9. Frutillas de chocolate y cita no ideal.

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Capítulo nueve

Frutillas de chocolate y cita no ideal

Austin

Se revuelve nerviosa en el asiento de al lado

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Se revuelve nerviosa en el asiento de al lado. Casi que la veo palidecer, no sé si fueron mis palabras bruscas las que la llevaron a aquella acción pero decido apresurarme para no dar la impresión incorrecta.

—Salvo que tú quieras volver a Stanford —por favor, no—, podemos regresar sin ningún problema.

No lo piensa ni duda.

— ¿Qué tienes pensado hacer?

Sonrío porque creo que oyó mis plegarias.

—Pues... —doy marcha atrás con el auto de Andrew, quien gentilmente me lo había prestado para esta ocasión—, ¿sabes andar en bici?

Su reacción luce confusa, no obstante, me regala una sonrisa gigante y me gustaría quedarme con ella aquí para siempre.

— ¡Claro! ¿Quién no sabe?

Me encojo de hombros recordando la vez que Keegan se olvidó de poner el freno y salió volando por los cielos hasta impactar contra el jardín de nuestros vecinos.

Manejo rodeando la bahía, las luces del camino iluminaban perfectamente la belleza de San Francisco. Agradecía que Santa Clara y San Francisco no quedaban lejos, sino nuestra cita hubiese sido muy agotadora.

Por el rabillo del ojo, veo a Liv más tensa que nunca. Había tenido la oportunidad de verla lo suficientemente bien en clases como para notar cuándo algo la hacía sentir incómoda.

Mi mano frena en su pierna inconscientemente, a pesar de aquella acción, no me pongo nervioso. — ¿Estás segura de que quieres? Lo podemos dejar para otro día.

Se voltea observándome con esos enormes ojos verdes y se achican cuando vuelve a sonreír, unas arruguillas se extienden por los costados y pienso que debe ser cansador regalar tantas sonrisas a los que menos las merecían.

—Quiero ver qué tienes preparado para nosotros.

—Perfecto entonces.

Sigo manejando y me molesta no sentirme lo suficientemente eufórico en esta cita. Como le había contado a Olivia, no había tenido muchísimas pero sí sabía diferenciar lo aburrido y lo divertido. Al menos, desde mi punto de vista totalmente subjetivo.

Esperaba que, mínimamente, se sorprendiera con lo que había planificado para ambos. Pues era algo que había estado postergando por días y días, hasta que pasaron semanas y allí fue cuando por fin tuve las agallas de preguntarle si quería estar en una cita conmigo.

Esto no era fruto de la imaginación macabra de mi hermano. No era parte de una broma ni de nada relacionado a los Delta. Esto era porque yo quería hacerlo, porque quería sacarme las ganas, ser valiente y enfrentarme a un posible amorío.

¿Quién dijo guerra? © #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora