Capítulo 2.

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Caminaban uno al lado del otro apresuradamente y la verdad no era que hubieran conseguido algo, de hecho apenas empezarían a buscar entre el gentío a las personas correctas para robarles sus pertenencias, era así como funcionaban.

Llevaban demasiado tiempo sin salir juntos pero se conocían tanto que Harry era consciente de que su mejor amigo quería salir corriendo de ese lugar y regresar a su casa en los barrios bajos, puesto que sus salidas no eran como las de los amigos comunes a tomar batidos en plazas o cosas por el estilo, pero tenían que estar ahí, si no lo hacían morirían de hambre en el momento menos esperado, hasta podía decir que en ese instante agonizaban pues el dinero de su último robo se había ido como el viento.

Sus condiciones eran terribles. La esperanza ya había pasado a segundo plano desde que mantenerse vivos y pagar las cuentas eran su prioridad y, a decir verdad, los precios de los malditos alimentos no ayudaban. A pesar de que vivían en una zona pobre, todo era costoso. El viejo Robert que era propietario de la única tienda de su barrio se aprovechaba de sus necesidades y hambre, aunque para las mujeres era más fácil ya que con dejarse tocar más de lo debido conseguían unos maravillosos descuentos, él que era hombre como su amigo tenía que pagar los precios exagerados que el degenerado aquel ponía a las cosas. En la tienda podían encontrar las latas de atún y sardinas más caras de todo Londres, lo cual era una mierda por la ubicación. Pero si el rizado estaba seguro de algo era de que aquellos no eran productos de calidad, podría apostar un ojo (porque jamás apostaría su poco dinero) a que esa mercancía era robada y sí, él podría conseguir todo a un precio más bajo pues el bastardo Robert se le había insinuado en más de una ocasión justificándose diciendo que Harry tenía el rostro tan delicado como el de una chica, pero él no funcionaba de esa manera.

– Harry, yo creo que podríamos venir otro día  –  la nerviosa voz de su mejor amigo interrumpió sus pensamientos.

Cuando se topó con los ojos oscuros de Zayn cargados de preocupación, la culpa lo invadió. Se sintió una mierda por obligarlo a hacer aquello, pero era necesario, de algo tenían que vivir y la familia del de cabello oscuro era más numerosa y compleja. Su padre aparecía cuando quería y su madre siempre estaba demasiado deprimida como para pensar en algo más que en llorar en su cama.

–  No creo que eso sea posible  –  aseguró después de notar lo delgado que estaba quedando su amigo, a pesar de que por otro lado lo comprendía.

Zayn miró hacia todos lados mientras se abrazaba a sí mismo intentando refugiarse más en su vieja chaqueta del frío que hacía y es que el maldito clima de Londres no estaba a su favor, realmente no era como si sus abrigos calentaran demasiado.

Conocía a Zayn, sabía que él creía en los milagros pues eso era lo que había visto en un televisor que se encontraba en un aparador de las tiendas costosas que ponían canales pagados para entretener a los clientes. Pero la vida no era una película, la suerte sólo existía para la gente adinerada. Ellos eran pobres, robaban y eso los hacía criminales, personas malas e indeseables, no podían tener suerte por ello. La suerte se compraba en forma de joyas, diamantes, autos, casas y electrodomésticos con las tecnologías más avanzadas.

– ¿En verdad es necesario?  –  hizo su último intento.
– Encuentra a alguien, Zayn  –  era el mejor consejo que le podía dar  –  nos veremos aquí en una hora.

Su amigo se encogió de hombros y soltó un suspiro resignado antes de dar la vuelta y empezar a caminar en dirección contraria. Mientras lo veía alejarse para asegurarse de que hiciera lo que debía por su mente cruzó la posibilidad de dejar que el viejo Robert tocara un poco su cuerpo para hacer todo más fácil para Zayn, pero la simple idea logró que se estremeciera del completo desagrado que le causaba aquel hombre porque sí, sentía atracción por el mismo género, pero igualmente era selectivo y no estaba en sus planes pasar el rato con ese viejo pasado de años que lucía falto de higiene personal y cabello.

R O Y A L S [Larry Stylinson] Wattys 2020 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora