Capitulo 3.

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Corría por las calles de ese barrio de clase baja en el que había crecido puesto que la emoción invadía cada parte de su ser, muy pocas veces se daba el lujo de ir a eventos como el que se llevaría a cabo aquel día por lo que realmente no podía esperar más para poder asistir.

Rebuscó entre sus bolsillos la llave de aquella puerta vieja de madera que anunciaba que ya se encontraba en casa. Sonrió cuando pudo abrir por completo y al adentrarse a su pequeño hogar  se encontró con una no muy grata sorpresa esperándolo.

–  ¿Me puedes decir qué rayos haces aquí cuando deberías de estar en la escuela?

Su hermana se encontraba sentada en la pequeña mesa que se encontraba en la cocina mirándolo con el entrecejo fruncido por la molestia que él sabía que la estaba invadiendo en ese momento. Ella lo cuidaba como si fuese su madre y definitivamente sus padres se encontraban orgullosos por su actitud desde el cielo.

Sabía que no debía de estar ahí, era consciente de que en ese momento su lugar era la escuela y el hecho de toparse con esa mirada de Gemma, no lo hacía sentir bien puesto que su motivo en la vida era que todo fuese más sencillo para ella, no complicar más la situación.

– El tiempo que pierdo en ese lugar debería de utilizarlo en cosas más productivas como trabajar para ayudarte – contestó con completa sinceridad – el dinero que gastas en mis útiles escolares podríamos usarlo para mejores cosas, como comer.
– ¿Trabajar dices? – preguntó ella aún más enojada, levantando una ceja y fue ese el momento en el que se dio cuenta de que estaba en problemas.

Su hermana mayor se levantó de su asiento y caminó hasta un pequeño cajón donde él sabía que guardaba las cosas que consideraba importantes a pesar del mal estado del mueble. La chica rebuscó un momento y después de unos segundos extrajo de él la enorme cartera de aquella “generosa” chica que se había topado en el centro.

– ¿Qué es esto? – gritó la chica molesta, arrojando la cartera sobre la mesa.
– La compré para ti – mintió descaradamente, encogiéndose de hombros.
– ¿Para mí, dices? – él se limitó a asentir  –  ¿Por eso tiene dentro una tarjeta de un salón de belleza costoso?
– Es parte del regalo – insistió.
– ¿¡Y desde cuando empecé a llamarme Eleanor Calder!? – gritó, cansada de la actitud de su hermano.
– Es un bonito nombre…
– ¡Maldita sea, Harry!

Gemma dio un golpe en la mesa con ambas manos dejando claro que no sentía ánimos para sus estúpidas bromas y comentarios inmaduros.
Ya había sucedido antes, al menos esa pelea. Ella había encontrado la identificación de alguien desconocido en la casa mientras limpiaba y fue en ese momento en el que se dio cuenta. Para aquel entonces Harry era un poco más pequeño y dejó de hacerlo al instante a su entender, pero al parecer jamás lo había dejado, sólo aprendió a ser más discreto por lo que Gemma no dejaba de sentirse completamente tonta por haberse dejado engañar.

– Tienes que dejar de robar a las personas – le amenazó.
– Lo hago para ayudarte.
– No me ayudas haciendo esto – sus intentos por calmarse eran en vano – Si un día te llegan a descubrir…  – no pudo terminar al dejar escapar un suspiro cargado de preocupación – créeme, no me ayudarías.
– Ellos no lo notan ni siquiera – aseguró – están demasiado ocupados pensando en cuanto dinero les sobra. Les quito lo que ellos tienen de más y que a nosotros nos hace falta.
– Es incorrecto – le aseguró – y vas a dejar de hacerlo pues para eso trabajo – pasó sus manos por su rostro  –  ¿No lo ves, Harry? Quiero que estudies y te superes, que seas alguien de bien.

La analizó por un momento y se dio cuenta de que ya no estaba tan enojada como cuando lo había visto llegar a la casa. No quería discutir con ella sobre su educación y las personas de bien, sabía que esas conversaciones eran demasiado largas y no llegaban a ninguna parte, al menos no a algo que fuera útil.

R O Y A L S [Larry Stylinson] Wattys 2020 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora