Capítulo 8.

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Los sábados eran completamente sagrados para él porque esos eran los días en los que podía dormir más de lo normal, pero por el hecho de tener a Louis en la cabeza no había logrado su cometido. Se había disculpado y él simplemente se fue como si nada, ignorando sus palabras por completo así que Harry quería golpearlo, pero también quería escucharlo decir que lo disculpaba por haberlo tratado tan mal.

Se encontraba sentado en el pequeño y gastado comedor con un vaso que se encontraba lleno de leche enfrente de él mirando a la nada con el ceño fruncido. Era temprano y estaba seguro de que esa leche ya no se encontraba caliente, pero su mente era un conflicto.

– Todos los días tienes mal humor – dijo su hermana quien rebuscaba en el refrigerador aún con su uniforme de trabajo ya que le había tocado ocupar el turno nocturno – pero al parecer hoy es un peor día que los demás a pesar de ser sábado.

Ni siquiera la había escuchado llegar, tampoco sabía en qué momento exactamente se había adentrado a la cocina y realmente necesitaba empezar a pensar en algo distinto si no quería morir de frustración.

Harry bufó y dirigió el vaso a sus labios para dar un largo trago de la leche.

– Odio a los ricos… ¿sabes? – comentó de repente.

Gemma soltó una risa en medio de un bostezo y se sentó frente a él. Sabía lo que eso significaba, aquel era el momento que ella siempre aprovechaba para meterse hasta en lo más profundo de lo que estaba sintiendo, pero tal vez en ese momento necesitaba que lo hiciera para que le explicara la manera en la que debía de actuar ante Louis.

– Así como nosotros no pedimos vivir así, ellos tampoco planeaban nacer en una familia adinerada – explicó como una madre.
– Pero no hay bondad en ellos – aseguró, o más bien, intentó convencerse a sí mismo de que sus pensamientos eran correctos.
– Y tampoco en tú la tienes si vas por la vida odiándolos – soltó como si fuese realmente obvio.

El rizado soltó un suspiro completamente derrotado puesto que su hermana siempre tenía buenos argumentos para llevarle la contraria y hacerlo entrar en razón.

– Conocí a un chico – confesó.
– ¡Oh! Vamos, ¿es guapo? – preguntó curiosa y emocionada.

Su hermana siempre lo había apoyado en cuestión de que le gustaran los chicos. Había estado a su lado cuando todo con Nick se había terminado y ella había querido demandarlo por todo lo que le había hecho. Después de un par de meses incluso, ella intentó convencerlo de que sería buena idea conocer nuevos chicos para poder dejar atrás todo lo sucedido, pero en aquel entonces no se sentía listo, no porque siguiera enamorado de Nick, sino por el hecho de que temía que las cosas volvieran a salir mal.

Razonó la pregunta de Gemma y en realidad todo en cuanto al aspecto físico de Louis había pasado a un segundo plano desde su punto de vista por la gran cantidad de dinero que tenía… pero sí, el de ojos azules era demasiado guapo y todo eso aumentaba aún más cuando tenía una sonrisa pintada en el rostro.

– Es rico – se encogió de hombros.
– Esa no fue mi pregunta – replicó – Además de que eso me quedó claro desde el comienzo de esta conversación.
– Lo es, Gemma. Él es muy apuesto – confesó y empezó a girar el vaso sobre la mesa – pero jamás encajaríamos si en cierto momento me interesara en él.
– Eso tampoco lo pregunte – sonrió y él se sonrojó al darse cuenta de que había pensado en Louis como alguien con quien podría estar en algún momento – pero no dejes que los estereotipos y las clases sociales que las personas han creado influyan en lo que sientes. Si quieres algo, ve por él sin miedo al rechazo, puede ser que te corresponda.
– Lo traté muy mal a pesar de que él intentó ser mi amigo.
– Pide disculpas, Harry.
– Ya lo hice – la miró frustrado – pero me dejó con las palabras en la boca y se fue como si no significara nada.

Gemma lo analizó con una sonrisa en el rostro a pesar de que sus ojos realmente lucían cansados por la larga jornada del trabajo nocturno.

– Tal vez este es tu turno de insistir – tomó su mano sobre la mesa – es bueno dejar el orgullo de lado. Hay que ser humildes, Harry… aceptar que cometemos errores no hace daño, al contrario.

Harry asintió ante lo que su hermana decía y tal vez tenía razón, era su turno de insistir. El orgullo ya le había hecho bastante daño a lo largo de su vida por el hecho de no poder dejarlo de lado, y en esa ocasión no dejaría que eso sucediera. Simplemente no tenía demasiados amigos y al darse cuenta de que Liam y Niall no eran malas personas, llegó a la conclusión de que también Louis podría ser amable.

Después de conversar unos minutos más con su hermana la dejó para que pudiera descansar, en días como aquel ella simplemente se sostenía con mucho esfuerzo por la falta de sueño y sin más salió de la casa para dirigirse al refugio de animales.

Caminó por las calles de Londres que se encontraban concurridas a pesar de ser un día sábado y cuando vio la casa que era tan familiar para él, sonrió, pero los nervios no tardaron en hacer acto de presencia cuando se dio cuenta de que el auto de Louis se encontraba estacionado cerca.

No sabía si caminar más rápido o disminuir el ritmo de sus pasos, por fin había logrado coincidir incluso sin esforzarse para lograrlo, pero no sabía cómo enfrentarlo después del rechazo, cuando se encontró frente a la puerta se dio cuenta de que ya no había marcha atrás.
Era claro que iba a seguir el consejo de su hermana, pero él no había pensado en que aquello sucedería tan pronto.

Se encogió de hombros y entró a la casa donde escuchó la voz de Samantha que cantaba alegremente una canción cursi que él ni siquiera conocía. Se guio por el sonido y encontró a la chica en la cocina sacando los platos de distintos colores… había llegado a tiempo para darles de desayunar a las mascotas que se encontraban en el refugio.

– ¡Oh! – exclamó la chica al notar su presencia, deteniendo su canto – Que bueno que llegas, Harry – el rizado alzó una ceja en señal de pregunta – Sucede que falta alimentar a los gatos.

Ese definitivamente no era su día.

Harry realmente amaba a los gatos, de hecho, si lo hubiesen puesto a elegir una mascota, en seguida hubiera optado por un gato, pero su maldición era que los gatos no sentían lo mismo por él, al menos los que se encontraban en el refugio lo odiaban.

Esa era una lucha diaria, ni siquiera dejaban que les pusiera un dedo encima y cuando intentaba meter la mano en una de las jaulas, su mano salía completamente arañada y adolorida. Samantha aseguraba que era por el tamaño de sus manos, ella decía que los ponía nerviosos, pero para él esa no era una buena explicación.

Se encogió de hombros, resignado tomó los platos de los animales y empezó a caminar hacia el exterior.

– ¡Suerte! – gritó Samantha al verlo alejarse.
Miró los cinco platos que tenía en las manos distraído mientras abría la puerta en dirección al patio donde se encontraban las jaulas, pero algo interrumpió su andar, así que levantó la mirada para toparse con él.

Louis se encontraba enfrente mirándolo con esos ojos azules que eran realmente hermosos pero no podía leer lo que sus facciones decían. Claramente el chico estaba completamente sorprendido por verlo, pero sabía que había algo más.

Aquel era el momento, no podía arruinarlo, es decir, ya lo había arruinado antes, no podía seguir de aquella manera, así que sin más sonrió levemente, completamente inseguro.

– Hola – saludó lo más natural posible.

Vio como Louis se encogía de hombros y soltaba un suspiro.

– Lo siento – soltó de repente.
– Oh, no te preocupes – dijo, Harry – es normal chocar con alguien, no hay problema. Yo choco con gente todo el tiempo y…
– No por eso – explicó interrumpiéndolo – Bueno, en parte sí, pero es principalmente por haberte dejado así en la cafetería.

No, no, no… eso no debía de ser así. Louis no tenía que pedirle disculpas, eso le correspondía a Harry, al menos así era como lo había planeado.

– Me lo merecía – se rindió – no he sido la mejor persona contigo.

Louis lo analizó con la mirada por un momento con total seriedad.

– ¿Quién eres tú y qué has hecho con Harry?
– Él se quedó en casa – decidió bromear un poco – yo sólo soy el que alimenta a los gatos – le mostró los coloridos platos que tenía en las manos.
– Oh…  –  Louis sonrió y se hizo a un lado para que pudiera pasar.

El de ojos verdes empezó a caminar seguido por Louis hacia las jaulas donde los gatos que se encontraban más alejadas que las de los perros por lo que tuvieron que caminar un poco más pero en completo silencio ya que no sabían que más decir.

Cuando llegaron, Harry abrió la primera jaula rezando para que la hermosa gata blanca que se encontraba dentro no le hiciera daño en aquella ocasión.

– ¿Podrías pasarme la bolsa de alimento que está ahí, por favor? – pidió el rizado al de ojos azules.

No tuvo que esperar demasiado tiempo para que Louis se acercara a él con el alimento y después de llenar el pequeño plato, Harry soltó un suspiro.

Apenas empezó a meter la mano en la jaula, la gata lanzó un gruñido furioso el cual hizo que Harry retrocediera al instante.

– Eres un cobarde – se burló, Louis.
– Me odia – se defendió viendo mal al animal.
– Eres más grande que ella, no puede más que tú.
– Sí que puede – aseguró.

En su segundo intento de dejar el plato lleno de comida dentro, recibió de regalo un arañazo que prácticamente atravesaba la palma de su mano de un extremo a otro, pero a pesar de eso, había logrado su cometido.

Sentía ardor en la reciente herida y pequeñas gotas de sangre empezaban a asomarse.

– Oh, Dios, Harry – dijo Louis preocupado – en verdad te odian. Déjame hacerlo y después, si quieres, puedo ayudarte con eso – señaló la mano del chico con la cabeza.
– ¿Y si te lastiman? – preguntó inseguro.
– No lo harán – le aseguró con una sonrisa para darle confianza.

Cuando el rizado accedió, el de ojos azules atendió a los demás gatos saliendo completamente ileso a diferencia del rizado el cual se encontraba sorprendido ya que el gruñón gato negro llamado Madox, había dejado que lo acariciara por un largo periodo de tiempo.

Caminaron juntos de regreso a la casa, Harry le había mencionado a Louis que ahí dentro tenían un pequeño botiquín con lo más básico, el cual se habían encargado de crear desde el primer momento en el que los gatos le habían declarado la guerra.

Entraron a la casa juntos y Samantha los miró con una sonrisa. Harry sabía que ella estaba enterada de que nuevamente había salido herido y que quería burlarse, pero ella se estaba conteniendo por la presencia de Louis.

– El botiquín está en el baño – anunció, sin más.

Louis le agradeció, dejó que Harry lo guiara al baño y después de conseguir un poco de alcohol, algodón y una venda para que no se infectara esperó a que el rizado tomara asiento en la tapa del retrete, se hincó frente a él tomando su mano ligeramente para empezar a trabajar en su herida.

– Mis animales favoritos son los gatos – dijo mientras Louis pasaba el algodón bañado en alcohol sobre su herida – pero no me dejan tocarlos.
– Creo que necesitas cuidar uno desde muy pequeño – sonrió – para que se acostumbre a ti.
– Esos casi nunca los encontramos y son los primeros en irse adoptados.

El de ojos azules empezó a vendar la mano del rizado.

– ¡Mierda! – dijo, sorprendido  –  ¿Cómo sabes vendar? Cuando Samantha lo hace queda completamente floja y no tarda en deshacerse.
– Mis padres son doctores – confesó encogiéndose de hombros – me enseñaron este tipo de cosas por si llegaba a pasarme algo en un momento en el que no estuvieran para ayudarme.

Harry lo miró atentamente y a pesar de que Louis había evitado mirarlo, el rizado había logrado notar un toque de tristeza en su voz.

– ¿Por qué me dejaste con las palabras en la boca? – preguntó para cambiar de tema – sé que me lo merecía, pero quiero saber – miró la venda y empezó a jugar con ella para no tener que mirarlo puesto que no estaba acostumbrado a entablar ese tipo de conversaciones.
– Bueno… quería que sintieras un poco de lo que yo sentía cuando me rechazabas y creo que me faltó un poco más – explicó – aquella vez que me apuntaste con el dedo para decirme que no eras mi obra de caridad, no fue divertido.
– Lo sé… lo siento mucho – para pedir las disculpas levantó la mirada con el propósito de que se diera cuenta de que iba en serio – Propongo una tregua – extendió la mano que estaba libre de vendajes en dirección a Louis.
– De acuerdo – aceptó recibiendo su mano – Igual podemos ser buenos amigos.
– No vayas tan rápido.

Louis rio antes de ponerse de pie, invitando a Harry a hacer lo mismo. El refugio siempre tenía muchas cosas por hacer así que ese día, debido a las heridas, pasaron más tiempo juntos de lo esperado y  si al rizado le tocaba ser completamente honesto, podía decir que le había sido demasiado agradable, desde el principio hasta el momento en el que tuvieron que despedirse.

Harry no quería aceptar esa electricidad que había recorrido su cuerpo cuando había tomado la mano de Louis, pero a pesar de todo eso, sabía que todo aquello podía significar algo bueno.


R O Y A L S [Larry Stylinson] Wattys 2020 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora