Capítulo 6.

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El rizado después de encontrarse a Louis en aquel lugar que significaba tanto para él, ya no sabía qué esperar realmente así que simplemente decidió ignorarlo desde el primer momento y se prometió a sí mismo que así sería cuando coincidieran.

Empezó a servir alimento para perros en diferentes platos que les habían costado demasiado dinero, pero aquella había sido una compra que al final había valido la pena.

Contaban con 10 perros que habían salvado de la calle y cinco gatos con los que apenas podía lidiar aunque realmente los amaba.

– Es muy raro verte rondando por aquí en las mañanas – la voz de Samantha interrumpió sus pensamientos.

Harry levantó la mirada y se topó con los ojos de su amiga que eran exageradamente azules. Ella lo miraba divertida, la conocía y sabía que algo rondaba por su mente en ese momento y él ya se podía imaginar de qué se trataba.

Odiaba que lo conociera tanto. Ella era unos años mayor  que él y era maestra en una universidad pública del centro de Londres. Tenía horas y a veces días libres puesto que las materias que ella impartía sólo servían para la carrera de psicología que era lo que ella había estudiado y los fines de semana se dedicaba de lleno en su master, la habían amenazado en su trabajo con despedirla por no contar con él y no tenía más opción.

Samantha no ganaba mucho dinero, vivía sola y además pagaba la renta del refugio que había resultado económica dadas las circunstancias del edificio.

Recordaba que se habían conocido cuando él después de haber conseguido dinero, caminaba rápidamente por la calle y al esconderse en un callejón oscuro la vio ahí de pie con la mirada puesta en una caja de cartón en la que habían abandonado a cuatro cachorros. Ella no sabía cómo llevarlos así que simplemente la ayudó y desde ese momento no dejó de hacerlo.

Ella era especial, tenía un gran corazón y siempre pensaba en los demás.

– Digamos que me salté las clases – se encogió de hombros.

Samantha era su única amiga aparte de Zayn. Lo conocía exageradamente bien y esa era la razón por la que no se animaba a mentirle.

– ¿Por qué razón harías eso? – el tono de la rubia cambió a uno lleno de disgusto.

Sabía que ella le tenía demasiado cariño, por lo que se enojaba cuando hacía las cosas mal. Además de que por dedicarse a la docencia tenía el valor de la educación muy marcado.

– Ya perdí un año, ¿Qué más da perder otro? – comentó como si hablara del clima.

La chica apretó los labios como si tuviera demasiadas cosas que decir las cuales prefería guardarse, ambos sabían la razón de ese año perdido, en realidad, sus cercanos lo sabían y era un tema casi prohibido por lo desagradable que resultaba.

– Que no vuelva a suceder – pidió sin más.
– No tienes de que preocuparte, Sam – aseguró.
– Bien…  –  suspiró – ahora, ¿me puedes explicar por qué siendo un chico tan adorable, eres frío, duro y sarcástico con ese galán recién llegado?

Sabía que aquella era la razón por la que ella se había acercado a él desde el principio. La conocía demasiado bien y cuando la miró recargar sus codos sobre la mesa para mirarlo atentamente, supo que no se equivocaba.

Escuchó el ruido de una gran cantidad de cosas cayendo y por instinto miró a su espalda encontrándose con Louis que luchaba con las escobas que se encontraban dentro de aquel pequeño cuarto que contenía todo tipo de productos de limpieza.

– Por eso – señaló con la mirada al chico – es torpe.

Samantha comenzó a reír fuertemente ante lo dicho y al igual que él se quedó mirando atentamente hacia el chico nuevo.

– Antes de tratarlo así no habías visto sus movimientos torpes.

Tenía ese tono cargado de humor en la voz que simplemente lograba exasperar a Harry y por obvias razones él sabía que eso era lo que quería lograr, sólo cuando se encontraba arto de las preguntas soltaba toda la verdad.

– Es rico.

La risa de la chica volvió a hacerse presente.

– Ese es un hecho, no se ven chicos como él a menudo. No está nada mal – aseguró ella  –  ¿Ya viste su trasero?
– ¡Hey! Me estás mal interpretando – sonrió ampliamente por el descaro de su amiga – Me refiero a que es adinerado, de alta sociedad.
– ¡Oh! – abrió los ojos exageradamente – es un paquete completo – soltó emocionada  –  ¿Crees que tenga novia?

Aquel fue el turno de Harry para reír, no podía creer que su mejor amiga estuviera fantaseando con el riquillo aquel. Estaba de acuerdo en que era atractivo y era imposible no mirarlo, pero su estatus desde el punto de vista del rizado, pesaba demasiado y era algo difícil para lidiar.

– Supongo que la tiene – se encogió de hombros.
– Sería una lástima que la tenga – suspiró  –  ¿De dónde saca el dinero? ¿Será hijo de alguien importante?
– No tengo idea Sam – confesó – Pero por el uniforme de la escuela que porta, seguramente así es y su novia lo ha de ser también, así que es mejor alejar la mirada.

El llanto desesperado de uno de los cachorros interrumpió su animada plática y Harry decidió que era momento de empezar a alimentarlos, así que sin más tomó la cantidad de platos de alimento que pudo y salió al enorme patio donde tenían las jaulas de los perros.

Cuando el primero de los perros terminó de limpiar su plato, lo sacó de la jaula, era momento de empezar a entrenarlo ya que no por ser perros de la calle debían de ser desobedientes, menos si querían que alguien los adoptara.

~*~

La cabeza realmente le estaba doliendo en ese momento, pero no podía retirarse sin haber intercambiado aunque fuera una palabra con Harry, al final, él era el motivo por el que se encontraba en ese lugar.

Tomó una escoba y se sintió inseguro, jamás había utilizado una en su vida, pero Samantha le había dicho que lo primero que debía de hacer ese día era limpiar y según sus escasos conocimientos, barrer era parte de todo lo que la tarea de “limpiar” englobaba.

Empezó a caminar hacia el patio trasero y antes de llegar a la puerta escuchó unos extraños murmullos. Sintió incertidumbre, porque aquello claramente no era miedo, así que asomó lentamente para encontrarse con Harry hincado delante de un perro.

– Cuando diga sentado – explicaba el rizado al animal que lo miraba atentamente – te sentarás y tendrás ésta deliciosa galleta – puso la galleta delante del perro, el cual se lamió los bigotes y emocionado dio dos pasos al frente sin dejar de mover la cola frenéticamente – ahora, sentado – ordenó.

El perro lo miró por unos segundos y después se echó en el piso.

– ¿Qué? ¡No!   –  se quejó el de ojos verdes  –  ¡Eso no es sentarse, Bob! ¡Eso es echarse! – frunció el entrecejo ligeramente.

El animal lo miró con esperanzas mientras se ponía de pie. Realmente quería esa galleta y aquella situación a Louis le estaba causando demasiada gracia.

Quiso taparse la boca para no soltar una carcajada cuando Harry terminó rindiéndose para entregarle la galleta al perro. Era demasiado guapo cuando tenía esa actitud tan amable, incluso se aventuraba a decir que era irresistible, el rizado en sí ya robaba miradas cuando hacía acto de presencia en cualquier lugar por su estatura y ese rostro angelical que no encajaba con su actitud..

– Bueno, al menos harás algo cuando te pidan que te sientes – soltó resignado encogiéndose de hombros.

En un descuido, Louis dejó que la escoba se resbalara de sus manos y al no poderla detener antes de impactar con el suelo obtuvo como recompensa la atenta mirada del rizado que de repente había dejado de pelear con aquel perro que presumía de llamarse Bob.

– Creí que a los ricos los educaban bien – comentó el rizado con una sonrisa de lado mientras cruzaba los brazos sobre su pecho después de ponerse de pie correctamente para dejar de estar a la altura de la mascota.
– ¿A qué te refieres? – preguntó sin entender mientras levantaba la escoba del suelo.
– A que es de mala educación espiar a la gente.

Louis sintió como si toda la sangre de su cuerpo de repente hubiera empezado a correr más rápido de lo normal al sentirse completamente descubierto.

– Tampoco es educado seguir a la gente – continuó Harry.
– Yo no te seguí – sus intentos de sonar seguro se fueron a la basura.
– Y me dirás que supiste de éste lugar por el cartel, ¿no? – Louis asintió y Harry rio – eso es una gran mentira. Sabes que jamás has hecho trabajos como este.
– ¿Cómo lo puedes asegurar?
– Con sólo ver tus manos y movimientos torpes.

El de ojos azules miró sus manos y no encontró nada anormal en ellas, pero cuando miró las de Harry que eran más grandes que las suyas y que realmente se notaba que las había utilizado para distintos trabajos en su vida, supo que sí había una diferencia y en realidad era muy grande.

– A propósito – habló el rizado  –  ¿Se te perdió el sol? El día es demasiado nublado como para tener esos lentes puestos.

El de ojos azules recordó la fiesta del día anterior y las drogas que había consumido por simple diversión pero se detuvo al sentir aquel agudo dolor que no lo había abandonado. Realmente se estaba lamentando por no haber tomado todo el café y sintió la ausencia del agua fría al darse cuenta de lo seca que se encontraba su garganta.

– El día está nublado como para…  –  Harry se quedó en silencio mirándolo atentamente – no me digas que…

Su corazón latió con rapidez y todo empeoró cuando el rizado se fue acercando a él lentamente con curiosidad. Harry acercó una de sus enormes manos a su rostro y a pesar de que quiso retroceder, el de ojos verdes fue más veloz retirando los lentes en un ágil movimiento.
La luz impactó de lleno en sus ojos azules y no pudo sentirse peor.

– Eres rico y un maldito drogadicto – sonrió el rizado alejándose de él para después aventarle sus lentes oscuros los cuales no dudo en volverse a colocar – Alguien tuvo diversión anoche – soltó tomando al pequeño perro en sus brazos  –  ¿Tus padres saben que te metiste drogas en el cuerpo? – preguntó divertido.

Miró como Harry volvía a meter al pequeño perro en su jaula despidiéndose de él con una caricia amistosa. Se notaba que el perro le amaba por cómo reaccionaba con la cercanía del rizado.

– Ellos no…
– ¿No saben? – preguntó con fingida sorpresa – eres un chico malo, ¿eh? – se burló.

Louis sintió coraje ante el tono de sus palabras y unas tremendas ganas de golpearlo echando a la basura por un momento ese sentimiento que Harry le había causado al principio.

– ¿Por qué crees que eres mejor que yo? – alcanzó a preguntar mientras veía a Harry acercándose a la jaula de un enorme pastor alemán, ignorándolo por completo  –  ¿Crees que sabes más?

El de ojos verdes soltó una risa y lo miró por un momento mientras acariciaba la cabeza del gran perro que tenía una placa en el cuello que rezaba el nombre de “Max”.

– La pobreza no me hace ignorante – aclaró mientras empezaba a cepillar el pelo de Max – y eso queda claro en el simple hecho de que a diferencia de ti, yo no voy por la vida buscando problemas que no tengo, los problemas han llegado por sí solos – Louis lo miró atentamente sin saber que responder ante sus palabras – ¿Por qué me seguiste? – preguntó deteniendo su tarea – ¿Por qué apareciste en aquel evento? ¿Por qué derramaste ese café sobre mí? – tomó aire y el de ojos azules podía ver su ira  –  ¿Por qué sigues aquí?

Louis miró a Max deseando que éste le diera las respuestas a las preguntas que Harry no entendiera qué era lo que estaba sucediendo ante sus ojos.

– Quiero conocerte…  –  soltó sin más, creyendo que con eso Harry se conformaría.

El de ojos verdes frunció el entrecejo y Louis podía notar que el coraje que llevaba dentro estaba creciendo. Harry no era como las demás personas que él solía frecuentar, era alguien difícil, protegido por unas barreras que realmente en ese momento le parecían altas y bien cimentadas. Dudaba que el rizado construyera una puerta para cederle el pase de entrada a su vida como si nada y tal vez eso era lo que más lo intrigaba y lo que seguía motivándolo a seguir al de ojos verdes a donde fuera e investigar qué era lo que hacía.

– Apostaría lo que fuera a que tienes mil amigos fuera – dijo secamente  –  ¿Por qué alguien como tú querría conocer a alguien como yo? – le puso una cadena a Max y empezó a guiarlo hasta una zona donde había una llave de agua y varios productos de limpieza canina.

Harry conectó una manguera larga a aquella pequeña llave y en un rápido movimiento la abrió. Cuando el agua empezó a correr, la dejó caer sobre el perro que alegremente se dejó mojar.

– No tengo tantos amigos…  –  dijo dudando un momento acerca de lo que había dicho.

El rizado comenzó a reír por lo dicho y negó con la cabeza mientras tomaba un bote de shampoo para perros y empezó a tallar el cuerpo del perro que no parecía para nada molesto con aquella acción, es más, lo disfrutaba como si fuera el mejor masaje que le hubieran dado en su vida canina.

– Eres diferente – dijo más convencido.

Max ladró emocionado y empezó a sacudirse llegando a mojar exageradamente a ambos chicos por las grandes cantidades de agua que soltaba y ese fue el momento en el que Louis deseó poder tomar una fotografía. Harry había reído alegremente mostrando unos adorables hoyuelos en sus mejillas que habían logrado que su cuerpo se estremezca como nunca.

– Sí, soy diferente – aseguró el rizado – No tengo auto, casa lujosa y apenas tengo para sobrevivir… soy pobre.

Tomó la cadena de Max nuevamente después de quitar toda la sustancia jabonosa del cuerpo del perro y empezó a caminar hacia un pequeño cuarto del gran patio trasero de la casa. Dentro había una secadora y distintos aparatos especiales para animales que a pesar de que no se veían costosos, ahí se encontraban.

– Pero… ¿Eso qué tiene que ver? – preguntó mientras miraba como Harry tomaba la secadora y el peine para trabajar en el pelo de Max.
– Pensamos diferente – elevó la voz para hacerse escuchar sobre el sonido de la secadora – conocemos cosas diferentes y percibimos la vida de manera distinta.

Louis sabía que Harry estaba haciendo lo posible por no dejar salir esa forma de ser arrogante que había tenido el día en que se habían visto en el evento de los DJ’s, se daba cuenta por la forma en que presionaba los labios y los mantenía en una línea recta para reprimir las palabras que se acumulaban en su boca.

– ¿Por qué no me dejas acercarme? Podríamos ser grandes amigos a pesar de todo eso.

El rizado rodó los ojos para apagar la secadora y dejarla a un lado de mala gana, realmente creía que estaba llegando a su límite, pero valía la pena, ¿no? Después de todo, lo que quería era conocerlo a pesar de que no entendía bien la razón de ello y Harry estaba haciendo uso de su paciencia para contestar y hacer todo un poco menos brusco y llevadero.

– Vamos, Louis – dijo, soltando un suspiro cansado – Sólo eres un niño mimado y esto es un capricho más.

Jaló al perro nuevamente caminando con él hacia el área donde se encontraban las jaulas de los demás animales.

– Quiero conocerte – repitió con esperanza.

Louis dio dos pasos hacia atrás al escuchar el sonido de la jaula cerrándose de golpe.

– ¿Qué quieres? – preguntó molesto esta vez  –  ¿Una maldita obra de caridad? Conmigo eso no funcionará, yo no quiero ser esa obra por la que puedes decir que eres bueno aunque sea una vez al año – se acercó peligrosamente a él y se dio cuenta de que el rizado era más alto de lo que se veía al encontrarse tan cerca – para eso existen las casas hogar y las fundaciones – empujó el dedo en su pecho – no es necesaria la lástima, de eso ya tengo demasiado.

El de ojos verdes se separó de él y después de darle una última mirada, se alejó dejando a Louis sin saber qué pensar.

R O Y A L S [Larry Stylinson] Wattys 2020 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora