatura promedio, sin embargo su figura promete ser esbelta —quizá por el poco ejercicio— y luce fresco en todo momento. El cabello oscuro por el agua ayuda a resaltar sus ojazos celestes y siento que estoy a punto de desmayarme cuando me sonríe de lejos.

No creo que sea real, no puede ser real. ¿Acaso el ayudante de Dios bajó para bendecirme?

Siento un codazo clavándose en mis costillas y observo a la causante del posible futuro moretón. Es Sophie Harper, la graciosa chica de primer año de Kappa Beta. Uno podía reconocerla a ciento cincuenta metros por su cabello multicolor y sus conjuntos de ropa a la moda.

Sonríe de costado con picardía y arquea la ceja alternando su mirada entre Austin y yo.

— ¿Quieres que te traiga un balde para juntar tu baba?

Ruedo los ojos sintiendo mis mejillas tornándose rosadas. Planeo escapar pero, cuando el chico del que hablaba se posa frente a mí con sus musculitos y su cabello —ahora oscuro— peinado hacia atrás, me doy cuenta de que es muy tarde.

Mis ojos se desvían un poco más abajo de su rostro y es que no me puedo contener a no ver su cuerpo. A pesar de no ser un gran atleta ni de matarse en el gimnasio (por lo que creía), tenía un cuerpo que sí podría derretir a cualquiera.

Y me estaba derritiendo a mí.

Insisto que es un ángel cuando sonríe y que también parece estar tallado por Miguel Ángel.

Chasquea sus dedos frente a mis ojos. — ¿Liv?

— ¿Eres real?

— ¿Eh?

Su rostro confundido me hace repasar la estúpida pregunta por mi mente. ¿En serio había hecho esta pregunta? Niego rápidamente con los nervios a flor de piel.

¿Quién dijo guerra? © #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora